“Ding- Dong”, sono el timbre.
“Ding-Dong”, volvió a sonar…
“Ding-Dong, Ding-Dong, Ding-Dong…”. Nada. La vecina del bajo “G” no abría la puerta, no contestaba al teléfono de la casa, ni al móvil tampoco.
Al cabo de las 24 horas, el presidente de la comunidad, preocupado por aquella señora que vivía sola, hizo una llamada a los bomberos. Éstos llegaron al cabo de unos minutos y derribaron la puerta. Había sucedido una desgracia: Encontraron pedazos de la pobre señora desparramados por todo el piso. No sabían si avisar a una grúa recoje-escombros o a una ambulancia… El presidente no entendió nada, ni los vecinos, ni los bomberos tampoco. Llegó la policía a investigar el caso y tras horas y horas de infructuoso trabajo, se dieron por vencidos. El jefe de la brigada criminológica, solicitó los servicios de un investigador privado conocido por su capacidad para resolver casos imposibles, así como por su metodología sui géneris.
Todos pensaron que llegaría un señor maduro, acompañado de un grupo de detectives y científicos equipados de la más alta tecnología… pero no. Llegó un anciano con un bolígrafo “Bic” y un cuaderno a rayas. Fue anotando en él las respuestas que les daban los vecinos respecto a la despedazada vecina:
-Se quejaba ansiosa todo el tiempo, sin buscar soluciones.
-No afrontaba los problemas de frente, se los tragaba.
-Tenía ideas rígidas que limitaban su vida.
-Reprimía hasta las más mínimas expresiones de espontaneidad.
-Se aferraba a las personas y sufría por no poder controlarlas a su antojo.
…
En el informe final, el investigador escribió su dictamen:
“Es un caso extremo de persona afectada por los gases. Acumuló tantos que explotó”.
La vecina puede ser también un vecino...podes ser vos, puedo ser yo, podemos ser todos en algún momento. Más allá del personaje, lo bueno sería poder cambiar el final...