Emocionalmente Cuenta



El Laberinto Inundado




Se encontró irremediablemente perdido en un laberinto que tenía el piso lleno de agua. Al verse reflejado en ese espejo líquido, pensó: “A mí me va mal. pero a mi reflejo le va peor. Si yo no salgo, él tampoco lo hará”. Aquel pequeño consuelo pudo alegrarlo. “¡Además es más débil! ¡Si le lanzo esta piedra, se disolverá!” Con una risa cruel arrojó su proyectil. Esperó que el reflejo se deformara. Éste, intacto, lo observó desde la superficie. Sintió una intensa vibración, las pareces se llenaron de ondulaciones, su cuerpo explotó en un cardumen de manchas enloquecidas. Antes de perderse en la nada, pudo darse cuenta de que su mundo había sido una ilusión acuática y de que, en realidad, el reflejo era él.


Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq



***


La Libertad





El árbol decidió viajar. Cuando logró desprenderse de la tierra, se dio cuenta de que sus ramas eran raíces celestes.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq

***


El Inmortal 

Viajó por todo el mundo, leyó, estudió, rezó, cambió sus programaciones mentales, experimentó fórmulas alquímicas, hasta que al fin obtuvo lo que tanto quería: la inmortalidad física. “¡El tiempo me otorgará su sabiduría, las generaciones futuras me admirarán, seré dueño del planeta!” Fueron pasando los siglos. La humanidad siguió su evolución: los cuerpos se estiraron, las mandíbulas se estrecharon, los cráneos aumentaron de tamaño, los huesos perdieron su peso y los omoplatos se convirtieron en alas. El inmortal vagaba pegado al suelo, provocando muecas de asco en la humanidad volante.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq


***

Las Metamorfosis 



Vivía con una gran oruga blanca. Dentro de ella se estaba formando su mujer. Él la esperaba, paciente. La larva, mientras tanto, le devoraba los libros, sus papeles, sus discos, su ropa. Cuando quería hablar, pegaba el hocico a su boca y le tragaba las palabras con las mismas ansias con que un niño succiona la leche materna. Por fin el gran vientre comenzó a partirse. La oruga chilló como un perro herido y corrió a refugiarse bajo la cama. Al cabo de violentas sacudidas surgió del capullo una mujer perfecta, luminosa, independiente. Con sus alas irisadas revoloteó por el dormitorio, posó breve sus labios sobre los del hombre, depositándole una saliva azucarada, y huyó por la ventana para perderse entre las estrellas. Arrastrando los pies, él se paseó por la casa. Abrazado a la larva vacía gimió durante horas, hasta que al fin se metió dentro y esperó allí, agazapado, rogando que le crecieran dos alas para lanzarse hacia el cielo y volar hasta encontrarla.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq

 Ser Y Parecer 



Aquella sombra trabajó esforzadamente la mayor parte de su vida, privándose de lujos y placeres. Al fin reunió la suma que necesitaba para comprarse un cuerpo de carne y hueso. Con gran orgullo se lo pegó en los pies y lo obligó a hacer todo tipo de actividades inútiles sólo para lucir su posesión ante las demás sombras que, cansadas de manejar tantos años sus cuerpos, los movían siguiendo un diagrama de gestos banales y fáciles de ejecutar.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq

***

Confusión 


Sin darse cuenta de que estaba afuera se aferraba a los barrotes de la ventana, gritándoles a los carceleros  que dormían dentro: “¡Déjenme salir!”.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq

***

Las Arañas Sin Memoria 


Nadie sabe por qué las arañas olvidaron cómo construir sus telas. Se pusieron muy activas, sus patas se fortificaron y aprendieron a cavar habitaciones bajo la tierra. Pero esa vida oscura no les correspondía. Sentían una inexplicable comezón en las patas y hacían sin cesar gestos de urdir. Comenzaron a fabricar telas que no eran redondas, ni pegajosas, ni transparentes, ni servían para cazar insectos y con orgullo las llamaron “Arcanas”. Fueron acumulándolas en museos, luego en templos. De pronto una araña recuperó la memoria y se puso a tejer, en un rincón del túnel central, una tela redonda, pegajosa, transparente. Las otras arañas armaron un gran escándalo, destruyeron esa “aberración” y encarcelaron a la ciudadana por haber osado ensuciar la ciudad.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq