sábado, 17 de agosto de 2013





Perder un sueño es como perder una fortuna, qué digo, es peor. Nuestro pecado es haber perdido nuestros sueños. Sin embargo hay que ser fuertes y aunque uno se sienta cansado decirse: “Estoy cansado ahora, estoy arrepentido ahora, pero no lo estaré mañana”. Esa es la verdad: mañana la vida no puede ser esto. Habrá que cambiarla aunque haya que quemarlos vivos a todos. 
Roberto Arlt


Astros & Erotismo: ¿cómo sos como amante según tu signo? Hay signos lujuriosos, libidinosos, fornicios y concupiscentes. Cada uno es diferente a la hora del amor y la pasión. ¿Cómo sos en la cama según el zodíaco? Una guía para conocerte y conocer a tu pareja.

El Sol, la Luna, Marte y Venus configuran nuestro carácter y nuestra personalidad emocional. Cada Signo zodiacal muestra una forma de comportamiento, un patrón de conducta. La posición del Sol en el instante de nacer (nuestro Signo) nos permite saber cuál será esa forma en cada grupo de individuos y, aunque no hay dos personas iguales, los modelos de conducta celestes dejan una huella profunda en el comportamiento humano y la manera en que se vincula con los demás.

¿Quién es quién en el zodíaco?


La relación sexual propiamente dicha está expresada en la Carta Natal por los planetas Venus y Marte. Marte es el planeta que representa al hombre en pleno uso de sus capacidades sexuales y al acto sexual en sí. Su complemento, Venus, es el planeta femenino, el planeta del amor y del placer, que no representa un amor puro y sacrificado, sino al contrario. A Venus le gusta divertirse cantar, bailar, hacer el amor y beber licores.


Desde la más remota antigüedad hubo Signos a los que se les adjudicaba un mayor apetito sexual. Éstos eran los Signos de regencia de Marte: Aries y Escorpio y Capricornio donde Marte está exaltado; también se incluye a Leo, donde Marte se ve reforzado y a veces exagerado. Los Signos de Venus como Tauro y Piscis(donde Venus está exaltada) se inclinan a la búsqueda exagerada del placer; Libra (domicilio de Venus) también se incluye en esta clasificación pero su componente de aire enfriará un tanto a Venus a través de la mente y la imaginación.




Signo por Signo


Aries. Aries es el Signo de la acción apasionada. Es lanzado, temerario e impetuoso. Lo suyo es la conquista, sea varón o mujer llevará la iniciativa. Los amores les duran poco, pero eso no les importa. Les gustan las relaciones ardientes, atrevidas y el sexo tórrido. Con ellos disfrutarás de sesiones múltiples de sexo intenso pero rápido. Es común que a lo largo de su vida estos nativos vivan relaciones turbulentas o amores que les traigan dificultades






Tauro. Su naturaleza es tan fuertemente sensual y sexual que puede llevarlos a los excesos. Estos nativos no están a la búsqueda de la variedad en el amor o de nuevas experiencias, son de sentimientos profundos y fuertes. Sin embargo, pueden inclinarse fácilmente a la posesión afectiva. Son especialmente sensibles a los sentidos, les atraen las texturas suaves, los masajes con aceite perfumado y todo aquello que sea apetitoso y huela bien. El sexo y la comida son para ellos una gran fuente de placeres sensoriales.






Géminis. Curiosos e imaginativos, necesitan una pareja con variedad de ideas e iniciativas, o ¿porqué no? variedad en las parejas. Son duales e infieles por naturaleza, les gusta investigar, cambiar y experimentar en busca de un ideal teórico difícil de alcanzar. El sexo para ellos empieza en la cabeza. Son desinhibidos e imaginativos, les gusta probar de todo, son expertos en juguetes sexuales y poses nuevas. Hablan cuando practican el sexo y hablan cuando dejan de practicarlo.






Cáncer. Son buenos amantes, sensuales, fantasiosos e imaginativos. Se inclinan por la oralidad. Son tan emotivos que puede llegar a los excesos. Sus sentimientos son profundos, pero cambiantes, aunque es capaz de tenacidad y fidelidad en lo que a afectos concierne. Caprichosos, suelen experimentar cambios importantes en sus relaciones. Tanto el hombre como la mujer son protectores, hogareños y prefieren la intimidad del “nido”. Cuidado con su proverbial mal humor y con los reproches.






Leo. Como corresponde a una persona de Fuego, los Leo quieren acción. Sus afectos y emociones son encendidos. A Leo le encanta el juego previo, un espejo bien ubicado en el dormitorio donde se pueda reflejar su ondulante melena nunca estará de más. Así como el Sol es el centro del universo a Leo le gusta que el mundo gire a su alrededor, su naturaleza generosa hará que su amante sienta también especial. Leo requiere de una compañía que le siga el ritmo. En las relaciones es dominante y le gusta tener todo bajo control.






Virgo. Son poco sentimentales y afectuosos, algo rencorosos y además son celosos a causa de su inseguridad. Son muy perfeccionistas, les cuesta mucho encontrar a la persona ideal, siempre encuentran defectos en la pareja. Para despertar el amor de Virgo se necesita mucha educación, buenos modales, higiene y limpieza, nada de olores, ni de ruidos, ni de gestos ni de vicios. A Virgo hay que darle seguridad económica, seguridad afectiva y limpieza y aún así pueden no estar conformes, son críticos y perfeccionistas.






Libra. Libra tiene mucha necesidad de simpatía, amor y entendimiento ya que suelen ser fácilmente alterables y cambiantes. Son románticos y, generalmente, van de amor en amor, aunque pueden ser fieles si llegan a encontrar la pareja adecuada. A Libra le encanta la seducción, el juego previo y las charlas que desembocan en acción. Son amantes de lo poético y toman iniciativas. No hay ningún Signo con tanta voluntad como Libra para evitar hechos desagradables, prefieren ignorar todo tipo de fealdad y construir un mundo de acuerdo a su propia imaginación.






Escorpio. Son románticos, receptivos, tiernos y magnéticos; sus sentimientos son profundos pero egoístas. En el amor más que entregarse, tratan de poseer. Son insaciables, nunca creen que los quieren lo suficiente, siempre necesitan más. Los Escorpio necesitan ser tocados con cierta asiduidad, necesitan el tacto, que les rocen la piel o que los acaricien. En el amor, son de pocas palabras, en esta área de la existencia es donde se muestran más apasionados. Su nivel de deseo es superior a la media, pero su mítica potencia sexual se desvanece en la convivencia, pues siempre tiene motivos para enojarse por celos u otras cuestiones que no son más que excusas para recuperar su apasionamiento. A menudo utilizan el sexo para seducir y controlar.








Sagitario. Sagitario es un Signo abierto, filosófico y con un profundo idealismo y amor por la libertad. Como sucede con los otros Signos de Fuego son ardientes y apasionados. Su natural afán por aprender lo vuelve un amante muy curioso. Optimistas y entusiastas, son seductores e inquietos. Siempre están en busca de aventuras, pueden ser demasiado temerarios y faltos de tacto, pero su honestidad sin reparos lo convierte al mismo tiempo que en amante, en un buen amigo y compañero. Entiende la pareja con cierto grado de independencia en la que cada uno pueda ser y hacer lo que desea. Necesitan ejercicio regular en la cama y fuera de ella.






Capricornio. Los nativos de Capricornio nacen “jefes”, no se contentan con manejar su vida y la de su pareja, quieren hacerlo con todos los demás. Es un Signo ambicioso y decidido, dispuesto a hacer lo necesario para lograr lo que quiere también en el amor. Muy reservados, manifiestan poco sus sentimientos, les cuesta sentirse queridos, son de difícil equilibro emocional y desconfiados. Pero detrás de un aparentemente frío Capricornio se encuentra un ardiente fuego interior. Cuando entrega su amor, es un amor total y trabaja duramente para conservarlo. Suelen padecer dolores de rodilla y articulaciones, unos masajes con aceite tibio para descontracturar esas zonas harán maravillas a la hora del amor.






Acuario. Son personas brillantes, divertidas, imprevisibles y desapegadas. No son demasiado románticos ni emocionales, les fascina lo raro, lo exótico, lo original y todo aquello que esté de moda. No tienen inhibiciones ni tabúes a la hora del amor, pueden ser, por eso, algo exhibicionistas. Como norma general, tampoco son celosos ni posesivos. Los cautiva la inteligencia y las ideas de avanzada pero necesitan una pareja que los ayude a contactarse con sus sentimientos más íntimos y les enseñe cómo dejar de lado el frío análisis mental.






Piscis. Son las personas más emotivas y sensuales del zodiaco. Son románticos, receptivos, tiernos, magnéticos, misteriosos e infieles. Las relaciones románticas tienen una influencia muy notable en la vida de los Piscis cuyas emociones corren muy profundas. Poseen una naturaleza sensible y espiritual, sus relaciones se caracterizan por la imaginación, la sensibilidad y las emociones intensas. A la hora del amor se entregan por completo. El juego sexual en el agua es su mayor fantasía.




Patricia Kesselman

viernes, 16 de agosto de 2013

Colinas como elefantes blancos de Ernest Hemingway

Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles. Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas. El norteamericano y la muchacha que iba con él tomaron asiento en una mesa a la sombra, fuera del edificio. Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en cuarenta minutos. Se detenía dos minutos en este entronque y luego seguía hacia Madrid.
-¿Qué tomamos? -preguntó la muchacha. Se había quitado el sombrero y lo había puesto sobre la mesa.

-Hace calor -dijo el hombre.

-Tomemos cerveza.

-Dos cervezas -dijo el hombre hacia la cortina.

-¿Grandes? -preguntó una mujer desde el umbral.

-Sí. Dos grandes.

La mujer trajo dos tarros de cerveza y dos portavasos de fieltro. Puso en la mesa los portavasos y los tarros y miró al hombre y a la muchacha. La muchacha miraba la hilera de colinas. Eran blancas bajo el sol y el campo estaba pardo y seco.

-Parecen elefantes blancos -dijo.

-Nunca he visto uno -el hombre bebió su cerveza.

-No, claro que no.

-Nada de claro -dijo el hombre-. Bien podría haberlo visto.

La muchacha miró la cortina de cuentas.

-Tiene algo pintado -dijo-. ¿Qué dice?

-Anís del Toro. Es una bebida.

-¿Podríamos probarla?

-Oiga -llamó el hombre a través de la cortina.

La mujer salió del bar.

-Cuatro reales.

-Queremos dos de Anís del Toro.

-¿Con agua?

-¿Lo quieres con agua?

-No sé -dijo la muchacha-. ¿Sabe bien con agua?

-No sabe mal.

-¿Los quieren con agua? -preguntó la mujer.

-Sí, con agua.

-Sabe a orozuz -dijo la muchacha y dejó el vaso.

-Así pasa con todo.

-Sí -dijo la muchacha-. Todo sabe a orozuz. Especialmente las cosas que uno ha esperado tanto tiempo, como el ajenjo.

-Oh, basta ya.

-Tú empezaste -dijo la muchacha-. Yo me divertía. Pasaba un buen rato.

-Bien, tratemos de pasar un buen rato.

-De acuerdo. Yo trataba. Dije que las montañas parecían elefantes blancos. ¿No fue ocurrente?

-Fue ocurrente.

-Quise probar esta bebida. Eso es todo lo que hacemos, ¿no? ¿Mirar cosas y probar bebidas?

-Supongo.

La muchacha contempló las colinas.

-Son preciosas colinas -dijo-. En realidad no parecen elefantes blancos. Sólo me refería al color de su piel entre los árboles.

-¿Tomamos otro trago?

-De acuerdo.

El viento cálido empujaba contra la mesa la cortina de cuentas.

-La cerveza está buena y fresca -dijo el hombre.

-Es preciosa -dijo la muchacha.

-En realidad se trata de una operación muy sencilla, Jig -dijo el hombre-. En realidad no es una operación.

La muchacha miró el piso donde descansaban las patas de la mesa.

-Yo sé que no te va a afectar, Jig. En realidad no es nada. Sólo es para que entre el aire.

La muchacha no dijo nada.

-Yo iré contigo y estaré contigo todo el tiempo. Sólo dejan que entre el aire y luego todo es perfectamente natural.

-¿Y qué haremos después?

-Estaremos bien después. Igual que como estábamos.

-¿Qué te hace pensarlo?

-Eso es lo único que nos molesta. Es lo único que nos hace infelices.

La muchacha miró la cortina de cuentas, extendió la mano y tomó dos de las sartas.

-Y piensas que estaremos bien y seremos felices.

-Lo sé. No debes tener miedo. Conozco mucha gente que lo ha hecho.

-Yo también -dijo la muchacha-. Y después todos fueron tan felices.

-Bueno -dijo el hombre-, si no quieres no estás obligada. Yo no te obligaría si no quisieras. Pero sé que es perfectamente sencillo.

-¿Y tú de veras quieres?

-Pienso que es lo mejor. Pero no quiero que lo hagas si en realidad no quieres.

-Y si lo hago, ¿serás feliz y las cosas serán como eran y me querrás?

-Te quiero. Tú sabes que te quiero.

-Sí, pero si lo hago, ¿volverá a parecerte bonito que yo diga que las cosas son como elefantes blancos?

-Me encantará. Me encanta, pero en estos momentos no puedo disfrutarlo. Ya sabes cómo me pongo cuando me preocupo.

-Si lo hago, ¿nunca volverás a preocuparte?

-No me preocupará que lo hagas, porque es perfectamente sencillo.

-Entonces lo haré. Porque yo no me importo.

-¿Qué quieres decir?

-Yo no me importo.

-Bueno, pues a mí sí me importas.

-Ah, sí. Pero yo no me importo. Y lo haré y luego todo será magnífico.

-No quiero que lo hagas si te sientes así.

La muchacha se puso en pie y caminó hasta el extremo de la estación. Allá, del otro lado, había campos de grano y árboles a lo largo de las riberas del Ebro. Muy lejos, más allá del río, había montañas. La sombra de una nube cruzaba el campo de grano y la muchacha vio el río entre los árboles.

-Y podríamos tener todo esto -dijo-. Y podríamos tenerlo todo y cada día lo hacemos más imposible.

-¿Qué dijiste?

-Dije que podríamos tenerlo todo.

-Podemos tenerlo todo.

-No, no podemos.

-Podemos tener todo el mundo.

-No, no podemos.

-Podemos ir adondequiera.

-No, no podemos. Ya no es nuestro.

-Es nuestro.

-No, ya no. Y una vez que te lo quitan, nunca lo recobras.

-Pero no nos los han quitado.

-Ya veremos tarde o temprano.

-Vuelve a la sombra -dijo él-. No debes sentirte así.

-No me siento de ningún modo -dijo la muchacha-. Nada más sé cosas.

-No quiero que hagas nada que no quieras hacer…

-Ni que no sea por mi bien -dijo ella-. Ya sé. ¿Tomamos otra cerveza?

-Bueno. Pero tienes que darte cuenta…

-Me doy cuenta -dijo la muchacha.- ¿No podríamos callarnos un poco?

Se sentaron a la mesa y la muchacha miró las colinas en el lado seco del valle y el hombre la miró a ella y miró la mesa.

-Tienes que darte cuenta -dijo- que no quiero que lo hagas si tú no quieres. Estoy perfectamente dispuesto a dar el paso si algo significa para ti.

-¿No significa nada para ti? Hallaríamos manera.

-Claro que significa. Pero no quiero a nadie más que a ti. No quiero que nadie se interponga. Y sé que es perfectamente sencillo.

-Sí, sabes que es perfectamente sencillo.

-Está bien que digas eso, pero en verdad lo sé.

-¿Querrías hacer algo por mi?

-Yo haría cualquier cosa por ti.

-¿Querrías por favor por favor por favor por favor callarte la boca?

Él no dijo nada y miró las maletas arrimadas a la pared de la estación. Tenían etiquetas de todos los hoteles donde habían pasado la noche.

-Pero no quiero que lo hagas -dijo-, no me importa en absoluto.

-Voy a gritar -dijo la muchacha.

La mujer salió de la cortina con dos tarros de cerveza y los puso en los húmedos portavasos de fieltro.

-El tren llega en cinco minutos -dijo.

-¿Qué dijo? -preguntó la muchacha.

-Que el tren llega en cinco minutos.

La muchacha dirigió a la mujer una vívida sonrisa de agradecimiento.

-Iré llevando las maletas al otro lado de la estación -dijo el hombre. Ella le sonrió.

-De acuerdo. Ven luego a que terminemos la cerveza.

Él recogió las dos pesadas maletas y las llevó, rodeando la estación, hasta las otras vías. Miró a la distancia pero no vio el tren. De regresó cruzó por el bar, donde la gente en espera del tren se hallaba bebiendo. Tomó un anís en la barra y miró a la gente. Todos esperaban razonablemente el tren. Salió atravesando la cortina de cuentas. La muchacha estaba sentada y le sonrió.

-¿Te sientes mejor? -preguntó él.

-Me siento muy bien -dijo ella-. No me pasa nada. Me siento muy bien.



La mujer del boticario Anton Chejov

La pequeña ciudad de B***, compuesta de dos o tres calles torcidas, duerme con sueño profundo. El aire, quieto, está lleno de silencio. Sólo a lo lejos, en algún lugar seguramente fuera de la ciudad, suena el débil y ronco tenor del ladrido de un perro. El amanecer está próximo.
Hace tiempo que todo duerme. Tan sólo la joven esposa del boticario Chernomordik, propietario de la botica del lugar, está despierta. Tres veces se ha echado sobre la cama; pero, sin saber por qué, el sueño huye tercamente de ella. Sentada, en camisón, junto a la ventana abierta, mira a la calle. Tiene una sensación de ahogo, está aburrida y siente tal desazón que hasta quisiera llorar. ¿Por qué...? No sabría decirlo, pero un nudo en la garganta la oprime constantemente... Detrás de ella, unos pasos más allá y vuelto contra la pared, ronca plácidamente el propio Chernomordik. Una pulga glotona se ha adherido a la ventanilla de su nariz, pero no la siente y hasta sonríe, porque está soñando con que toda la ciudad tose y no cesa de comprarle Gotas del rey de Dinamarca. ¡Ni con pinchazos, ni con cañonazos, ni con caricias, podría despertárselo!

La botica está situada al extremo de la ciudad, por lo que la boticaria alcanza a ver el límite del campo. Así, pues, ve palidecer la parte este del cielo, luego la ve ponerse roja, como por causa de un gran incendio. Inesperadamente, por detrás de los lejanos arbustos, asoma tímidamente una luna grande, de ancha y rojiza faz. En general, la luna, cuando sale de detrás de los arbustos, no se sabe por qué, está muy azarada. De repente, en medio del silencio nocturno, resuenan unos pasos y un tintineo de espuelas. Se oyen voces.

"Son oficiales que vuelven de casa del policía y van a su campamento", piensa la mujer del boticario.

Poco después, en efecto, surgen dos figuras vestidas de uniforme militar blanco. Una es grande y gruesa; otra, más pequeña y delgada. Con un andar perezoso y acompasado, pasan despacio junto a la verja, conversando en voz alta sobre algo. Al acercarse a la botica, ambas figuras retrasan aún más el paso y miran a las ventanas.

-Huele a botica -dice el oficial delgado-. ¡Claro..., como que es una botica...! ¡Ah...! ¡Ahora que me acuerdo... la semana pasada estuve aquí a comprar aceite de ricino! Aquí es donde hay un boticario con una cara agria y una quijada de asno. ¡Vaya quijada...! Con una como ésa, exactamente, venció Sansón a los filisteos.

-Si... -dice con voz de bajo el gordo-. Ahora la botica está dormida... La boticaria estará también dormida... Aquí, Obtesov, hay una boticaria muy guapa.

-La he visto. Me gusta mucho. Diga, doctor: ¿podrá querer a ese de la quijada? ¿Será posible?

-No. Seguramente no lo quiere -suspira el doctor con expresión de lástima hacia el boticario-. ¡Ahora, guapita..., estarás dormida detrás de esa ventana...! ¿No crees, Obtesov? Estará con la boquita entreabierta, tendrá calor y sacará un piececito. Seguro que el tonto boticario no entiende de belleza. Para él, probablemente, una mujer y una botella de lejía es lo mismo.

-Oiga, doctor... -dice el oficial, parándose- ¿ Y si entráramos en la botica a comprar algo? Puede que viéramos a la boticaria.

-¡Qué ocurrencia! ¿Por la noche?

-¿Y qué...? También por la noche tienen obligación de despachar. Anda, amigo... Vamos.

-Como quieras.

La boticaria, escondida tras los visillos, oye un fuerte campanillazo y, con una mirada a su marido, que continúa roncando y sonriendo dulcemente, se echa encima un vestido, mete los pies desnudos en los zapatos y corre a la botica.

A través de la puerta de cristal, se distinguen dos sombras. La boticaria aviva la luz de la lámpara y corre hacia la puerta para abrirla. Ya no se siente aburrida ni desazonada, ya no tiene ganas de llorar, y sólo el corazón le late con fuerza. El médico, gordiflón, y el delgado Obtesov entran en la botica. Ahora ya puede verlos bien. El gordo y tripudo médico tiene la tez tostada y es barbudo y torpe de movimientos. Al más pequeño de éstos le cruje su uniforme y le brota el sudor en el rostro. El oficial es de tez rosada y sin bigote, afeminado y flexible como una fusta inglesa.

-¿Qué desean ustedes? -pregunta la boticaria, ajustándose el vestido.

-Denos... quince kopeks de pastillas de menta.

La boticaria, sin apresurarse, coge del estante un frasco de cristal y empieza a pesar las pastillas. Los compradores, sin pestañear, miran su espalda. El médico entorna los ojos como un gato satisfecho, mientras el teniente permanece muy serio.

-Es la primera vez que veo a una señora despachando en una botica -dice el médico.

-¡Qué tiene de particular! -contesta la boticaria mirando de soslayo el rosado rostro de Obtesov-. Mi marido no tiene ayudantes, por lo que siempre lo ayudo yo.

-¡Claro...! Tiene usted una botiquita muy bonita... ¡Y qué cantidad de frascos distintos..! ¿No le da miedo moverse entre venenos...? ¡ Brrr...!

La boticaria pega el paquetito y se lo entrega al médico. Obtesov saca los quince kopeks. Trascurre medio minuto en silencio... Los dos hombres se miran, dan un paso hacia la puerta y se miran otra vez.

-Deme diez kopeks de sosa -dice el médico.

La boticaria, otra vez con gesto perezoso y sin vida, extiende la mano hacia el estante.

-¿No tendría usted aquí, en la botica, algo...? -masculla Obtesov haciendo un movimiento con los dedos-. Algo... que resultara como un símbolo de algún líquido vivificante...? Por ejemplo, agua de seltz. ¿Tiene usted agua de seltz?

-Si, tengo -contesta la boticaria.

-¡Bravo...! ¡No es usted una mujer! ¡Es usted un hada...! ¿Podría darnos tres botellas...?

-La boticaria pega apresurada el paquete de sosa y desaparece en la oscuridad, tras de la puerta.

-¡Un fruto como éste no se encontraría ni en la isla de Madeira! ¿No le parece? Pero escuche... ¿no oye usted un ronquido? Es el propio señor boticario, que duerme.

Pasa un minuto, la boticaria vuelve y deposita cinco botellas sobre el mostrador. Como acaba de bajar a la cueva, está encendida y algo agitada.

-¡Chis! -dice Obtesov cuando al abrir las botellas deja caer el sacacorchos-. No haga tanto ruido, que se va a despertar su marido.

-¿Y qué importa que se despierte?

-Es que estará dormido tan tranquilamente... soñando con usted... ¡A su salud! ¡Bah...! -dice con su voz de bajo el médico, después de eructar y de beber agua de seltz-. ¡Eso de los maridos es una historia tan aburrida...! Lo mejor que podrían hacer es estar siempre dormidos. ¡Oh, si a esta agua se le hubiera podido añadir un poco de vino tinto!

-¡Qué cosas tiene! -ríe la boticaria.

-Sería magnífico. ¡Qué lástima que en las boticas no se venda nada basado en alcohol! Deberían, sin embargo, vender el vino como medicamento. Y vinum gallicum rubrum..., ¿tiene usted?

-Sí, lo tenemos.

-Muy bien; pues tráiganoslo, ¡qué diablo...! ¡Tráigalo!

-¿Cuánto quieren?

-¡Cuantum satis! Empecemos por echar una onza de él en el agua, y luego veremos. ¿No es verdad? Primero con agua, y después, per se.

-El médico y Obtesov se sientan al lado del mostrador, se quitan los gorros y se ponen a beber vino tinto.

-¡Hay que confesar que es malísimo! ¡Que es un vinum malissimum!

-Pero con una presencia así... parece un néctar.

-¡Es usted maravillosa, señora! Le beso la mano con el pensamiento.

-Yo hubiera dado mucho por poder hacerlo no con el pensamiento -dice Obtesov-. ¡Palabra de honor que hubiera dado la vida!

-¡Déjese de tonterías! -dice la señora Chernomordik, sofocándose y poniendo cara seria.

-Pero ¡qué coqueta es usted...! -ríe despacio el médico, mirándola con picardía-. Sus ojitos disparan ¡pif!, ¡paf!, y tenemos que felicitarla por su victoria, porque nosotros somos los conquistados.

La boticaria mira los rostros sonrosados, escucha su charla y no tarda en animarse a su vez. ¡Oh...! Ya está alegre, ya toma parte en la conversación, ríe y coquetea, y por fin después de hacerse rogar mucho de los compradores, bebe dos onzas de vino tinto.

-Ustedes, señores oficiales, deberían venir más a menudo a la ciudad desde el campamento -dice-, porque esto, si no, es de un aburrimiento atroz. ¡Yo me muero de aburrimiento!

-Lo creo -se espanta el médico-. ¡Una niña tan bonita! ¡Una maravilla así de la naturaleza, y en un rincón tan recóndito! ¡Qué maravillosamente bien lo dijo Griboedov! "¡Al rincón recóndito! ¡Al Saratov...!" Ya es hora, sin embargo, de que nos marchemos. Encantados de haberla conocido..., encantadísimos... ¿Qué le debemos?

La boticaria alza los ojos al techo y mueve los labios durante largo rato.

-Doce rublos y cuarenta y ocho kopeks -dice.

Obtesov saca del bolsillo una gruesa cartera, revuelve durante largo tiempo un fajo de billetes y paga.

-Su marido estará durmiendo tranquilamente... estará soñando... -balbucea al despedirse, mientras estrecha la mano de la boticaria.

-No me gusta oír tonterías.

-¿Tonterías? Al contrario... Éstas no son tonterías... Hasta el mismo Shakespeare decía: "Bienaventurado aquel que de joven fue joven..."

-¡Suelte mi mano!

Por fin, los compradores, tras larga charla, besan la mano de la boticaria e indecisos, como si se dejaran algo olvidado, salen de la botica. Ella corre a su dormitorio y se sienta junto a la ventana. Ve cómo el teniente y el doctor, al salir de la botica, recorren perezosamente unos veinte pasos. Los ve pararse y ponerse a hablar de algo en voz baja. ¿De qué? Su corazón late, le laten las sienes también... ¿Por qué...? Ella misma no lo sabe. Su corazón palpita fuertemente, como si lo que hablaran aquellos dos en voz baja fuera a decidir su suerte. Al cabo de unos minutos el médico se separa de Obtesov y se aleja, mientras que Obtesov vuelve. Una y otra vez pasa por delante de la botica... Tan pronto se detiene junto a la puerta como echa a andar otra vez. Por fin, suena el discreto tintineo de la campanilla.

La boticaria oye de pronto la voz de su marido, que dice:

-¿Qué...? ¿Quién está ahí? Están llamando. ¿Es que no oyes...? ¡Qué desorden!

Se levanta, se pone la bata y, tambaleándose todavía de sueño y con las zapatillas en chancletas, se dirige a la botica.

-¿Qué es? ¿ Qué quiere usted? pregunta a Obtesov.

-Deme..., deme quince kopeks de pastillas de menta.

Respirando ruidosamente, bostezando, quedándose dormido al andar y dándose con las rodillas en el mostrador, el boticario se empina hacia el estante y coge el frasco...

Unos minutos después la boticaria ve salir a Obtesov de la botica, le ve dar algunos pasos y arrojar al camino lleno de polvo las pastillas de menta. Desde una esquina, el doctor le sale al encuentro. Al encontrarse, ambos gesticulan y desaparecen en la bruma matinal.

-¡Oh, qué desgraciada soy! -dice la boticaria, mirando con enojo a su marido, que se desviste rápidamente para volver a echar a dormir-. ¡Que desgraciada soy! -repite.

Y de repente rompe a llorar con amargas lágrimas Y nadie... nadie sabe...

-Me he dejado olvidados quince kopeks en el mostrador -masculla el boticario, arropándose en la manta-. Haz el favor de guardarlos en la mesa.

Y al punto se queda dormido.


Para olvidarme de ti
voy a cultivar la tierra
en ella espero encontrar
remedio para mi pena
aquí plantaré el rosal
de las espinas más gruesas,
tendré lista la corona,
para cuando en mi te mueras

Para mi tristeza violeta azul,
Clavelina roja pa' mi pasión,
y para saber si me corresponde,
deshojo un blanco manzanillón
Si me quiere mucho, poquito o nada
Tranquilo queda mi corazón

Creciendo irá poco a poco
los alegres pensamientos,
cuando ya estén florecidos
Irán lejos tu recuerdos
De la flor de la amapola,
Seré su mejor amiga,
La pondré bajo la almohada,
Para dormirme tranquila.

Para mi tristeza...etc.

Cogollo de toronjil,
Cuando me aumenten las penas,
Las flores de mi jardín,
Han de ser mis enfermeras.
Y si acaso yo me ausento,
Antes que tu arrepientas,
Heredarás estas flores,
Ven a curarte con ellas



La Jardinera - Violeta Parra


EL MIEDO A DESTACARSE:

El diccionario define como “mediocre” a “aquél que no tiene capacidad para la actividad que realiza”. Y la mediocridad se hace ver fácilmente, sí. Pero la definición que da el diccionario me parece incompleta: también resultamos mediocres cuando VIVIMOS POR DEBAJO DE LAS CAPACIDADES QUE SÍ TENEMOS, achicándonos para que no suceda algo que percibimos como terrible, con riesgo de vida, cortando nuestra respiración y bañándonos en sudor: DESTACARNOS EN LO QUE PODEMOS HACER BIEN.

Algunas personas “solucionaron” esto de la peor manera: EVITÁNDOLO PARA SIEMPRE. Suelo decir que es quien elige hacer un bonsái de sí mismo, cortándose ramas y raíces permanentemente como para ser lo tan mínimo como le sea posible: SE ESFUERZA POR SER INSIGNIFICANTE. El costo es una profunda sensación de autotraición, densa y persistente... Ser mediocre por elección es algo que se percibe como una falta de lealtad a nuestra esencia.

Abraham Maslow decía que en ese caso la persona respondería a una COERSIÓN A LA MEDIA que la sociedad produce: desde lo instintivo, una parte del individuo teme a que SI SE DESTACA, perderá su lugar en lo gregario, quedando solo; también teme que algunas personas del conjunto al que pertenece LO AGREDAN si se destaca, cosa que, lamento decirlo, SÍ, SUCEDE! Porque, también desde lo instintivo, gregariamente el animal humano o bien sigue como líder a quien sobresale en algo, o bien procura derribarlo PARA QUE LA MEDIA NO CREZCA y él mismo no quede segregado del conjunto: “Si éste se despliega me muestra que yo no; y si muchos lo van haciendo, yo quedaré segregado entre los peores, y no en el promedio en el que estoy. Lo derribaré!”. Me explico?

Ahora: entre convertirme en un bonsai basándome en temores instintivos, o, en cambio, JUGARME POR HACER LO QUE ESTÁ EN MI CAPACIDAD HACER, prefiero desplegar lo segundo, así vengan malos momentos o embestidas humanas: creo que quien se juega por vivir NECESITA CURTIRSE, COMO LA PIEL EN EL SOL... NO SER PASPADO CON LA VIDA, pues si cada crítica nos roza, o cada antagonista nos vence... NECESITAMOS FORTALECERNOS! A eso se le llama MADURAR COMO INDIVIDUO. El descubrimiento será también que encontraremos, a partir de ese despliegue, gente bella que nos reciba así: COMO REALMENTE SOMOS; pares afines, otras hermosuras... Con la satisfacción de no estar autoconfinado en un tarrito, sino de ser un árbol pleno, expandido, que haya dado sus justos frutos. Aún para que quien lo apedree, posiblemente, sea alimentado por ellos.

© Virginia Gawel








En aquella ciudad ninguna casa tenía ventanas. Las habitaciones eran cubos negros. ¡No se conocía la luz! La atmósfera contaminada formaba un escudo impenetrable a los rayos del sol. Los habitantes de ese mundo no tenían nariz. Sintiéndose felices, habitaban en la sombra, sólo preocupados de trabajar para llenarse la panza y satisfacer sus deseos sexuales. Un buen día apareció un anciano que gritaba: “¡Vendo lámparas y narices!” Un ciudadano que por ahí pasaba se sintió atraído por el brillo de los ojos del extranjero que relumbraban en el negro como dos luciérnagas. Compró una lámpara y se puso una nariz. Regresó a su cubículo. Apenas cerró la puerta, un insoportable olor se le metió por las fosas nasales para zaherir su cerebro. Encendió la lámpara. Lo que él creía una pieza hermosa, limpia, tranquila, era un nido de arañas, basura, alimentos podridos, muebles apolillados, capas de grasa, excrementos y ratas apestosas. ¡No pudo permanecer en ese asqueroso lugar! Recorrió las calles hasta encontrar al viejo. Le espetó: “¡Brujo desgraciado! ¿Que hizo con mi elegante mansión? Antes yo vivía bien, como todo el mundo, pero apenas me puse su nariz y prendí la lámpara, esos dos objetos cambiaron mi mundo. ¿Por qué tanta maldad?” El vendedor respondió: “¡Tu mundo no fue cambiado, es así! Antes no te dabas cuenta y creías estar bien en un sitio podrido que tarde o temprano te hubiera destruido. Cuando se adquieren nuevos órganos y se hace la luz, sufrimos porque nos vemos como realmente somos y no como imaginamos ser. Ahora que ya sabes cuál es tu realidad debes abrir ventanas, matar parásitos, limpiar paredes, desinfectar el lugar y serás feliz. ¡Entonces dale la lámpara y la nariz a otro ciudadano, hasta que la ciudad, limpia, se desprenda de su caparazón venenoso y entre, por fin, la luz del sol.




jueves, 15 de agosto de 2013





El camino se hace al andar







“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma;
Y uno aprende que el amor no significa acostarse,
y que una compañía no significa seguridad,
y uno empieza a aprender…
Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos,
y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes…
y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad.

Y uno aprende que si es demasiado
hasta el calor del sol puede quemar.

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma,
en lugar de que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno es realmente fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende… y así cada día.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien
porque te ofrece un buen futuro,
significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quién es capaz
de amarte con tus defectos y sin pretender cambiarte
puede brindarte toda la felicidad.

Con el tiempo aprendes que si estás con una persona
sólo por acompañar tu soledad,
irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo aprendes que los verdaderos amigos son contados
y quién no lucha por ellos, tarde o temprano,
se verá rodeado sólo de falsas amistades.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de ira
siguen hiriendo durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace,
pero perdonar es atributo sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente
es muy probable que la amistad nunca sea igual.

Con el tiempo te das cuenta que aún siendo feliz con tus amigos,
lloras por aquellos que dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida,
con cada persona, es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta que el que humilla
o desprecia a un ser humano, tarde o temprano
sufrirá multiplicadas las mismas humillaciones o desprecios.

Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy,
porque el sendero del mañana no existe.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas y forzarlas a que pasen
ocasiona que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro,
sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado,
añorarás a los que se marcharon.

Con el tiempo aprenderás a perdonar o pedir perdón,
decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas,
decir que quieres ser amigo, pues ante
una tumba, ya no tiene sentido.

Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo…”

Jorge Luis Borges - Aprendiendo.

DESHOLLINARSE A SÍ MISMO:

Los antiguos hablaban de un CONOCIMIENTO NO-APRENDIDO que anidaba en la hondura del ser humano. Le llamaban “Ciencia Infusa”: si quien lee estas líneas está animado por una porción del Todo, esa porción es parte de un Saber que no es del intelecto, sino de nuestra identidad más profunda (nuestra Esencia, nuestro Ser). Algunas Tradiciones de Oriente consideran que ese “Saber” es patrimonio del Inconsciente. Sí: la noción del Inconsciente tiene más de 2000 años! Pero no es el Inconsciente del Edipo, no. Es una zona mucho más profunda, no-condicionada por la vida, intocada, a la que sólo tenemos acceso SI NOS FAMILIARIZAMOS EN BUCEAR EN ELLA.

Pero para HACER CONTACTO con esa hondura necesitamos primero ser algo así como DESHOLLINADORES: el camino hacia nuestra Esencia está OBSTRUIDO por creencias, mandatos, construcciones imaginarias, pensamiento mágico… LO CONDICIONADO. Y también por dolores, enojos y carencias que NECESITAMOS CONOCER, ASUMIR, DUELAR, ELABORAR y luego SOLTAR. Despejar ese camino hacia el Saber del Corazón (como le llamaba Shakespeare) es una tarea ineludible. Buscar la espiritualidad sin resolver LO PSICOLÓGICO es como pretender que arda la llama del hogar sin deshollinar la chimenea: GENERAREMOS UN CONFUSO HUMO! Un lúcido pensador, Ken Wilber, le llamó a esto “by pass espiritual”: querer “tomar un atajo” EVITANDO RESOLVER NUESTROS ASPECTOS MÁS HUMANOS, sin darnos cuenta de que esa “espiritualidad” NO reemplaza la tarea de trabajar con lo más básico.

La resultante es algo bastante peligroso: la persona minimiza esa parte de sí, como si pudiera subir desde la planta baja al tercer piso sin pasar por el segundo. NEGAMOS. Y la “fuga hacia la luz” (también así se le llama) es una manera de autoengaño: ningún ángel que venga a domicilio, ningún haz de luz que abra el tercer ojo gracias a una “técnica milenaria”, ningún Guía Invisible que nos indique incuestionablemente el sentido de nuestro destino nos eximirá, nunca, de mirar lo que el corazón sabe. Y el corazón sabe de nuestra historia, de lo que nos falta y nos duele, de lo humanito que no hemos resuelto… Y junto con eso sabe mucho más.

Hoy hay libros sobre “canalizaciones”, gente que así nomás hace un curso y “canaliza” Maestros Ascendidos, Ángeles y Arcángeles. En lo personal, aspiro con todo mi espíritu, modestamente, a CANALIZARME A MÍ MISMA, más que a cualquier “mensaje del Cosmos”. Canalizar hacia el mundo mi identidad esencial, “deshollinándome” de todo lo que la obstruya. Poner en orden lo psicológico para que la espiritualidad tenga un cimiento sólido. Creo en eso. Perdón si alguien no: cada cual va encontrando sus rutas. Convido estos sentires para quienes tengan una brújula que indica un similar camino: con la mirada hacia el misterio… y los pies bien en tierra.

© Virginia Gawel

¿CUÁL “SENTIDO DE LA VIDA”?

Cómo hallarlo, cómo descubrir aquello que hace que podamos QUERER levantarnos cada día y, al acostarnos a la noche, sentir que el tiempo ha valido? Yo no lo sé, pero he observado algunos detalles que creo certeros justamente en aquellas personas que viven sus vidas con Sentido. Eso es lo que hoy quisiera expresar, apoyándome en esas palabras del entrañable psiquiatra Víctor Frankl...

- El Sentido de nuestra vida no se halla meramente filosofando, sino EN MEDIO DE LA ACCIÓN, de la dificultad, del Intento... Víctor Frankl no ideó sus pensamientos sobre el Sentido de la Vida recostado en una reposera bajo una palmera, no: estaba recluso en un Campo de Concentración, viendo morir a sus seres queridos y a tantos... y observando cómo había quienes sentían, aun bajo esas circunstancias, un fuerte IMPULSO DE VIDA. De modo que decirnos “Mi vida ya tiene demasiados problemas como para, encima de ello, ponerme a pensar en cuál es su Sentido”... no parece ser una buena coartada para no mirar el tema de frente...

- El Sentido de la vida de un ser humano parece que nunca se centra SÓLO en SU propia vida: hay OTROS respecto de los cuales SU QUEHACER INDIVIDUAL, por pequeño o grande que sea, influye... ayudando, alentando, liberando, abriendo conciencias, dando de comer, defendiendo sus derechos...

- Quienes van hallando el Sentido de su vida no han recibido como privilegio un mapa, una rosa de los vientos y un estatuto que establezca garantías para una acción sin error: intentan, intentan, intentan... Y no siempre tienen claro QUÉ es lo que tienen que hacer o CUÁNDO. Pero tampoco esperan que nadie se los diga, mágicamente: se atreven al logro y al fracaso, aceptando su oscilación como parte de la condición de ser. Y si con el error el Ego se les queda lastimado... saben que los primeros auxilios para el caso consistirán en revisar la acción realizada... y luego, simplemente, seguir haciendo.

- El sustrato emocional que mantiene encendido el Sentido de la vida es el de SER PARTE ACTIVA EN LA EVOLUCIÓN DE LO QUE EXISTE Y EN LA PRESERVACIÓN DE LO BUENO Y LO BELLO: a veces de algo doméstico (igual de valioso), como un hijo; a veces, de algo más grande que la vida personal: la propia comunidad, del arte o la cultura, los animales, la educación, la ayuda a los oprimidos. La evolución de la Humanidad necesita mano de obra, y quien busca el Sentido de su vida, lo sepa o no, se siente dentro de la cuadrilla, como un obrero puntual y decidido, que no sólo busca el pan para sí, sino para el Todo, para todos... Recuerdo un pensamiento de J.W.Goethe que dice: “La vida exige a todo individuo una contribución y depende del individuo descubrir en qué consiste”.


© Virginia Gawel

"Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar."
-Gabriel Garcia Márquez




Abrirse a las sincronicidades, a las supuestas casualidades, al encuentro de iguales vibraciones.
Soltar las exigencias del ego, las rigideces de los mandatos, los pensamientos caprichosos, las frecuencias oscuras. 
La personalidad se contrae a los limites con la que fue creada. 
El Alma se expande al universo infinito de posibilidades para evolucionar.






El amor arranca cuando los dos integrantes de la pareja inician su transformación. Podríamos decir que el amor es como la metáfora de un choque de dos galaxias, “muy violento”, mata nuestra vieja identidad y da nacimiento a otra nueva. ¿Estamos dispuestos a aceptar la transformación?
La pareja actúa como una puerta que puede ayudarnos en muchas de las más importantes transiciones que haremos en nuestra vida. Para que eso suceda hay que abrirla.
Al formar una pareja entramos en terapia. La duración de la misma coincidirá con la vida de pareja que hemos iniciado.





Quién se atreve a decir que un sueño es real y la realidad es un sueño


Lucrecia arranca saliendo cual Venus con mucho mucho glamour de un alcaucil 





¡Cuánta expresión!



El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona experimenta aprecio y reconocimiento por otra que le prestó ayuda.
No consiste, necesariamente, en devolver ese favor con otro igual, sino en mostrar afecto y guardar en la memoria ese acto de generosidad. 
Más que centrarse en la utilidad práctica del servicio recibido, 
pondera la actitud amable de quien lo hizo.