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Para las mujeres, la falta de sexo es la principal causa de crisis en una pareja

Según el psicoterapeuta Juan David Nacio, doctor honoris causa de la UBA, los varones no asignan a las relaciones la misma relevancia

"Hoy, las parejas se separan por un mínimo conflicto, como si hubiera una impaciencia, una intolerancia. Como si el amor y a veces el sexo no bastaran para poder soportar al otro", asegura el doctor Juan David Nasio, psicoterapeuta argentino residente en París que tras 48 años de actividad profesional ha desarrollado una teoría sobre los factores que confieren solidez y durabilidad a las parejas.
El sexo, la admiración mutua, el diálogo y la realización de actividades de a dos son para Nasio las cuatro patas de su teoría del "banquito" que sostiene a la pareja a través del tiempo. "De las cuatro patas la más importante es el sexo. Y hoy hay muchas parejas que no tienen actividad sexual", advierte este psicoterapeuta, que días atrás fue distinguido como doctor honoris causa -la distinción máxima- de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
La ausencia de una actividad sexual regular, frecuente y satisfactoria es uno de los principales motivos de consultas por parte de las parejas en crisis. Y, contra lo que popularmente se sostiene, son las mujeres las que con mayor frecuencia acusan el impacto de esa insatisfacción, poniendo en duda la viabilidad de la pareja, afirma Nasio, docente durante tres décadas de la Universidad de París VII, en la Sorbona, y luego fundador de los célebres Seminarios Psicoanalíticos de París.
"Tenemos la idea falsa de que el hombre está todo el tiempo pensando en el sexo, y aunque eso es en parte cierto -estamos todo el tiempo pensando en el sexo y nos gusta el sexo con frecuencia-, la mujer le da mucha más importancia a la calidad del sexo y a la satisfacción sexual que el hombre."
Satisfacción sexual en términos femeninos, aclara el terapeuta rosarino, "quiere decir que la relación sexual sea para la mujer un momento en donde ella se siente deseada, donde se siente que es conducida por el hombre al orgasmo. Una mujer enamorada es siempre una mujer que tiene una satisfacción orgásmica con el hombre del cual está enamorada. Cuando usted ve una mujer enamorada de un hombre, debe saber que esa mujer está sexualmente satisfecha."

RITUALES DE A DOS

El sexo es uno de los pilares fundamentales de la pareja, pero no lo es todo. La admiración mutua también es necesaria: "El hombre debe admirar a su mujer porque es una buena compañera, una buena madre, porque puede trabajar y al mismo tiempo ocuparse de la casa, porque sabe cocinar, etcétera -enumera Nasio-. Recíprocamente, la mujer tiene que admirar al hombre, y no necesariamente porque sea viril, sino por las mismas cualidades por las que ella debe ser admirada: es un buen padre, un buen compañero, un buen amigo, es un hombre generoso o porque inclusive sabe cocinar".
La tercera pata del banco que sostiene a esta microsociedad llamada pareja es para Nasio el diálogo, no el casual ni el aleatorio, sino un intercambio más bien ritual en el que ambos integrantes de la pareja se proponen (tácitamente) hablar de aquello que necesitan compartir.
"De la misma manera que la relación sexual debe ser por lo menos una, dos o tres por semana, digo que hace falta que se hable una o dos veces por semana. Y de nuevo, al igual que la actividad sexual, el intercambio de palabras tendría también que tener una dimensión un poco ritual. Es bueno que, por ejemplo, el sábado a la mañana, en que hay más tiempo, se instaure naturalmente el diálogo; no hace falta crear una disposición y tener un reglamento."
¿De qué hablar? No hay un recorrido establecido -"pueden hablar de los hijos, de los padres, del trabajo, pero hace falta que hablen"-, así como tampoco es necesario decirlo todo: "Hay que guardar secretos -aconseja Nasio-, cada uno tiene lo que se llama un jardín secreto. Y hay que respetarlo".
La cuarta pata que sostiene a una pareja a través del tiempo es realizar una actividad conjunta -"tienen que tener un momento para estar juntos, no hablando, no haciendo el amor... Sino haciendo una actividad real, concreta, en donde se comparte esa actividad"-. Y no importa cuál: puede ser ir al cine todos los jueves, al teatro todos los martes, practicar tai chi, tomar clases de canto o lo que más les guste a ambos integrantes de la pareja.
Sí es importante para Nasio que esta actividad sea de la pareja, sin hijos, familia ni otros terceros. "Justamente, eso hace que la pareja sea estable -dice el psicoterapeuta-. Porque tenemos que tener momentos de los dos, y a veces la realidad del trabajo, los amigos, los chicos, la familia, los padres, los problemas prácticos dispersan esa necesidad de concentración de a dos."

DESANDAR LA CRISIS

Cuando alguna de las cuatro patas del banquito se ha aflojado o se ha roto, y la crisis ya se ha desatado, no es necesario salir corriendo al consultorio del terapeuta de parejas en forma inmediata, sostiene el doctor Nasio, que asegura que existen efectivas herramientas al alcance de la mano para tratar de recomponer la relación. La primera de ellas es la palabra.
"Si uno siente que la pareja está entrando en crisis, no hay que dejar que la crisis se instale, hay que hablar -recomienda-. Si el otro está alimentando una relación en secreto, con un tercero, probablemente no hable por miedo de hacer daño o de precipitar las cosas. Pero de todos modos siempre es importante empezar a hablar y que sea la palabra la primera intermediaria."
Si la palabra de los propios integrantes de la pareja no demuestra tener ningún efecto reparador, puede recurrirse a la palabra de un tercero que, de nuevo, tampoco tiene por qué ser un psicoterapeuta. "Es muy útil en estos casos de crisis la presencia de un tercero en el que los dos puedan confiar, y que pueda intervenir. Que sea un amigo, un hermano, un padre a veces, por qué no, un abuelo. Lo que importa es que sea alguien en quienes los dos tengan confianza y que pueda tomar el lugar de una suerte de mediador."
Agotadas la propia palabra y la de un tercero como herramientas reparadoras, recién entonces es el momento para consultar a un profesional: "Hay que consultar a un terapeuta de pareja solamente cuando la situación no parezca tener remedio o cuando exista una gran dificultad", dice Nasio, al tiempo que señala que existen factores de buen y de mal pronóstico para la recuperación de una relación.
Cuando la crisis resulta por una falta de entendimiento entre ambos integrantes de la pareja, o cuando responde a cierta desilusión en relación con lo que cada uno espera del otro, entonces las posibilidades de recuperación del vínculo son altas, asegura el psicoterapeuta, que cuenta entre sus distinciones con la Legión de Honor y la Orden del Mérito francesas.
Por el contrario, existen situaciones que representan un desafío para el especialista en terapia de pareja. "Cuando hay un tercero y la mujer es la que tiene esa relación extraconyugal, que es una relación sexual y amorosa fuerte, ahí hay pocas chances", admite Nasio.
"Los hombres podemos mantener una vida disociada en una relación con la mujer, a la que amamos, y una relación con una amante, a la que deseamos. Y mantenemos separados el amor y el deseo. La mujer no; la mujer une amor y deseo sexual, lo que hace que si comete una infidelidad, esto la va a llevar a que el placer de lo sexual se transforme en amor. Y la mujer en ese momento es un ser auténtico, tiene una autenticidad que nosotros no tenemos. La mujer es fiel a sus sentimientos, es fiel a su deseo. Nosotros, los hombres, negociamos el deseo."
"Cuántas veces en mi consultorio cuando viene una pareja en la que la crisis está determinada porque la mujer tiene un amante yo sé que va a ser muy difícil poder restablecer el equilibrio anterior. En cambio, cuando es el hombre el que tiene un amante, y el tercero es una mujer, en ese caso yo me digo que tengo una chance de poder restablecer el equilibrio anterior, y en general lo restablezco."
Las causas del malestar masculino en la pareja no suelen estar tan frecuentemente atadas a lo sexual: "Al hombre lo que lo afecta es cuando la mujer no lo sostiene. Los hombres somos muy hijos de mamá, muy frágiles y muy bebé; aunque seamos Rambo con los vietnamitas, después en casa somos chiquitos y necesitamos que la mujer adopte no una posición de madre, pero que esté allí cuidándonos, ocupadas de nosotros y que nos estimulen."

Fuente: Sebastián A. Ríos  | LA NACION





La convivencia durante las vacaciones, un desafío que muchas parejas no pasan

Los expertos aseguran que ésta es la "temporada de divorcios", ya que el tiempo compartido desnuda desencuentros que la rutina del año tapa.

Marcela y Juan Diego encontraron en Punta del Este la realidad del desamor. El sol veraniego que en otros años albergó sus besos y sus buenos momentos fue en 2011 testigo de sus discusiones, sus desacuerdos y un rotundo "se acabó". Tras varios meses de sumergirse en la rutina para evitar las quejas, llegó el verano; por segundo año consecutivo, la chica de 28 años y su novio de 30 decidieron realizar un viaje de quince días a Uruguay, pero al décimo día de convivir se dijeron "basta".
Sin una rutina en la que ahogar los problemas, la convivencia entre ellos se volvió de tiempo exclusivo. "Los primeros días discutíamos por saber qué haríamos o a dónde ir, luego por las mujeres que él miraba y los chicos que me miraban a mí; el quinto día nos estábamos gritando por cosas que ocurrieron seis meses atrás; a los diez días nos dimos cuenta de que no podíamos seguir", recuerda Marcela, que al volver de Punta del Este sólo pasó por el departamento de su ex para sacar sus cosas y dejarlo en el pasado.
Las vacaciones veraniegas suelen ser las más esperadas por muchas parejas por ser un espacio para relajarse, pero también se convierten en un período de revelaciones. El tiempo libre y más momentos para compartir suelen servir como catalizadores para que afloren discordias.
"En la temporada vacacional, la pareja comparte mucho tiempo, y es algo a lo que quizá no están acostumbrados. El trabajo de cada uno puede funcionar como un intervalo libre que hace aflojar la tensión producida al estar juntos. Hay un factor importante que durante esos días se pone de manifiesto: el desconocimiento. ¿Quién es ese otro con el cual comparto mi vida?", explica la licenciada Graciela Faiman, miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), especialista en psicoanálisis de familia y pareja.
Angélica S. y su novio tenían año y medio de relación; en ese tiempo habían realizado algunos viajes cortos con amigos de ambos, pero decidieron que sus primeras vacaciones juntos serían en enero. Por dos semanas decidieron cambiar sus departamentos en Buenos Aires por un monoambiente en Pinamar; fue allí donde convivieron, se desbordaron los problemas y, al regresar, ella le dio el adiós definitivo. "Nos quedábamos uno en casa del otro, pero no más de un fin de semana; estar tanto tiempo juntos era una experiencia nueva, y fue un fracaso. Después de varios días recogiendo ropa, cocinando, lavando y encargándome de todo mientras el sillón adoptaba su forma, me cansé" dice Angélica, de 27 años.
Faiman afirma que durante el año, a partir de las demandas laborales, la pareja comparte menos tiempo y que en algunos casos es quizás demasiado breve, por lo que no hay una percepción de los cambios propios y del otro. La psicoanalista expresa que en las vacaciones compartidas pasar de lo que se cree conocer a la realidad puede ser un giro dramático.
Más allá de los problemas habituales de convivencia durante el verano también es común que afloren discordias vinculadas a las luchas de poder entre los miembros de la pareja. "Aunque las personas se quieren, les cuesta tolerar el disenso, que el otro piense o sienta diferente. Por momentos viven como enemigos. Esto a veces se remite a problemas de autoestima y confianza que no exteriorizamos o comunicamos", dice la psicoanalista Laura Orsi.
Faiman explica que si la pareja lleva ya muchos años de convivencia puede ocurrir que alguno o tal vez ambos hayan experimentado cambios fuertes en su personalidad que han pasado inadvertidos para el otro. "En el momento de las vacaciones, ese encuentro produce el choque entre lo que creíamos y la realidad. «¡Vos antes no era así!» puede ser la queja común en la pareja", señala.
Psicólogos y abogados especialistas en divorcio aseguran que las vacaciones de verano dejan a su paso una hilera de discusiones y rupturas que se reflejan en los meses posteriores. Ésta es la temporada de divorcios, uno de cada tres se produce después de las vacaciones", afirma el abogado Leonardo Glikin, fundador y director del estudio Glikin y Asociados, especialistas en casos de familia.
Vilma Mamut, psicóloga especialista en relaciones, asegura que muchas parejas acuden a terapia los meses posteriores a las vacaciones de verano. "Una vez que se destapan los problemas es difícil negar que existe discordia en la pareja. Algunos optan por la decisión más radical, la separación. Otros prefieren buscar ayuda y reencaminar su relación", dice.
Faiman afirma que para evitar que las vacaciones de verano se conviertan en un campo de batalla es necesario dedicarle tiempo a la relación el resto del año. "Hay que pasar más tiempo juntos, dialogar y conocerse", dice la especialista, que también recomienda no hacer planes exagerados para el verano, que terminan convirtiéndose en una gran exigencia y generadores de frustración y discordia.
Laura Orsi afirma que una sana convivencia puede lograse con elementos que todos conocen pero que pocos aplican: el diálogo, la complicidad, la ternura, el respeto mutuo, la confianza y la flexibilidad. "Es necesario negociar con tu pareja, los conflictos pueden solventase si hablamos constantemente, no esporádicamente."
Por José Miguel Aguilar  | LA NACION

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