Viajó por todo el mundo, leyó, estudió, rezó, cambió sus programaciones mentales, experimentó fórmulas alquímicas, hasta que al fin obtuvo lo que tanto quería: la inmortalidad física. “¡El tiempo me otorgará su sabiduría, las generaciones futuras me admirarán, seré dueño del planeta!” Fueron pasando los siglos. La humanidad siguió su evolución: los cuerpos se estiraron, las mandíbulas se estrecharon, los cráneos aumentaron de tamaño, los huesos perdieron su peso y los omoplatos se convirtieron en alas. El inmortal vagaba pegado al suelo, provocando muecas de asco en la humanidad volante.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq
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Las Metamorfosis
Vivía con una gran oruga blanca. Dentro de ella se estaba formando su mujer. Él la esperaba, paciente. La larva, mientras tanto, le devoraba los libros, sus papeles, sus discos, su ropa. Cuando quería hablar, pegaba el hocico a su boca y le tragaba las palabras con las mismas ansias con que un niño succiona la leche materna. Por fin el gran vientre comenzó a partirse. La oruga chilló como un perro herido y corrió a refugiarse bajo la cama. Al cabo de violentas sacudidas surgió del capullo una mujer perfecta, luminosa, independiente. Con sus alas irisadas revoloteó por el dormitorio, posó breve sus labios sobre los del hombre, depositándole una saliva azucarada, y huyó por la ventana para perderse entre las estrellas. Arrastrando los pies, él se paseó por la casa. Abrazado a la larva vacía gimió durante horas, hasta que al fin se metió dentro y esperó allí, agazapado, rogando que le crecieran dos alas para lanzarse hacia el cielo y volar hasta encontrarla.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq
Ser Y Parecer
Aquella sombra trabajó esforzadamente la mayor parte de su vida, privándose de lujos y placeres. Al fin reunió la suma que necesitaba para comprarse un cuerpo de carne y hueso. Con gran orgullo se lo pegó en los pies y lo obligó a hacer todo tipo de actividades inútiles sólo para lucir su posesión ante las demás sombras que, cansadas de manejar tantos años sus cuerpos, los movían siguiendo un diagrama de gestos banales y fáciles de ejecutar.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq
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Confusión
Sin darse cuenta de que estaba afuera se aferraba a los barrotes de la ventana, gritándoles a los carceleros que dormían dentro: “¡Déjenme salir!”.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq
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Las Arañas Sin Memoria
Nadie sabe por qué las arañas olvidaron cómo construir sus telas. Se pusieron muy activas, sus patas se fortificaron y aprendieron a cavar habitaciones bajo la tierra. Pero esa vida oscura no les correspondía. Sentían una inexplicable comezón en las patas y hacían sin cesar gestos de urdir. Comenzaron a fabricar telas que no eran redondas, ni pegajosas, ni transparentes, ni servían para cazar insectos y con orgullo las llamaron “Arcanas”. Fueron acumulándolas en museos, luego en templos. De pronto una araña recuperó la memoria y se puso a tejer, en un rincón del túnel central, una tela redonda, pegajosa, transparente. Las otras arañas armaron un gran escándalo, destruyeron esa “aberración” y encarcelaron a la ciudadana por haber osado ensuciar la ciudad.
Alejandro Jodorowsky
Ilustración: Boucq