Déjame emborracharme hasta que aparezcas del olvido para luego vomitar tu partida. Déjame besarte hasta secarme, tan sólo una vida me aniquila. Basta de pecados en mis labios, todo es tan sublime que ahora callo. Sólo quedan huellas marcadas, la herida de tu orgullo, humedad deseante y una boca casi abierta, pendiente de una palabra no dicha, impronunciable, una mueca de sorpresa, de dolor y de desdichas. Una cazadora de presas moribundas. Un hálito de vida. Una actuación que ya no será la mía.
De Juan Marin
De Juan Marin
No hay comentarios:
Publicar un comentario