La Luna nueva en Cáncer se da entre el 23 y el 24 de Junio, dependiendo del lugar en el que nos encontremos en la Tierra. En el hemisferio norte el encuentro mensual del Sol y la Luna será en la madrugada del sábado 24.
Cada Luna nueva nos ofrece un tiempo de renovación de votos. Desde el vacío de la Luna podemos vaciarnos para colocar una semilla, una intención, fresca y renovada, para nuestro camino. Los días previos a la Luna nueva son propicios para borrar la huellas de lo certero y abrirnos al misterio. En la búsqueda de lo permanente, de lo estable y sólido, nos apegamos y nos aferramos a las formas, creencias, deseos y expectativas de lo que creemos querer o saber. La Luna nueva nos recuerda el ciclo de vida muerte vida en el que reconocemos que en el Orden Natural, la Tierra, el Sol y la Luna son nuestros guías. El día, la noche, el verano el invierno, la luna llena, la luna nueva, son la brújula y el compás que nos guían en cómo caminar con integridad.
Honrar la naturaleza cíclica del tiempo es un camino de integridad. La danza de los planetas y luminarias son espejos de nuestra danza interna. Unas células mueren, otras nacen. Deshierbamos la huerta para sembrar. Hacemos composta de nuestros desechos para nutrir y fertilizar la Tierra que, posteriormente, nos dará sus frutos. Soltar, liberar y morir de manera cotidiana y orgánica, hace parte del equilibrio natural de nuestro ecosistema. Este movimiento de expansión y contracción, de dentro y fuera, de muerte y vida, de vida y muerte, es la voz de la integridad.
Las semanas previas a la Luna nueva siempre nos revela la narrativa y los escenarios de lo que orgánica y naturalmente pide ser liberado. Si prestamos atención y abrimos la escucha interna, los días previos a la Luna nueva, las malas hierbas se harán visibles. Con atención y consciencia deshierbamos para que lo que quiere crecer con fuerza tenga espacio para hacerlo. Este descarte previo a la Luna nueva se puede dar en un plano sutil, mental, emocional y físico. Podemos meditar, podemos nombrarlo y escribir; podemos mover el cuerpo y sudarlo; podemos ayunar y hacer una limpieza. No hay dogma en la manera de honrar este proceso, solo necesitamos presentarnos, escuchar y observar, nombrar.
En las semanas de la Luna menguante la energía que quiere ser liberada se puede presentar en proyecciones externas, en la que situaciones o relaciones nos desafían a ubicarnos, situarnos, vernos. Cuanto más desconectados estemos de la escucha interna, más necesitaremos que lo externo nos hable y nos desafíe. Cuánto más cerca estemos de nosotros mismos, al acecho de lo que quiere morir en nosotros, menos vamos a necesitar proyectar fuera de nosotros los dramas que nos empujan a crecer.
Como cuerpo celeste más cercano a la Tierra, la Luna vela por nosotros. Honramos y celebramos la magia de su cercanía cuya proximidad nos recuerda que somos parte de un Universo y que el Espíritu del Gran Misterio nos arropa desde la inmensidad del Cosmos Vida. No es lo mismo contemplar un cielo nocturno desde la noche de una montaña que desde el corazón de una ciudad y, sin embargo, en ambos contextos una Luna llena se impone y nos recuerda algo de nuestro origen y de nuestro lugar. Este recordar, consciente o inconsciente, de nuestro estar en la Tierra lo custodia la Luna, guardiana de la memoria y del olvido. Custodia de todo lo vivido y sentido desde el principio de los tiempos de la humanidad, lo recordemos o no. Por eso la honramos. Por eso la valoramos, porque así como custodia nuestras sombras, nuestros traumas y miedos, también es guardiana del tesoro de lo que somos.
La Luna es la custodia de nuestro crecimiento. Testigo de la evolución que hicimos del Agua del Mar hacia la Tierra. Ella, Luna Antigua, nos vio y nos ve. Ella sabe. Antes de que tuviéramos consciencia, nos veía. Tengamos o no conciencia de su poder, nos ve. Este poder no lo tiene sobre nosotros. No nos domina. Lo que nos domina es el olvido. La Luna es custodia de la memoria y su mensaje es que el poder está en recordar.
La Luna es un portal ante el cual nos presentamos y pedimos permiso para recordar. Lo único que necesitamos es intención y consciencia. Cuando no hay conciencia la Luna es testigo de cómo repetimos patrones, cómo seguimos atrapados en reacciones infantiles, cómo tememos crecer, cómo el miedo nos paraliza y las emociones nos dominan. No nos juzga. Solo lo ve. Y así como la Luna refleja la luz del Sol en la oscuridad de la noche de la Tierra, también nos hace de espejo de nuestra conciencia e inconciencia. La Luna nos invita a que nos miremos en su espejo y nos miremos como ella nos ve.
La Luna precede la palabra. Todo lo que no pertenece al reino de la palabra es lunar. El lenguaje corporal, la comunicación no verbal, los instintos, sentimientos, emociones, lo no dicho, lo que no se puede nombrar, el inconsciente, todos estos aspectos, pertenecen al paisaje lunar. Cuando en vez de expresar nuestra malestar nombrando de manera clara nuestra necesidad, tiramos una puerta o cruzamos los brazos en silencio, somos presos de la Luna. Cuando lo que sentimos por dentro se queda congelado en el portal de la garganta, somos presos de la Luna. Cuando disfrazamos lo que sentimos con palabras que dulcifican y agradan, somos presos de la Luna. Cuando proyectamos nuestros rechazos, miedos y juicios hacia otras personas o situaciones, somos presos de la Luna. Presos porque estamos atrapados en escenas del pasado, porque reaccionamos en el presente con respuestas aprendidas, porque no nos hemos actualizado.
La Luna nueva de este mes se da en el signo de Cáncer, el primer signo de agua de la rueda evolutiva del zodiaco. El agua nos habla de la memoria. Cáncer, signo regido por la Luna , preserva, conserva, guarda, contiene y protege. Como el cangrejo, animal primigenio, vive en las fronteras del inconsciente y del consciente . Cáncer es el signo que nos recuerda que para avanzar y crecer en la rueda evolutiva tenemos que detenernos e ir hacia atrás. Por eso el cangrejo no camina en línea recta hacia delante. La función de este arquetipo es recordarnos que el tiempo no es lineal, que el camino no es una flecha hacia adelante y que el aparente retroceso que estemos haciendo o sintiendo en este momento es un paso firme hacia lo nuevo, aunque tenga sabor a pasado.
Este es un tiempo en que recuperamos memorias. Algo antiguo se actualiza. La razón o función de este proceso es que no perdamos la continuidad de nuestro hilo biográfico, que no olvidemos nuestro propósito y origen, que no nos perdamos. Los estímulos y distracciones, las proyecciones de nuestra mente, la urgencia o el entusiasmo creativo nos puede llevar a acelerarnos. Entonces, Cáncer nos recuerda e invita a volver a casa, a recapitular, a retrasar nuestros pasos antes de seguir caminando. Es un signo conservador. Conserva la memoria, conserva la energía que entrelaza y vincula los eventos de nuestra vida, conserva los valores básicos sobre los cuales edificamos nuestras creencias y creaciones. Este llamado a volver hacia atrás nos pide que cuidemos las raíces y que no nos olvidemos de nuestro origen.
La Luna nueva en Cáncer nos invita a honrar nuestras raíces, nuestro origen y nuestra herencia. Ir hacia las raíces implica bajar, descender, entrar en lo profundo. Este movimiento es uterino. Volvemos al pasado, recapitulamos nuestro origen, pasamos por las memorias más próximas, cruzamos el umbral de nuestra infancia y entramos en el reino que precede la palabra : papá, mamá, la teta, la piel, el calor, nuestro nacimiento, nuestra gestación, cómo estaba nuestra madre mientras crecíamos en su vientre, el agua fecundadora de nuestro padre, el agua de nuestra madre, la sangre de nuestros abuelos y abuelas, nuestro linaje.
La Luna en Cáncer mueve el agua profunda de las narrativas ocultas, las improntas e imágenes guardadas, las memorias invisibles que nos pueblan. Antes de la palabra sentíamos y llorábamos, expresábamos con el cuerpo, no sabíamos pedir. Completamente vulnerables y dependientes, pura esencia de vida en manos de otros, nuestro cuerpo se fue codificando con toda la información del primer ecosistema que nos acogió. Esos primeros meses y años de vida en los que, como esponjas sin límites y defensas, absorbimos todo lo que se nos dio y todo lo que nos faltó.
Nuestro sistema de defensas, ese caparazón del cangrejo que preserva la blandura delicada de nuestro ser, se armó, capa a capa. Este es el origen de nuestra manera de ser y estar en el mundo. Esta Luna nueva en Cáncer nos da la oportunidad de observar que limitaciones defensivas necesitan ser liberadas. Qué aspectos de nuestro pasado y de nuestra herencia seguimos cargando como muertos vivos hoy. Esta Luna nos invita a honrar cualquier trauma o dolor profundo que esté codificado en nuestra células. Solo honrándolo lo podemos liberar. Solo viéndolo y aceptándolo –nombrándolo- nos podemos liberar.
Esta Luna nueva se da en conjunción con Mercurio que nos indica que el sentir tiene la palabra y que hay un diálogo interno que necesita ser honrado. Hay voces que se mueven en nuestro interior que necesitan ser escuchadas y a las cuales nosotros también queremos hablarles.
La Luna nueva en Cáncer quiere que nos relacionemos con nuestra historia. Si no establecemos un contacto consciente con nuestra biografía y con las improntas de nuestra crianza, éstas nos devoran el devenir. Los bloqueos del hoy, son voces invisibilizadas y silenciadas del pasado. Darle voz y forma al dolor lo libera y nos libera.
Bajo esta Luna nueva en Cáncer el miedo vuelve a hablarnos. Nuestra necesidad de seguridad, apoyo, calor, nutrición, cobijo nos habla. Memorias de desamparo, abandono, desahucios y exilios emergen del inconsciente humanitario. ¿son tiempos seguros? ¿lo han sido alguna vez? ¿podemos abrazar la vida honrando la vulnerabilidad e incertidumbre?
Las semanas previas a la Luna nueva nos darán las pistas sobre qué memorias profundas han salido a la superficie. Es tiempo de preguntar y escuchar. La escenas que nos encarcelan hoy tienen una escena en el pasado codificada con las mismas características. Si viajamos al pasado y liberamos la memoria y el sentir de esa experiencia, abrimos la puerta al presente.
Este momento del mes, y las semanas que nos llevan a la próxima Luna llena, son propicias para abrirnos a este proceso. Propicio quiere decir que tenemos todo el apoyo del Universo para dar estos pasos. Propicio quiere decir que nuestra intención y movimiento es escuchado. Propicio quiere decir que cuando abrimos esta puerta estamos dentro del orden natural. Si sentimos que tocamos un punto sensible, que nos faltan recursos para ir a la raíz, que algo invisible nos quiere hablar y no logramos escuchar con claridad, entonces es un momento propicio para pedir apoyo.
Pedir ayuda implica reconocer nuestra limitación y dificultad en desarmar alguna dureza que hemos construido y que hasta ahora nos ha dado seguridad y protección y que hoy, rígida, nos hiere. Una mirada externa y amiga, que con amor y respeto, pueda y sepa mostrarnos nuestro punto ciego. Voz que se hace extensión de nuestra intención y de nuestro deseo de comunicarnos con lo olvidado, de traer a la luz lo que está oculto. Esta Luna nueva nos convoca a la conversación íntima, a la proximidad cálida del espacio seguro y compartido, sea una amistad, nuestra pareja, un apoyo terapéutico. Lo vital es que el calor de lo íntimo ablanda la dureza y permite que el agua congelada del dolor brote segura. Esta agua tiene mucho que contar. Solo necesitamos abrir un espacio en la cual acogerla y escucharla cantar milenaria la canción de nuestra raíz.
Cuando tocamos la puerta y pedimos vínculo, contacto, intimidad, solo buscamos la madre, el padre, el hermano, la hermana que nos ayude a recordar nuestra esencia. No tocamos la puerta a una autoridad que nos dice lo que tenemos que hacer, o cómo lo tenemos que hacer. Tocamos la puerta a la materialización externa de una voz interna benévola y amorosa que nos guie de vuelta a casa. Que nos apoya incondicional en nuestro camino, y que se hace espejo de esa nutrición y apoyo interno que estamos cultivando y cuidando.
A partir de esta Luna nos quedarán seis meses para que Saturno salga del signo de Sagitario y entre en el signo de Capricornio, signo opuesto a Cáncer. Los procesos que vivamos hoy, las decisiones y realizaciones que tomemos y tengamos bajo esta lunación -y en las próximas dos semanas- tendrán un impacto en el solsticio de Diciembre y en la materialización de nuestros sueños en los próximos dos años. En estos momentos lo recomendable es no escapar, de ir a lo profundo, de entrar y dialogar con la raíz .
Hay un potencial oculto en esta Luna nueva que se revelará dentro de seis meses. La llamada es a la madurez y la profundidad, a cuidar la raíz y a responsabilizarnos. Esto puede implicar tener que elegir entre una cosa y otra, implica una renuncia. Esta renuncia también nos habla de una sensación de pérdida. Esta renuncia hace parte del paisaje de esta lunación. Responsabilizarnos implica honrar el dolor de nuestras pérdidas.
Si algo nos enseña la Luna es que el inconsciente es un lugar compartido. Ella está arriba y nos mira a todos y todos tenemos las mismas memorias primigenias codificadas en nuestros huesos. Nuestros ancestros laten vivos en nuestro ADN y el origen del origen es uno y único en la misma raíz que nos une. Desde este principio nos reconocernos como una misma familia humana, recipiente de las mismas narrativas, guardianes de las mismas heridas, hermanados y hermanadas en el camino sagrado del Agua y del Ser. Estamos recordando juntos el camino a casa.
Paloma Todd
Cada Luna nueva nos ofrece un tiempo de renovación de votos. Desde el vacío de la Luna podemos vaciarnos para colocar una semilla, una intención, fresca y renovada, para nuestro camino. Los días previos a la Luna nueva son propicios para borrar la huellas de lo certero y abrirnos al misterio. En la búsqueda de lo permanente, de lo estable y sólido, nos apegamos y nos aferramos a las formas, creencias, deseos y expectativas de lo que creemos querer o saber. La Luna nueva nos recuerda el ciclo de vida muerte vida en el que reconocemos que en el Orden Natural, la Tierra, el Sol y la Luna son nuestros guías. El día, la noche, el verano el invierno, la luna llena, la luna nueva, son la brújula y el compás que nos guían en cómo caminar con integridad.
Honrar la naturaleza cíclica del tiempo es un camino de integridad. La danza de los planetas y luminarias son espejos de nuestra danza interna. Unas células mueren, otras nacen. Deshierbamos la huerta para sembrar. Hacemos composta de nuestros desechos para nutrir y fertilizar la Tierra que, posteriormente, nos dará sus frutos. Soltar, liberar y morir de manera cotidiana y orgánica, hace parte del equilibrio natural de nuestro ecosistema. Este movimiento de expansión y contracción, de dentro y fuera, de muerte y vida, de vida y muerte, es la voz de la integridad.
Las semanas previas a la Luna nueva siempre nos revela la narrativa y los escenarios de lo que orgánica y naturalmente pide ser liberado. Si prestamos atención y abrimos la escucha interna, los días previos a la Luna nueva, las malas hierbas se harán visibles. Con atención y consciencia deshierbamos para que lo que quiere crecer con fuerza tenga espacio para hacerlo. Este descarte previo a la Luna nueva se puede dar en un plano sutil, mental, emocional y físico. Podemos meditar, podemos nombrarlo y escribir; podemos mover el cuerpo y sudarlo; podemos ayunar y hacer una limpieza. No hay dogma en la manera de honrar este proceso, solo necesitamos presentarnos, escuchar y observar, nombrar.
En las semanas de la Luna menguante la energía que quiere ser liberada se puede presentar en proyecciones externas, en la que situaciones o relaciones nos desafían a ubicarnos, situarnos, vernos. Cuanto más desconectados estemos de la escucha interna, más necesitaremos que lo externo nos hable y nos desafíe. Cuánto más cerca estemos de nosotros mismos, al acecho de lo que quiere morir en nosotros, menos vamos a necesitar proyectar fuera de nosotros los dramas que nos empujan a crecer.
Como cuerpo celeste más cercano a la Tierra, la Luna vela por nosotros. Honramos y celebramos la magia de su cercanía cuya proximidad nos recuerda que somos parte de un Universo y que el Espíritu del Gran Misterio nos arropa desde la inmensidad del Cosmos Vida. No es lo mismo contemplar un cielo nocturno desde la noche de una montaña que desde el corazón de una ciudad y, sin embargo, en ambos contextos una Luna llena se impone y nos recuerda algo de nuestro origen y de nuestro lugar. Este recordar, consciente o inconsciente, de nuestro estar en la Tierra lo custodia la Luna, guardiana de la memoria y del olvido. Custodia de todo lo vivido y sentido desde el principio de los tiempos de la humanidad, lo recordemos o no. Por eso la honramos. Por eso la valoramos, porque así como custodia nuestras sombras, nuestros traumas y miedos, también es guardiana del tesoro de lo que somos.
La Luna es la custodia de nuestro crecimiento. Testigo de la evolución que hicimos del Agua del Mar hacia la Tierra. Ella, Luna Antigua, nos vio y nos ve. Ella sabe. Antes de que tuviéramos consciencia, nos veía. Tengamos o no conciencia de su poder, nos ve. Este poder no lo tiene sobre nosotros. No nos domina. Lo que nos domina es el olvido. La Luna es custodia de la memoria y su mensaje es que el poder está en recordar.
La Luna es un portal ante el cual nos presentamos y pedimos permiso para recordar. Lo único que necesitamos es intención y consciencia. Cuando no hay conciencia la Luna es testigo de cómo repetimos patrones, cómo seguimos atrapados en reacciones infantiles, cómo tememos crecer, cómo el miedo nos paraliza y las emociones nos dominan. No nos juzga. Solo lo ve. Y así como la Luna refleja la luz del Sol en la oscuridad de la noche de la Tierra, también nos hace de espejo de nuestra conciencia e inconciencia. La Luna nos invita a que nos miremos en su espejo y nos miremos como ella nos ve.
La Luna precede la palabra. Todo lo que no pertenece al reino de la palabra es lunar. El lenguaje corporal, la comunicación no verbal, los instintos, sentimientos, emociones, lo no dicho, lo que no se puede nombrar, el inconsciente, todos estos aspectos, pertenecen al paisaje lunar. Cuando en vez de expresar nuestra malestar nombrando de manera clara nuestra necesidad, tiramos una puerta o cruzamos los brazos en silencio, somos presos de la Luna. Cuando lo que sentimos por dentro se queda congelado en el portal de la garganta, somos presos de la Luna. Cuando disfrazamos lo que sentimos con palabras que dulcifican y agradan, somos presos de la Luna. Cuando proyectamos nuestros rechazos, miedos y juicios hacia otras personas o situaciones, somos presos de la Luna. Presos porque estamos atrapados en escenas del pasado, porque reaccionamos en el presente con respuestas aprendidas, porque no nos hemos actualizado.
La Luna nueva de este mes se da en el signo de Cáncer, el primer signo de agua de la rueda evolutiva del zodiaco. El agua nos habla de la memoria. Cáncer, signo regido por la Luna , preserva, conserva, guarda, contiene y protege. Como el cangrejo, animal primigenio, vive en las fronteras del inconsciente y del consciente . Cáncer es el signo que nos recuerda que para avanzar y crecer en la rueda evolutiva tenemos que detenernos e ir hacia atrás. Por eso el cangrejo no camina en línea recta hacia delante. La función de este arquetipo es recordarnos que el tiempo no es lineal, que el camino no es una flecha hacia adelante y que el aparente retroceso que estemos haciendo o sintiendo en este momento es un paso firme hacia lo nuevo, aunque tenga sabor a pasado.
Este es un tiempo en que recuperamos memorias. Algo antiguo se actualiza. La razón o función de este proceso es que no perdamos la continuidad de nuestro hilo biográfico, que no olvidemos nuestro propósito y origen, que no nos perdamos. Los estímulos y distracciones, las proyecciones de nuestra mente, la urgencia o el entusiasmo creativo nos puede llevar a acelerarnos. Entonces, Cáncer nos recuerda e invita a volver a casa, a recapitular, a retrasar nuestros pasos antes de seguir caminando. Es un signo conservador. Conserva la memoria, conserva la energía que entrelaza y vincula los eventos de nuestra vida, conserva los valores básicos sobre los cuales edificamos nuestras creencias y creaciones. Este llamado a volver hacia atrás nos pide que cuidemos las raíces y que no nos olvidemos de nuestro origen.
La Luna nueva en Cáncer nos invita a honrar nuestras raíces, nuestro origen y nuestra herencia. Ir hacia las raíces implica bajar, descender, entrar en lo profundo. Este movimiento es uterino. Volvemos al pasado, recapitulamos nuestro origen, pasamos por las memorias más próximas, cruzamos el umbral de nuestra infancia y entramos en el reino que precede la palabra : papá, mamá, la teta, la piel, el calor, nuestro nacimiento, nuestra gestación, cómo estaba nuestra madre mientras crecíamos en su vientre, el agua fecundadora de nuestro padre, el agua de nuestra madre, la sangre de nuestros abuelos y abuelas, nuestro linaje.
La Luna en Cáncer mueve el agua profunda de las narrativas ocultas, las improntas e imágenes guardadas, las memorias invisibles que nos pueblan. Antes de la palabra sentíamos y llorábamos, expresábamos con el cuerpo, no sabíamos pedir. Completamente vulnerables y dependientes, pura esencia de vida en manos de otros, nuestro cuerpo se fue codificando con toda la información del primer ecosistema que nos acogió. Esos primeros meses y años de vida en los que, como esponjas sin límites y defensas, absorbimos todo lo que se nos dio y todo lo que nos faltó.
Nuestro sistema de defensas, ese caparazón del cangrejo que preserva la blandura delicada de nuestro ser, se armó, capa a capa. Este es el origen de nuestra manera de ser y estar en el mundo. Esta Luna nueva en Cáncer nos da la oportunidad de observar que limitaciones defensivas necesitan ser liberadas. Qué aspectos de nuestro pasado y de nuestra herencia seguimos cargando como muertos vivos hoy. Esta Luna nos invita a honrar cualquier trauma o dolor profundo que esté codificado en nuestra células. Solo honrándolo lo podemos liberar. Solo viéndolo y aceptándolo –nombrándolo- nos podemos liberar.
Esta Luna nueva se da en conjunción con Mercurio que nos indica que el sentir tiene la palabra y que hay un diálogo interno que necesita ser honrado. Hay voces que se mueven en nuestro interior que necesitan ser escuchadas y a las cuales nosotros también queremos hablarles.
La Luna nueva en Cáncer quiere que nos relacionemos con nuestra historia. Si no establecemos un contacto consciente con nuestra biografía y con las improntas de nuestra crianza, éstas nos devoran el devenir. Los bloqueos del hoy, son voces invisibilizadas y silenciadas del pasado. Darle voz y forma al dolor lo libera y nos libera.
Bajo esta Luna nueva en Cáncer el miedo vuelve a hablarnos. Nuestra necesidad de seguridad, apoyo, calor, nutrición, cobijo nos habla. Memorias de desamparo, abandono, desahucios y exilios emergen del inconsciente humanitario. ¿son tiempos seguros? ¿lo han sido alguna vez? ¿podemos abrazar la vida honrando la vulnerabilidad e incertidumbre?
Las semanas previas a la Luna nueva nos darán las pistas sobre qué memorias profundas han salido a la superficie. Es tiempo de preguntar y escuchar. La escenas que nos encarcelan hoy tienen una escena en el pasado codificada con las mismas características. Si viajamos al pasado y liberamos la memoria y el sentir de esa experiencia, abrimos la puerta al presente.
Este momento del mes, y las semanas que nos llevan a la próxima Luna llena, son propicias para abrirnos a este proceso. Propicio quiere decir que tenemos todo el apoyo del Universo para dar estos pasos. Propicio quiere decir que nuestra intención y movimiento es escuchado. Propicio quiere decir que cuando abrimos esta puerta estamos dentro del orden natural. Si sentimos que tocamos un punto sensible, que nos faltan recursos para ir a la raíz, que algo invisible nos quiere hablar y no logramos escuchar con claridad, entonces es un momento propicio para pedir apoyo.
Pedir ayuda implica reconocer nuestra limitación y dificultad en desarmar alguna dureza que hemos construido y que hasta ahora nos ha dado seguridad y protección y que hoy, rígida, nos hiere. Una mirada externa y amiga, que con amor y respeto, pueda y sepa mostrarnos nuestro punto ciego. Voz que se hace extensión de nuestra intención y de nuestro deseo de comunicarnos con lo olvidado, de traer a la luz lo que está oculto. Esta Luna nueva nos convoca a la conversación íntima, a la proximidad cálida del espacio seguro y compartido, sea una amistad, nuestra pareja, un apoyo terapéutico. Lo vital es que el calor de lo íntimo ablanda la dureza y permite que el agua congelada del dolor brote segura. Esta agua tiene mucho que contar. Solo necesitamos abrir un espacio en la cual acogerla y escucharla cantar milenaria la canción de nuestra raíz.
Cuando tocamos la puerta y pedimos vínculo, contacto, intimidad, solo buscamos la madre, el padre, el hermano, la hermana que nos ayude a recordar nuestra esencia. No tocamos la puerta a una autoridad que nos dice lo que tenemos que hacer, o cómo lo tenemos que hacer. Tocamos la puerta a la materialización externa de una voz interna benévola y amorosa que nos guie de vuelta a casa. Que nos apoya incondicional en nuestro camino, y que se hace espejo de esa nutrición y apoyo interno que estamos cultivando y cuidando.
A partir de esta Luna nos quedarán seis meses para que Saturno salga del signo de Sagitario y entre en el signo de Capricornio, signo opuesto a Cáncer. Los procesos que vivamos hoy, las decisiones y realizaciones que tomemos y tengamos bajo esta lunación -y en las próximas dos semanas- tendrán un impacto en el solsticio de Diciembre y en la materialización de nuestros sueños en los próximos dos años. En estos momentos lo recomendable es no escapar, de ir a lo profundo, de entrar y dialogar con la raíz .
Hay un potencial oculto en esta Luna nueva que se revelará dentro de seis meses. La llamada es a la madurez y la profundidad, a cuidar la raíz y a responsabilizarnos. Esto puede implicar tener que elegir entre una cosa y otra, implica una renuncia. Esta renuncia también nos habla de una sensación de pérdida. Esta renuncia hace parte del paisaje de esta lunación. Responsabilizarnos implica honrar el dolor de nuestras pérdidas.
Si algo nos enseña la Luna es que el inconsciente es un lugar compartido. Ella está arriba y nos mira a todos y todos tenemos las mismas memorias primigenias codificadas en nuestros huesos. Nuestros ancestros laten vivos en nuestro ADN y el origen del origen es uno y único en la misma raíz que nos une. Desde este principio nos reconocernos como una misma familia humana, recipiente de las mismas narrativas, guardianes de las mismas heridas, hermanados y hermanadas en el camino sagrado del Agua y del Ser. Estamos recordando juntos el camino a casa.
Paloma Todd