Aprendí a buscar dentro de mi lo que me molesta afuera. A buscar el conflicto dentro de mí. Lo que me muestra el exterior es un reflejo de mi mundo interno.
Aprendí a no querer cambiar a nadie. Entendí que el cambio soy yo, que si quiero ver el cambio fuera, debo cambiar yo.
Aprendí a no hacer responsable a nadie de mis emociones y de las cosas que me suceden. Yo soy el único que piensa en mi mente y siente en mi corazón, nadie es responsable de lo que a mi me pasa, porque consciente o no, yo elijo lo que debo o no debo hacer.
Aprendí a actuar desde el amor incondicional que es una fuerza amorosa que no espera nada a cambio, actúa solo por amor, doy solo por el gozo que se siente de dar.
Aprendí que no tengo poder sobre nadie, solo sobre mí mismo, entendí que querer cambiar a otros es un acto de absoluta ignorancia, egoísmo y un sentimiento dictatorial.
Aprendí que habita en mi una absoluta libertad interior, que soy libre para decidir con quienes quiero estar y con quienes no, que la vida es un disfrute y no un padecimiento y que desde mi libre albedrío puedo decidir, ese es mi verdadero poder de decisión.
Aprendí que mi guía interior son mis sensaciones de agrado y desagrado, ese alerta que te dice: salte de aquí. O quédate.
Aprendí amarme y respetarme tanto, que a mi vida llegan personas que me aman tanto como yo me amo de mí mismo.
Con la toma de consciencia aprendí a liberarme de etiquetas y caretas, ser auténtico a mi ser. Genuino.
Aprendí a respetar los tiempos de los demás no siendo invasivo.
Estoy despertando mi consciencia. Y sinceramente con mí propia esencia.