Cada árbol genealógico acumula información de generaciones. Esta información, como la energía, no se crea ni se destruye, solo se transforma.
Jennifer Teege tiene 45 años, es alemana, de raza negra, está casada y tiene dos hijos. Hace unos años descubrió, por casualidad, que su abuelo materno era Amond Goeth, comandante de la SS y responsable de un campo de concentración, lo llamaban El Carnicero de Plaszow. En su libro Mi abuelo me hubiera ejecutado narra su historia: Con sólo cuatro semanas de vida, su madre la dejó en un orfanato y a los tres años la adoptó una familia. A partir de ese momento, tuvo encuentros esporádicos con su madre biológica que nunca le contó la verdad: “Estaba tan furiosa con mi madre por habérmelo ocultado, que obvié lo dura que había sido su vida”.
En 2008, descubrió un libro sobre la familia que contaba historias sobre sus antepasados y los horrores que cometió su abuelo. “Una mañana, a los 38 años, fui a la biblioteca y me llamó la atención un libro rojo, ‘¿Tengo que amar a mi padre?’, de un periodista que no conocía. Había fotografías de una mujer que me recordó a mi madre y de una mujer más mayor con el mismo vestido que le había visto a mi abuela”.
“Solo pude empezar mi auténtica vida, tener un identidad, cuando salieron a flote mis historias familiares”
Quiere compartir su proceso porque durante más de 20 años vivió una profunda depresión que, asegura, tiene relación con su herencia: “La vergüenza y la culpabilidad son sentimientos muy tóxicos que afectan a todos tus actos y a toda tu vida”. El sentimiento de culpa queda en el subconsciente aunque ella no haya sido autora de los actos de su abuelo. Dice que les ha contado a sus hijos quiénes son sus ancestros para que así puedan vivir su propia vida.
La información trasgeneracional se puede abordar desde la vivencia personal, como en el caso de Teege. Desde otro punto de vista, existen investigaciones en el ámbito de la psiquiatría como la presentada por Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark en su libro Lealtades invisibles en el que sostienen que “la comprensión de las relaciones humanas pasa por la interpretación de las relaciones familiares”. Desde otro punto de vista Nicholas Shea, profesor de filosofía de la Universidad de Londres, habla de “efectos transgeneracionales adaptativos” en su artículo Two modes of trasgenertional information transmission. Y, desde otra perspectiva, la periodista científica Annie Murphy Paul, expone en su charla Lo que aprendemos antes de nacer los principales estudios que constatan que “el aprendizaje más importante ocurre antes de nacer”. Ya en su libro Origins. How the Nine Months Before Birth Shape the Rest of Our Lives explora “¿Qué nos hace como somos?” a través de visitas a laboratorios con investigaciones en proceso y entrevistas a expertos de todo el mundo.
Comprender las memorias transgeneracionales desde el perdón es el primer paso para trascender la información que llevan y poder vivir nuestra propia vida.
El árbol genealógico contiene informaciones fundamentales para nuestro desarrollo. En él se encuentra la explicación de lo que nos gusta y de lo que nos disgusta. Aprender a distinguir las emociones que sintieron nuestros antepasados ante determinadas situaciones nos permitirá comprender la manera de reaccionar que tenemos frente a situaciones que vivimos.
CONCLUSIÓN
Mientras no somos conscientes de la información de nuestro árbol vivimos condicionados por las experiencias de nuestros antepasados. Por su manera de solucionar las cosas, de establecer relaciones y, en definitiva, por su forma de ver la vida. La Bioneuroemoción® sugiere que el tipo de experiencia que vivimos es una resonancia o un eco de una información presente en nuestro clan.
Jennifer Teege tiene 45 años, es alemana, de raza negra, está casada y tiene dos hijos. Hace unos años descubrió, por casualidad, que su abuelo materno era Amond Goeth, comandante de la SS y responsable de un campo de concentración, lo llamaban El Carnicero de Plaszow. En su libro Mi abuelo me hubiera ejecutado narra su historia: Con sólo cuatro semanas de vida, su madre la dejó en un orfanato y a los tres años la adoptó una familia. A partir de ese momento, tuvo encuentros esporádicos con su madre biológica que nunca le contó la verdad: “Estaba tan furiosa con mi madre por habérmelo ocultado, que obvié lo dura que había sido su vida”.
En 2008, descubrió un libro sobre la familia que contaba historias sobre sus antepasados y los horrores que cometió su abuelo. “Una mañana, a los 38 años, fui a la biblioteca y me llamó la atención un libro rojo, ‘¿Tengo que amar a mi padre?’, de un periodista que no conocía. Había fotografías de una mujer que me recordó a mi madre y de una mujer más mayor con el mismo vestido que le había visto a mi abuela”.
“Solo pude empezar mi auténtica vida, tener un identidad, cuando salieron a flote mis historias familiares”
Quiere compartir su proceso porque durante más de 20 años vivió una profunda depresión que, asegura, tiene relación con su herencia: “La vergüenza y la culpabilidad son sentimientos muy tóxicos que afectan a todos tus actos y a toda tu vida”. El sentimiento de culpa queda en el subconsciente aunque ella no haya sido autora de los actos de su abuelo. Dice que les ha contado a sus hijos quiénes son sus ancestros para que así puedan vivir su propia vida.
La información trasgeneracional se puede abordar desde la vivencia personal, como en el caso de Teege. Desde otro punto de vista, existen investigaciones en el ámbito de la psiquiatría como la presentada por Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark en su libro Lealtades invisibles en el que sostienen que “la comprensión de las relaciones humanas pasa por la interpretación de las relaciones familiares”. Desde otro punto de vista Nicholas Shea, profesor de filosofía de la Universidad de Londres, habla de “efectos transgeneracionales adaptativos” en su artículo Two modes of trasgenertional information transmission. Y, desde otra perspectiva, la periodista científica Annie Murphy Paul, expone en su charla Lo que aprendemos antes de nacer los principales estudios que constatan que “el aprendizaje más importante ocurre antes de nacer”. Ya en su libro Origins. How the Nine Months Before Birth Shape the Rest of Our Lives explora “¿Qué nos hace como somos?” a través de visitas a laboratorios con investigaciones en proceso y entrevistas a expertos de todo el mundo.
Comprender las memorias transgeneracionales desde el perdón es el primer paso para trascender la información que llevan y poder vivir nuestra propia vida.
El árbol genealógico contiene informaciones fundamentales para nuestro desarrollo. En él se encuentra la explicación de lo que nos gusta y de lo que nos disgusta. Aprender a distinguir las emociones que sintieron nuestros antepasados ante determinadas situaciones nos permitirá comprender la manera de reaccionar que tenemos frente a situaciones que vivimos.
CONCLUSIÓN
Mientras no somos conscientes de la información de nuestro árbol vivimos condicionados por las experiencias de nuestros antepasados. Por su manera de solucionar las cosas, de establecer relaciones y, en definitiva, por su forma de ver la vida. La Bioneuroemoción® sugiere que el tipo de experiencia que vivimos es una resonancia o un eco de una información presente en nuestro clan.
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