viernes, 27 de abril de 2018

Natalia Lafourcade




A veces los últimatums de la vida nos noquean, quisiéramos dejar de pagar la renta y simplemente irnos, irnos lejos, a un lugar en donde el dolor no llegue, la angustia no exista, las emociones no calen. Duele habitarnos, porque a veces, habitarnos es dormir con el enemigo. A veces, no podemos confiar en nosotros mismos, y cuando eso sucede, cómo podemos confiar en el mundo, en los demás? Se hace difícil transitar los laberintos de la vida cuando mi peor enemigo soy yo, cuando en vez de un aliado, encuentro a un juez, cuando en vez de un amigo encuentro un castrador, cuando en vez de un ser amado, encuentro a un rígido dictador que no me deja ser. 
Volver al hogar, es volver a encontrarnos, a mirarnos y a sonreírnos. Sonreir por todos los dolores transitados, sonreir por los altibajos de la vida, sonreir por estar vivos, sonreir por haber amado, sonreir por estar, sonreir por existir. Sonreir y agradecer, y darme la mano y una gran bienvenida, esperarme a mí mismo con un café, con una torta en el horno, esperarme a un renacer. 


Julieta Suarez Valente

La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido.
Leonard Bernstein




Henry Miller

No hace falta escribir sobre China, escribe sobre lo que llevas dentro.






Compañia


Ya no le puedes dar la espalda a la Verdad.

Ya no puedes reconfortarte con los viejos cuentos de hadas, historias del bien y el mal, con el pensar positivo.

La luz de la conciencia no puede ser apagada. No puedes esconderte de ti mismo ahora. No hay un lugar en el que te puedas ocultar.

Vives la vida en carne viva. Y sientes más que nunca, no menos. Tu ancho de banda es infinito. Desde la más profunda desesperación hasta la alegría más extática, todo pasa a través. No lo juzgas ni tratas de deshacerte de ello. Eres su madre, su santuario. No culpas a nadie, nunca más.

Ya no tienes una identidad fija. Ya no sabes quién eres, desde la perspectiva de la mente. Y sin embargo, ahora sabes quién eres con más profundidad. Estás vivo. Eres la vida misma, inseparable de las estrellas, de la luna, de las flores y los árboles.

Es vertiginosa, a veces, esta libertad. Como nacer de nuevo en cada momento. Como morir cada día a las viejas esperanzas.

La realidad no tiene ningún fundamento, ya ves, está empapada de incertidumbre. Vives en el punto de total inseguridad, nada a que aferrarte, ningún concepto que pueda llevar consuelo a una mente cansada. Y sin embargo, sientes la clase más profunda de seguridad, una seguridad en lo más profundo de tus huesos, la seguridad del Ser mismo. Sabes que tu experiencia siempre es confiable, incluso si duele hasta el alma.

No te llamarás una ‘persona despierta’, no te pensarás como mejor o peor que alguien más, no te mentirás a ti mismo creyendo que tienes las respuestas.

No harás ningún alboroto alrededor de ti mismo, porque el yo es la más grande ilusión.

Es muy simple, estar tan plenamente despierto, porque es el abrazo natural del momento presente. Pero no es nada fácil, porque tu vieja realidad se ha roto en miles y miles de pedazos, y la vieja protección se ha ido, y eres el cuenco que acoge toda la alegría y el dolor del mundo, y no puedes engañarte creyendo que tienes el control. No es fácil, ser tan abierto a la vida. No es fácil, ver todo el dolor del mundo. No es fácil, sentir a veces que eres un extraño en tierra desconocida, conociéndote a ti mismo como Amor con más claridad que nunca, sin embargo, ver a quienes te rodean olvidando tanto.

No es fácil no encajar ya en los sistemas que prometieron tanta felicidad y entregaron tan poco de ella.

Y sin embargo, este es el precio que se paga por la libertad absoluta. Uno no puede estar plenamente despierto sin morir completamente a los sueños de ayer. Uno no puede vivir sin abandonar lo conocido.

Aquellos de ustedes que están recorriendo este excitante y aterrador camino, me inclino ante su valentía.

- Jeff Foster

lunes, 23 de abril de 2018