Decimos en los responsos: “No has muerto, pues permanecerás vivo por siempre en aquellos que te amamos”. Con lo que estamos haciendo una afirmación bien ilusoria: que aquellos que te amamos... ésos sí que jamás moriremos! Son las pequeñas trampitas que los humanitos nos hacemos para poder saber sobrellevar algo difícil: LA IMPERMANENCIA. Tallamos primitivamente en la corteza de las plantas un corazón con el “tú y yo” para garantizar que ese amor dure más de mil vidas, y egocéntricamente pintamos con aerosol nuestros nombres en las rocas de las montañas imaginando que con sólo eso perduraremos tanto como ellas... Desesperadamente crear la ilusión de continuidad. Aunque sea “teniendo un hijo, escribiendo un libro y plantando un árbol”. Sin embargo, paradójicamente, ansiamos esa eternidad manufacturada a la fuerza, pero MIENTRAS ESTAMOS AQUÍ Y AHORA (que es la única eternidad inmediata) nuestra conciencia suele navegar o bien en el pasado, o en el futuro, o en cualquier otra parte que no sea donde está nuestro cuerpo. Qué extraños que somos, verdad?!
Curiosamente, aferrarse a la ilusión de permanencia y querer que las cosas sean “para siempre” lo único que nos trae es angustia e infelicidad. Las personas que no han vivido en vano, y también muchos de quienes han estado al borde de la muerte, suelen AMIGARSE CON LA IMPERMANENCIA, y, con ello, VIVIR MÁS INTENSAMENTE EL AHORA. Sabiendo que todo está destinado a ser comido por el tiempo (eso es lo que hacía el dios Cronos en el mito: comerse a sus hijos), ACEPTAR CON BENEVOLENCIA esa realidad última, y PONER PASIÓN EN EL AHORA, pues ESO ES LO QUE HAY: EL AHORA. Curiosamente, al hacerlo puede ser que, buscando realizar LO MEJOR POSIBLE nuestra tarea en el reino de lo impermanente, descubramos dentro nuestro (y no sólo dentro!) algo que pertenece a otro reino. Algo no-perecedero: el verdadero fundamento de lo que existe. Y veamos que lo impermanente es una excusa para que lo Imperecedero pueda ser hallado...
Curiosamente, aferrarse a la ilusión de permanencia y querer que las cosas sean “para siempre” lo único que nos trae es angustia e infelicidad. Las personas que no han vivido en vano, y también muchos de quienes han estado al borde de la muerte, suelen AMIGARSE CON LA IMPERMANENCIA, y, con ello, VIVIR MÁS INTENSAMENTE EL AHORA. Sabiendo que todo está destinado a ser comido por el tiempo (eso es lo que hacía el dios Cronos en el mito: comerse a sus hijos), ACEPTAR CON BENEVOLENCIA esa realidad última, y PONER PASIÓN EN EL AHORA, pues ESO ES LO QUE HAY: EL AHORA. Curiosamente, al hacerlo puede ser que, buscando realizar LO MEJOR POSIBLE nuestra tarea en el reino de lo impermanente, descubramos dentro nuestro (y no sólo dentro!) algo que pertenece a otro reino. Algo no-perecedero: el verdadero fundamento de lo que existe. Y veamos que lo impermanente es una excusa para que lo Imperecedero pueda ser hallado...
Virginia Gawel
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