De niña Frida caminaba como si se hubiera tragado un colibrí. Sin embargo, un día enfermó y sus manos sustituyeron a sus piernas maltrechas. Comenzó a pintar y los adultos se apiadaban de ella por no poder saltar y corretear como antes, pero Frida jamás lo extrañó, porque no es más dichoso el que mucho ve sino el que sabe mirar.
- Relato e ilustración extraído del libro Tu corazón en un cofre de Mercè López y Rebecca Beltrán
Título: Tu corazón en un cofre
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