¿Qué hacer con esos pensamientos que vuelven una y otra vez a nuestra cabeza, esos que no nos dejan dormir, o que nos distraen de nuestras tareas y no nos dejan disfrutar el presente? Como primera medida, hay que amigarse con ellos. No es cuestión de combatirlos, odiarlos, o tenerles miedo. Hay que darles un buen apretón de manos, aceptarlos, observarlos, y sólo después, dejarlos ir, para que sigan su camino. Y si vuelven a aparecer, nos manejaremos de la misma manera: siempre con suavidad, sin desesperar. De esta manera se irán achicando, hasta desaparecer por completo.
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