lunes, 1 de junio de 2015

Temor, placer y dolor por Krishnamurti



Ante todo, hay que comprender lo que entendemos por comunicación, lo que significa la palabra para cada uno de nosotros, lo que está implicado, cuál es la estructura, la naturaleza de la comunicación. Si dos de nosotros, usted y yo, hemos de comunicar uno con otro, no sólo ha de existir una comprensión verbal de lo que se está diciendo, en el nivel intelectual, sino también, por implicación, escuchar y aprender. Me parece que estas dos cosas son esenciales para que nos comuniquemos uno con otro, el escuchar y el aprender. En segundo lugar, es evidente que cada uno de nosotros tiene un trasfondo de conocimiento, prejuicio y experiencia, así como el sufrimiento y las innumerables cuestiones complejas implicadas en la relación humana. Este es el trasfondo de la mayoría de nosotros, y con ese fondo tratamos de escuchar. Bien mirado, cada uno de nosotros es el resultado de nuestra vida culturalmente compleja: somos el resultado de toda la cultura humana, con la educación y las experiencias, no sólo de unos pocos años, sino de siglos.
No sé si alguna vez habrá examinado Vd. la forma en que escucha, sea lo que fuere: un ave, el viento entre las hojas, las aguas que se precipitan, o cómo escucha usted un diálogo consigo mismo, su conversación en varias relaciones con sus amigos íntimos, con su esposa o marido. Si tratamos de escuchar, vemos que es extraordinariamente difícil, porque siempre estamos proyectando nuestras opiniones e ideas, nuestros prejuicios, trasfondo, inclinaciones, impulsos; cuando ellos dominan, apenas escuchamos lo que se está diciendo. En ese estado no hay valor alguno. Se escucha y por lo tanto se aprende sólo en un estado de atención, un estado de silencio en el cual está como en suspensión, en calma, todo este trasfondo; entonces, me parece, es posible comunicar.

Están implicadas otras varias cosas. Si escucha Vd. con el fondo o imagen que haya creado sobre el que habla, y escucha como si éste tuviera cierta autoridad, que puede tener o no el que habla, entonces es evidente que no estará escuchando. Lo que escucha es la proyección que ha lanzado Vd. y que le impide escuchar. Tampoco así es posible la comunicación. Es evidente que la comunicación o comunión real sólo puede efectuarse cuando hay silencio. Cuando dos personas están decididas, en serio, a comprender alguna cosa, con la aportación de toda su mente y su corazón, nervios, ojos, oídos, para comprender, entonces hay, en esa atención, cierta cualidad de silencio; entonces se realiza la comunicación, la comunión efectiva. En eso, no sólo se aprende, sino que se comprende por completo, y esa comprensión no es algo que sea distinto de la acción inmediata. Es decir, cuando uno escucha sin ninguna intención, sin ninguna barrera, dejando a un lado todas las opiniones, conclusiones — todo lo demás, las experiencias — entonces, en ese estado, no sólo comprende uno si es verdadero o falso lo que está diciendo, sino que además, si es verdadero, hay acción inmediata; si es falso, no hay acción alguna.

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