jueves, 25 de junio de 2015
El maravilloso cerebro emocional de las personas con alta sensibilidad (PAS)
A veces no es fácil, en ocasiones resulta complicado encajar en un mundo con “demasiados alfileres”, con demasiado ruido, egoísmos y dobles intenciones. Los sentidos de las personas con alta sensibilidad (PAS) son tan vulnerables como privilegiados, pueden sentir lo que otros no perciben, o hacerlo a en una intensidad tan elevada que el mundo se muestra ante ellos con un abanico de realidades que a otros, se nos escapan.
¿Qué hace en realidad que una persona con alta sensibilidad sea de esta forma? ¿Es genético? ¿Por qué sufren más que otros? ¿Por qué el amor es a la vez tan intenso y doloroso en sus relaciones? ¿Por qué disfrutan de su soledad y a la vez, sienten una profunda incomprensión desde que son niños?
En el 2014 se publicó un interesante trabajo llevado a cabo en la Universidad de Stony Brook (Nueva York), donde se intentaba dar una explicación sobre qué particularidades tenía el cerebro de una persona con alta sensibilidad (PAS), y de qué modo podría diferenciarse de las personas que no lo son, o que al menos, no presentan esa apertura emocional tan característica.
Los resultados del trabajo llevado a cabo por seis investigadores fueron publicados en la revista “Brain and Behavior.”, y pasamos seguidamente a descubrirte las interesantes conclusiones. Estamos seguros que te van a sorprender.
¿Qué hace en realidad que una persona con alta sensibilidad sea de esta forma? ¿Es genético? ¿Por qué sufren más que otros? ¿Por qué el amor es a la vez tan intenso y doloroso en sus relaciones? ¿Por qué disfrutan de su soledad y a la vez, sienten una profunda incomprensión desde que son niños?
En el 2014 se publicó un interesante trabajo llevado a cabo en la Universidad de Stony Brook (Nueva York), donde se intentaba dar una explicación sobre qué particularidades tenía el cerebro de una persona con alta sensibilidad (PAS), y de qué modo podría diferenciarse de las personas que no lo son, o que al menos, no presentan esa apertura emocional tan característica.
Los resultados del trabajo llevado a cabo por seis investigadores fueron publicados en la revista “Brain and Behavior.”, y pasamos seguidamente a descubrirte las interesantes conclusiones. Estamos seguros que te van a sorprender.
El cerebro emocional de las personas con alta sensibilidad (PAS)
Se estima que casi el 20% de la población dispone de las características básicas que definen la alta sensibilidad. Lo habitual, es que pasen gran parte de su vida sin saber que pertenecen a ese pequeño grupo de privilegiados, y a quienes, de alguna forma, les ha tocado vivir con unas “gafas invisibles” que les harán ver el mundo de otro modo, y con un corazón más abierto, a la vez que vulnerable.
Los estudios llevados a cabo en la Universidad de Stony Brook revelaron que las personas con alta sensibilidad dispone de un cerebro emocional dotado de una gran empatía. Son cerebros orientados plenamente a la “sociabilidad”, y a la unión con sus semejantes.
¿Qué quiere decir esto? Básicamente lo que se concluyó es que los procesos cerebrales de estas personas muestran una sobreexitación en esas áreas neuronales relacionadas con las emociones y con la interacción: son capaces de descifrar e intuir los sentimientos de quienes tienen en frente, pero a su vez, deben enfrentarse a un problema muy básico…
El resto del mundo carece de su misma empatía, por tanto existe un claro desequilibrio respecto a su sensibilidad y la de quienes le rodean. “Se ven a sí mismos como diferentes”.
Para llegar a estas conclusiones se llevaron a cabo diferentes pruebas como resonancias magnéticas, ahí donde estudiar los procesos cerebrales de las personas diagnosticadas como PAS, de aquellas que no lo eran. Y para ello, se les expuso a diferentes estímulos para ver la actividad bioquímica y de las diferentes estructuras que conforman el cerebro.
Los resultados fueron muy visibles en dos aspectos:
Las neuronas espejos
Estamos seguros de que ya has oído hablar de las neuronas espejo. Cumplen una función social, de ahí que estén presentes sobre todo en humanos y en primates. Situadas en la corteza frontal inferior del cerebro, y muy cerca de la zona del lenguaje, están relacionadas sobre todo con la empatía y con nuestra habilidad para captar, procesar e interpretar las emociones ajenas.
En las personas con alta sensibilidad, su actividad es continua y muy destacable desde la infancia.
La ínsula
La ínsula es una estructura pequeña y alojada muy profundamente en nuestro cerebro. Se halla en la corteza insular y a su vez, está relacionada con el sistema límbico, una estructura básica en nuestras emociones, ella quien nos aporta esa visión más subjetiva e íntima de la realidad.
De hecho, los científicos de este estudio llaman a la ínsula el “asiento de la conciencia“, ya que reúne gran parte de nuestros pensamientos, intuiciones, sentimientos y percepciones de todo aquello que experimentamos a cada instante. Y no te sorprenderá saber que en las personas con una alta sensibilidad, esta estructura “mágica” presenta una grandísima actividad en comparación con aquellos que no se caracterizan por ser PAS.
El trabajo concluye también que además de ser más receptivos a estímulos visuales relacionados con rostros humanos y emociones, presentan también un umbral más bajo a muchos estímulos físicos como luces intensas o sonidos fuertes, activándose incluso las estructuras cerebrales relacionadas con el dolor. Algo curioso, no hay duda.
Las personas con alta sensibilidad disponen de un rasgo, de una forma de sentir y entender el mundo a través de un sistema neurosensorial más agudo, más fino. Y no es lo que tienen, ES LO QUE SON, de ahí que deban aprender a vivir pues desde el corazón y con este maravilloso don, porque sufrir no es una obligación, sino una opción que no merece la pena tomar.
Cortesía imagen: Kelly Vivanco
miércoles, 24 de junio de 2015
Un preservativo cambia de color si el que lo usa tiene una ETS
Sí, el preservativo es el único método para evitar las enfermedades de transmisión sexual. ¿Y si además sirviera para detectarlas? Este nuevo condón, creado por un grupo de la Academia Isaac Newton de Londres, hace justamente eso: cambia de color de acuerdo a la enfermedad de transmisión sexual que detecta.
El invento, creación de estudiantes de 13 y 14 años, se pone verde por la clamidia, amarillo por el herpes, púrpura por el virus del papiloma humano y azul para sífilis.
Los jóvenes inventores ganaron el primer premio del "Health at TeenTech Awards", una competencia que impulsa a chicos de 11 a 16 años a crear cosas que ayuden al mundo. Los tres estudiantes ganaron mil libras y un viaje al Palacio de Buckingham.
Cambiar al otro
¿Quién de entre nosotros no ha sentido ese impulso? ¿Quién no ha deslizado una palabra que al otro “le resulte iluminadora” de aquello que creemos (o sabemos) que no se da cuenta? ¿Quién no ha dejado un libro como al descuido para que esa persona encuentre en él lo que “le transformará la vida”?
Hemos sugerido, indicado, subrayado vehementemente lo que habría de serle conveniente... Hemos regalado libros, enviado mails inspiradores, recomendado películas... Hemos tenido gestos simbólicos y concretos, argumentos enfáticos y balbuceantes, diálogos estériles y frustrantes soliloquios... para que el otro, -por su bien, siempre por su bien-, Hemos rodeado con paciente persistencia su castillo con el fin de que alce sus puentes, disperse a sus cocodrilos y deje ingresar nuestra palabra justa, nuestra interpretación de lo que le sucede, aquello que provocará el gran “clic” que amplíe su conciencia... Pero muchas (demasiadas) veces... simplemente no funciona.
Y hoy no estoy hablando de quien manipula al otro para la propia conveniencia, con malicia (aunque a veces creemos no estar manipulando... y sí lo estamos haciendo, pero quisiera dejar ese punto de lado). Pongamos el mejor escenario posible: hablo de aquella situación en la que una persona a la que amamos (o al menos apreciamos en alguna medida) está limitada en su conciencia de sí, no se ve, no advierte su propio potencial no desplegado, o no reconoce su autoengaño... y nosotros, desde afuera, la vemos con claridad (o al menos eso suponemos!). Entonces nos desesperamos para que esa persona tenga la misma visión que nosotros podemos tener, y pueda cambiar. Imaginemos que estuviéramos en lo cierto: que lo que vemos no fuese proyectivo, una distorsión, una interpretación, sino algo veraz que, si el otro pudiera advertir, le aliviaría dolor, o le permitiría una expansión personal que no le será posible hasta que vea. Qué doloroso es! Cuánto desencuentro!
Quiero decir esto (por propia experiencia, de la que guardo cuantiosas cicatrices!): si la más antigua metáfora de la transformación íntima es la de darse a luz a sí mismo, cuando de ese proceso se trata el parto interior no puede ser inducido por la intención de nadie que no sea el mismo “parturiento”. Esperar su tiempo puede ser penoso, claro! Es difícil aguardar los procesos del ser amado hasta que pueda. Inclusive más penoso si es que no llega a poder: ver de cuánto sería capaz y que, sin embargo, desde adentro... no puja. Sin embargo, como me dijo alguien muy valioso hace poquito, con sus palabras: Nadie salva a nadie. Si hubieses tenido que resolver su vida sin duda que Dios te habría hecho nacer en ... pero naciste en el tuyo.
Hay un proverbio africano que siempre me gusta citar cuando hablamos de este tema: “Se puede llevar el buey al río, mas no se le puede obligar a beber”. Podemos hablar, sugerir, expresar... pero lo cierto es que para que alguien se despliegue, cambie, se transforme, es él mismo quien tiene que pujar. (Y muchas veces veremos que nuestra buena intención, sin querer, nos hace ser intrusivos, entrometidos en las elecciones del otro... o tremendamente errados en nuestra manera de interpretar su realidad!).
Hay algo que veo con claridad en mí: cuando me doy cuenta de que hay algo de mí que quiero desplegar, cambiar, transformar, el trabajo de parto no es menor por el solo hecho de tener la firme decisión para ese cambio: requerirá constancia, esfuerzo, paciencia... Entonces: si a mí, si a cada uno de nosotros que sínos dimos cuenta de que algo interno necesita ser transformado, y sí queremos cambiarlo, de todos modos nos cuesta llevar a cabo ese proceso, ¿cómo habría de cambiar quien no tiene ninguna intención de hacerlo? Querer que cambie “ya” es como querer hacer madurar una fruta junto al fuego...
Esta situación se da muchas veces en los vínculos amorosos: alguien se enamora de otro porque tiene el talento para ver lo que ese otro podría llegar a ser en el caso de que se fuera desplegando. Y asume, entonces, como tarea de amor, el ser algo así como el jardinero de esos talentos dormidos, de ese “darse cuenta” que “aún no se dio”. Entonces riega con persistencia, quita las hierbas, cuida de las heladas... Pero si el otro no abre su semilla desde adentro... no habrá jardinería que valga! Así, ese pobre jardinero queda vinculándose con un potencial: alguien que podría ser... pero que no es (y hasta resulta factible que nunca llegue a serlo!)
Queriendo que el otro quiera, a veces lastimamos con nuestra torpeza. Y a veces nos hacemos daño a nosotros mismos. Darnos cuenta de esta trampa es comenzar a salir de ella.
Pero, -aunque más infrecuentemente-, a veces sucede algo diferente: tenemos la gracia de que un vínculo (en cualquier ámbito) funcione como una verdadera alianza (de allí el nombre del anillo nupcial); una alianza en base a la cual cada uno sea el partero de lo mejor del otro, iluminándose recíprocamente. Esa es la mayor bendición. La menos usual, la que podría desear para cada uno de nosotros...
Un gran poeta español nos habla de todo esto así:
"Perdóname por ir así,
buscándote tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Ese que está allí, silencioso,
oculto en ti, preso de ti,
intentando decir lo que tú no sabes.
El que quiere romper las frases
que atan sus alas,
para que tú lo oigas y yo lo sienta.
El que inventó el silencio lleno de aromas
y llegó a mí, me rozó y descubrió tu existencia.
Perdóname el dolor alguna vez.
Quiero rescatar de ti tu mejor tú.
Y subirlo desde tu fondo a la cima de mi montaña
donde su calor derrita la nieve del ocaso
y su luz diáfana llene todos mis espacios,
vacíos y prohibidos.
Creando y recreando ese universo paralelo
maravilloso, que nos habita,
nos posee, nos tortura y nos duele.
Estoy sacando de ti tu mejor tú.
Perdóname el dolor."
Virginia Gawel
Hemos sugerido, indicado, subrayado vehementemente lo que habría de serle conveniente... Hemos regalado libros, enviado mails inspiradores, recomendado películas... Hemos tenido gestos simbólicos y concretos, argumentos enfáticos y balbuceantes, diálogos estériles y frustrantes soliloquios... para que el otro, -por su bien, siempre por su bien-, Hemos rodeado con paciente persistencia su castillo con el fin de que alce sus puentes, disperse a sus cocodrilos y deje ingresar nuestra palabra justa, nuestra interpretación de lo que le sucede, aquello que provocará el gran “clic” que amplíe su conciencia... Pero muchas (demasiadas) veces... simplemente no funciona.
Y hoy no estoy hablando de quien manipula al otro para la propia conveniencia, con malicia (aunque a veces creemos no estar manipulando... y sí lo estamos haciendo, pero quisiera dejar ese punto de lado). Pongamos el mejor escenario posible: hablo de aquella situación en la que una persona a la que amamos (o al menos apreciamos en alguna medida) está limitada en su conciencia de sí, no se ve, no advierte su propio potencial no desplegado, o no reconoce su autoengaño... y nosotros, desde afuera, la vemos con claridad (o al menos eso suponemos!). Entonces nos desesperamos para que esa persona tenga la misma visión que nosotros podemos tener, y pueda cambiar. Imaginemos que estuviéramos en lo cierto: que lo que vemos no fuese proyectivo, una distorsión, una interpretación, sino algo veraz que, si el otro pudiera advertir, le aliviaría dolor, o le permitiría una expansión personal que no le será posible hasta que vea. Qué doloroso es! Cuánto desencuentro!
Quiero decir esto (por propia experiencia, de la que guardo cuantiosas cicatrices!): si la más antigua metáfora de la transformación íntima es la de darse a luz a sí mismo, cuando de ese proceso se trata el parto interior no puede ser inducido por la intención de nadie que no sea el mismo “parturiento”. Esperar su tiempo puede ser penoso, claro! Es difícil aguardar los procesos del ser amado hasta que pueda. Inclusive más penoso si es que no llega a poder: ver de cuánto sería capaz y que, sin embargo, desde adentro... no puja. Sin embargo, como me dijo alguien muy valioso hace poquito, con sus palabras: Nadie salva a nadie. Si hubieses tenido que resolver su vida sin duda que Dios te habría hecho nacer en ... pero naciste en el tuyo.
Hay un proverbio africano que siempre me gusta citar cuando hablamos de este tema: “Se puede llevar el buey al río, mas no se le puede obligar a beber”. Podemos hablar, sugerir, expresar... pero lo cierto es que para que alguien se despliegue, cambie, se transforme, es él mismo quien tiene que pujar. (Y muchas veces veremos que nuestra buena intención, sin querer, nos hace ser intrusivos, entrometidos en las elecciones del otro... o tremendamente errados en nuestra manera de interpretar su realidad!).
Hay algo que veo con claridad en mí: cuando me doy cuenta de que hay algo de mí que quiero desplegar, cambiar, transformar, el trabajo de parto no es menor por el solo hecho de tener la firme decisión para ese cambio: requerirá constancia, esfuerzo, paciencia... Entonces: si a mí, si a cada uno de nosotros que sínos dimos cuenta de que algo interno necesita ser transformado, y sí queremos cambiarlo, de todos modos nos cuesta llevar a cabo ese proceso, ¿cómo habría de cambiar quien no tiene ninguna intención de hacerlo? Querer que cambie “ya” es como querer hacer madurar una fruta junto al fuego...
Esta situación se da muchas veces en los vínculos amorosos: alguien se enamora de otro porque tiene el talento para ver lo que ese otro podría llegar a ser en el caso de que se fuera desplegando. Y asume, entonces, como tarea de amor, el ser algo así como el jardinero de esos talentos dormidos, de ese “darse cuenta” que “aún no se dio”. Entonces riega con persistencia, quita las hierbas, cuida de las heladas... Pero si el otro no abre su semilla desde adentro... no habrá jardinería que valga! Así, ese pobre jardinero queda vinculándose con un potencial: alguien que podría ser... pero que no es (y hasta resulta factible que nunca llegue a serlo!)
Queriendo que el otro quiera, a veces lastimamos con nuestra torpeza. Y a veces nos hacemos daño a nosotros mismos. Darnos cuenta de esta trampa es comenzar a salir de ella.
Pero, -aunque más infrecuentemente-, a veces sucede algo diferente: tenemos la gracia de que un vínculo (en cualquier ámbito) funcione como una verdadera alianza (de allí el nombre del anillo nupcial); una alianza en base a la cual cada uno sea el partero de lo mejor del otro, iluminándose recíprocamente. Esa es la mayor bendición. La menos usual, la que podría desear para cada uno de nosotros...
Un gran poeta español nos habla de todo esto así:
"Perdóname por ir así,
buscándote tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Ese que está allí, silencioso,
oculto en ti, preso de ti,
intentando decir lo que tú no sabes.
El que quiere romper las frases
que atan sus alas,
para que tú lo oigas y yo lo sienta.
El que inventó el silencio lleno de aromas
y llegó a mí, me rozó y descubrió tu existencia.
Perdóname el dolor alguna vez.
Quiero rescatar de ti tu mejor tú.
Y subirlo desde tu fondo a la cima de mi montaña
donde su calor derrita la nieve del ocaso
y su luz diáfana llene todos mis espacios,
vacíos y prohibidos.
Creando y recreando ese universo paralelo
maravilloso, que nos habita,
nos posee, nos tortura y nos duele.
Estoy sacando de ti tu mejor tú.
Perdóname el dolor."
Virginia Gawel
Hoy, 24 de Junio, habrá una energía muy especial ya que es la Celebración de San Juan Bautista. Este Santo nos regalará una Dispensación Kármica. Esto significa, acelerar procesos kármicos, disolver barreras y cadenas de anteriores encarnaciones y destrabar ciclos álmicos con ayuda de este Santo que tan amorosamente se ofrece para asistirnos.
Podemos pedir, en una lista, todo lo que queremos que entre en nuestras vidas, y despedir lo que ya sentimos que nos limita y lo que sentimos que nos pesa y encadena, para darle lugar a lo nuevo finalmente y conectarnos con el Dharma, o sea, nuestro propósito de vida. Firmemos la hoja con nombre completo. En la lista, debemos escribir afirmaciones. Escribir lo que deseamos recibir, sabiendo que al entrar lo nuevo, sale lo viejo. Al entrar abundancia, despido la carencia, al entrar amor, despido al odio, al entrar salud despido a la enfermedad.
Aprovechemos esta DISPENSACIÓN KÁRMICA y este regalo del Universo para estar más enfocados y limpios y ligeros de equipaje! El día es propicio con la luna en Libra, luna de aire y el guerrero Marte recién entrado en cáncer y con una energía más amorosa y emocional.
Podemos pedir, en una lista, todo lo que queremos que entre en nuestras vidas, y despedir lo que ya sentimos que nos limita y lo que sentimos que nos pesa y encadena, para darle lugar a lo nuevo finalmente y conectarnos con el Dharma, o sea, nuestro propósito de vida. Firmemos la hoja con nombre completo. En la lista, debemos escribir afirmaciones. Escribir lo que deseamos recibir, sabiendo que al entrar lo nuevo, sale lo viejo. Al entrar abundancia, despido la carencia, al entrar amor, despido al odio, al entrar salud despido a la enfermedad.
Aprovechemos esta DISPENSACIÓN KÁRMICA y este regalo del Universo para estar más enfocados y limpios y ligeros de equipaje! El día es propicio con la luna en Libra, luna de aire y el guerrero Marte recién entrado en cáncer y con una energía más amorosa y emocional.
martes, 23 de junio de 2015
“Tienes el poder de hacer de tu propio mundo un lugar mejor. Tú decides a cada instante hacia donde orientar tus actitudes. Si tus pensamientos son positivos, harás que tu mundo también lo sea.
Recuerda que cada bifurcación te obligará a escoger entre un sendero y otro; recuerda que para llevar un sueño hasta el límite de su conquista tendrás, quizás, que abandonar otro.
Estas elecciones casi nunca son sencillas: a veces querrás inclinarte simplemente por el sueño más fácil; otras, intentarás silenciar tus anhelos más profundos cambiándolos por una cómoda rutina…
Pero llegará el momento en que debas tomar tus decisiones. Piensa bien la consecuencia que tendrá cada una de ellas en tu mañana, déjate guiar por la intuición: confía en tu corazón.”
Ángeles Rodeiro
Recuerda que cada bifurcación te obligará a escoger entre un sendero y otro; recuerda que para llevar un sueño hasta el límite de su conquista tendrás, quizás, que abandonar otro.
Estas elecciones casi nunca son sencillas: a veces querrás inclinarte simplemente por el sueño más fácil; otras, intentarás silenciar tus anhelos más profundos cambiándolos por una cómoda rutina…
Pero llegará el momento en que debas tomar tus decisiones. Piensa bien la consecuencia que tendrá cada una de ellas en tu mañana, déjate guiar por la intuición: confía en tu corazón.”
Ángeles Rodeiro
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