"No somos persuasores. Somos los hijos de lo Desconocido. Somos los ministros del silencio necesario para curar a todas las víctimas del absurdo que yacen agonizado de alegría artificial. Reconozcamos entonces quiénes somos: derviches locos con secreto amor terapéutico, amor que no puede comprarse ni venderse, y que los políticos temen más que la revolución violenta, pues la violencia no cambia nada, y el amor lo cambia todo".
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