jueves, 21 de enero de 2016
"...Qué extraña ha sido realmente mi vida! -pensó-. Qué rodeos tan curiosos ha dado!...Qué camino el mío, sin embargo! Cuánta estupidez, cuántos errores, disgustos, dolores y desilusiones he tenido que soportar sólo para poder volver a ser un niño y empezar de nuevo!...He tenido que probar la desesperación, rebajarme ante la más insensata de las ideas, la del suicidio, para poder sentir la gracia, para volver a oír el Om, para volver a dormir bien y a despertarme tranquilo. He tenido que convertirme en un loco para redescubrir el Atmán en mi interior. He tenido que pecar de nuevo para poder revivir. ¿Por dónde me llevará aún mi camino? Es un camino absurdo, que avanza dibujando curvas, tal vez en círculo. Que avance como quiera. Yo lo seguiré...
"Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos solo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos..."
"No, un auténtico buscador, alguien que realmente deseara encontrar, no podía aceptar doctrina alguna. Pero, el que ha encontrado sí puede adoptar cualquier doctrina, todas, todos los caminos y objetivos..."
"La sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un sabio trata de comunicar a otros suena siempre a locura...No bromeo, te digo lo que he encontrado. El saber puede comunicarse, pero la sabiduría no. Es posible encontrarla, vivirla, dejarse llevar por ella, y hasta hacer milagros con ella, pero comunicarla y enseñarla es imposible..."
"Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos solo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos..."
"No, un auténtico buscador, alguien que realmente deseara encontrar, no podía aceptar doctrina alguna. Pero, el que ha encontrado sí puede adoptar cualquier doctrina, todas, todos los caminos y objetivos..."
"La sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un sabio trata de comunicar a otros suena siempre a locura...No bromeo, te digo lo que he encontrado. El saber puede comunicarse, pero la sabiduría no. Es posible encontrarla, vivirla, dejarse llevar por ella, y hasta hacer milagros con ella, pero comunicarla y enseñarla es imposible..."
Demian de Hermman Hesse
"La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero.
Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo;
pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede.
Todos llevan consigo, hasta el fin,viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial.Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga.
Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez.
Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre.
Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos nosotros venimos de la misma sima, pero cada tentativa e impulso desde lo hondo tiende a su propio fin.
Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno."
Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo;
pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede.
Todos llevan consigo, hasta el fin,viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial.Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga.
Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez.
Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre.
Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos nosotros venimos de la misma sima, pero cada tentativa e impulso desde lo hondo tiende a su propio fin.
Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno."
domingo, 17 de enero de 2016
LA RUPTURA DE LOS NIDOS
Los humanos nacemos anidados en un compacto entretejido de creencias y símbolos, modalidades afectivas, intelectuales y religiosas. Este nido tiene múltiples capas, la familia, la cultura a la que pertenecemos, la nación, la religión y la civilización. A través de estas capas heredamos nuestra estructura genética, los hábitos alimentarios, una determinada relación con la naturaleza, nuestras costumbres e ideales; también una interpretación muy parcial de la historia, en la que nuestro linaje generalmente se siente especial y único con relación a otros.
Durante miles de años fuimos moldeados por la interpretación del mundo propia del grupo en que nacimos. Aprendimos a ver la realidad con los ojos del nido. En un sentido estricto fuimos poseídos por la trama de símbolos, emociones, creencias, ideas, imágenes y arquetipos que proviene del pasado de la humanidad. Entramos en una densa telaraña que nos hechiza con el mandato de continuar con ella. Consciente o inconscientemente buscamos experimentar las mismas formas y sensaciones con las que fuimos moldeados.
Desde el punto de vista astrológico en cada existencia humana se pone en juego una tensión inevitable que expresa el encuentro entre nuestra dimensión solar y nuestra dimensión terrestre. La vibración solar de cada niño forma parte del orden del cielo e integra una secuencia ligada matemáticamente a los dibujos anteriores y posteriores al del momento en que habrá de nacer. Este conjunto de vibraciones –lo que los pitagóricos llamaban la música de las esferas- se entreteje con la sustancia de la Tierra. El orden del cielo tomará forma concreta dentro de los límites que le ofrezca la sustancia disponible en la Tierra. Se manifestará a partir del tipo de cuerpo, de emociones y pensamientos que la evolución planetaria ha producido.
Con cada nacimiento una nueva vibración, fresca y creativa irrumpe en los nidos que la humanidad tejió a través de los milenios. Y en ese momento la energía irrepetible de ese instante del cielo entra en tensión con el pasado que moldea inevitablemente al niño. ¿Será suficientemente potente la energía que trae como para diferenciarse y renovar la trama del pasado; o este se impondrá forzando a lo creativo a repetirse una vez más? Cada uno de nosotros encarna al nacer una tarea de dimensiones cósmicas. En cada caso la dimensión solar de nuestro ser se encuentra con la inercia del pasado y su anhelo de repetición. Lo creativo y lo mecánico se unen en nosotros para realizar un nuevo aprendizaje.
Este es el tiempo de la ruptura de los nidos. En él cada una de las tradiciones parciales de la humanidad, por bella y útil que haya sido, mostrará sus insuficiencias y se verá obligada a interactuar con las demás. La incertidumbre reinante es el síntoma de que nuestros sistemas de creencias están siendo cuestionados por una realidad más compleja. Si estamos identificados con el pasado bajo cualquiera de sus formas es inevitable sentir miedo. La realidad parece cada vez más caótica.
Pero si podemos visualizar una dimensión más amplia para nuestra existencia quizás nos demos cuenta que vivimos una gran oportunidad. La caleidoscópica realidad de nuestro presente con toda su confusión nos muestra que la malla del pasado se ha debilitado. Los nidos ya no pueden ejercer la misma presión uniforme sobre cada niño que nace. Esto significa que para muchos seres humanos la dimensión solar puede manifestarse ahora con mayor pureza y potencia; que nuevas y más integradas experiencias se hacen posibles para todos nosotros. Aquello que la psicología junguiana llama proceso de individuación –que en épocas anteriores fuera un misterioso camino iniciático- hoy es posible para una multitud de seres humanos. El futuro del planeta no depende de la calidad de nuestros dirigentes sino de la cantidad de seres humanos que puedan atravesar por este proceso.
Eugenio Carutti
Durante miles de años fuimos moldeados por la interpretación del mundo propia del grupo en que nacimos. Aprendimos a ver la realidad con los ojos del nido. En un sentido estricto fuimos poseídos por la trama de símbolos, emociones, creencias, ideas, imágenes y arquetipos que proviene del pasado de la humanidad. Entramos en una densa telaraña que nos hechiza con el mandato de continuar con ella. Consciente o inconscientemente buscamos experimentar las mismas formas y sensaciones con las que fuimos moldeados.
Desde el punto de vista astrológico en cada existencia humana se pone en juego una tensión inevitable que expresa el encuentro entre nuestra dimensión solar y nuestra dimensión terrestre. La vibración solar de cada niño forma parte del orden del cielo e integra una secuencia ligada matemáticamente a los dibujos anteriores y posteriores al del momento en que habrá de nacer. Este conjunto de vibraciones –lo que los pitagóricos llamaban la música de las esferas- se entreteje con la sustancia de la Tierra. El orden del cielo tomará forma concreta dentro de los límites que le ofrezca la sustancia disponible en la Tierra. Se manifestará a partir del tipo de cuerpo, de emociones y pensamientos que la evolución planetaria ha producido.
Con cada nacimiento una nueva vibración, fresca y creativa irrumpe en los nidos que la humanidad tejió a través de los milenios. Y en ese momento la energía irrepetible de ese instante del cielo entra en tensión con el pasado que moldea inevitablemente al niño. ¿Será suficientemente potente la energía que trae como para diferenciarse y renovar la trama del pasado; o este se impondrá forzando a lo creativo a repetirse una vez más? Cada uno de nosotros encarna al nacer una tarea de dimensiones cósmicas. En cada caso la dimensión solar de nuestro ser se encuentra con la inercia del pasado y su anhelo de repetición. Lo creativo y lo mecánico se unen en nosotros para realizar un nuevo aprendizaje.
Este es el tiempo de la ruptura de los nidos. En él cada una de las tradiciones parciales de la humanidad, por bella y útil que haya sido, mostrará sus insuficiencias y se verá obligada a interactuar con las demás. La incertidumbre reinante es el síntoma de que nuestros sistemas de creencias están siendo cuestionados por una realidad más compleja. Si estamos identificados con el pasado bajo cualquiera de sus formas es inevitable sentir miedo. La realidad parece cada vez más caótica.
Pero si podemos visualizar una dimensión más amplia para nuestra existencia quizás nos demos cuenta que vivimos una gran oportunidad. La caleidoscópica realidad de nuestro presente con toda su confusión nos muestra que la malla del pasado se ha debilitado. Los nidos ya no pueden ejercer la misma presión uniforme sobre cada niño que nace. Esto significa que para muchos seres humanos la dimensión solar puede manifestarse ahora con mayor pureza y potencia; que nuevas y más integradas experiencias se hacen posibles para todos nosotros. Aquello que la psicología junguiana llama proceso de individuación –que en épocas anteriores fuera un misterioso camino iniciático- hoy es posible para una multitud de seres humanos. El futuro del planeta no depende de la calidad de nuestros dirigentes sino de la cantidad de seres humanos que puedan atravesar por este proceso.
Eugenio Carutti
Suscribirse a:
Entradas (Atom)