sábado, 19 de julio de 2014

Tenemos dos cuerpos: el real y el imaginario

Alejandro Jodorowsky: Un poeta está sentado delante de la puerta de su casa, inclinado mirando una cacerola llena de agua. Pasa un monje zen que le pregunta: “¿Qué haces?”. El poeta le responde: “Observo el reflejo de la luna en esta agua”. El monje le dice: “Si no te duele el cuello, ¿por qué no observas a la luna directamente?”.
Sigmund Freud dijo: “Nunca nos encolerizamos por lo que creemos, sino por una causa inconsciente que rechazamos comprender”. Si nos hiciéramos conscientes, jamás nos encolerizaríamos. Cuando nos enojamos siempre hay un conflicto inconsciente que no hemos resuelto. De la misma manera, no se sufre nunca por lo que creemos. Esta afirmación nos conduce a la historia del reflejo de la luna. Las palabras son un reflejo imperfecto de la realidad… Un borracho, mientras atraviesa un puente, mira hacia el río y pregunta: “¿Qué es eso que brilla en el agua?” Le responden: ” Es la luna”. El borracho exclama: “¿Pero cómo llegó hasta ahí?”… Los vapores del alcohol le hacen tomar el reflejo por la realidad.
En un accidente, alguien pierde una pierna. Al despertarse en el hospital no se da cuenta de esto porque siente que mueve los dedos de la pierna que le falta. Cuando perdemos un miembro, continuamos sintiéndolo. Hay piernas fantasmas, brazos fantasmas, orejas fantasmas, pene fantasma, etc. Eso quiere decir que tenemos dos cuerpos: el real y el imaginario… En la vida corriente, ¿cuál es el que sentimos? Los dos al mismo tiempo. Esto lo han sabido desde tiempos remotos los chamanes y los guías espirituales. En toda religión se establecen biologias fantásticas. En India se cree firmemente en los 7 chakras, los chinos inventaron los meridianos corporales, los chamanes mexicanos detectan en el cuerpo 13 centros donde “habitan” diferentes dioses. ¡Y todas esta biologias imaginarias funcionan!
La curandera Pachita, imitaba operaciones en el cuerpo real. Con un cuchillo de caza y un par de tijeras “operaba” al enfermo. Parecía abrir una herida de la cual saltaba sangre y extirpaba un tumor, o cambiaba un órgano por otro. No se podía ver claramente la operación porque colocaba algodones alrededor del sitio donde iba a cortar, y sobre esos algodones derramaba un litro de alcohol. Además el cuarto estaba en la semioscuridad alumbrado por una sola vela, porque Pachita afirmaba que las vísceras no estaban habituadas a soportar la luz eléctrica. ¿Era verdad, era ilusión, prestidigitación, milagro? No lo sé ni me importa, el hecho es que curaba… Corría sangre hedionda, se extraían pedazos de carne podrida, se oía el aserrar de huesos, y llantos y gritos de dolor. Pachita usaba como gran medicina el terror. Curaba actuando directamente sobre el cuerpo imaginario.
Inspirado por esta genial curandera, me propuse sanar personas actuando sobre su cuerpo imaginario. Por ejemplo, a un señor que tartamudeaba desde hacía 30 años, imitando con los gestos apropiados que le cambiaba la mandíbula, (sin engañarlo, aplicándole el hueso de una pierna de pollo en la mejilla) lo liberé de su defecto. Actuando sobre el cuerpo imaginario se puede producir efectos en el cuerpo real.
Si entras en trance, en meditación profunda, y sientes a tu cuerpo imaginario, verás que es semejante a tu cuerpo real pero con una forma perfecta y con cualidades muy superiores a las “reales” tuyas. Este cuerpo fantástico corresponde a tu Ser Esencial, el que no fue deformado por la familia y la sociedad en que naciste. Si te concentras en ese cuerpo inmaterial, puedes sentir como son tus verdaderos pies, tu verdadera cara, tu verdadera cabellera, tu verdadero sexo, tu verdadera energía, tus verdaderos poderes. ¿Tienes un cuerpo de mujer o de hombre? ¿Tienes alas? ¿Cuatro brazos? ¿Mides tres metros? He propuesto esta meditación en talleres y los participantes han descubierto con verdadera alegría qué sensación les produce su cuerpo imaginario. Cuando les pido que marchen sintiendo el cambio que ese conocimiento les produce, sus cuerpos reales vibran con una nueva vida. Todos se sienten invadidos por una alegría celular.
Pienso que esto sucede porque cuando llegamos al vientre de nuestra madre, ésta, influída por su familia, su sociedad y su cultura, deforma nuestro cuerpo y espíritu, que son perfectos y con cualidades espirituales infinitas, geniales, y los somete a moldes creados por el pasado. Es así como nacemos con un cuerpo real marcado por los problemas psicológicos de nuestros padres y antepasados y un cuerpo imaginario, libre, que nos acompañará toda la vida y al que, si seguimos la senda mágica, se nos hará una necesidad esencial conocer.
Fuente Plano Sin Fin


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