El tránsito es más pesado aún, el andar supera la velocidad del viento y el cielo todavía puede observarse claramente incoloro...
La ciudad se transforma después de cada lluvia, la sensación de melancolía puede percibirse en el aire, como tatuajes en finos pétalos de flor.
Mientras que aquella gota, desde lo alto cae en el regazo de una amplia hoja, deslizándose sobre sus curvas porosas, para luego morir, simplemente, entre adoquines marcados por pisadas que van y vuelven sin detenerse un solo instante.
El silencio se zambulle en un ruido constante, las ideas brotan ramificándose en lágrimas que humedecen rostros, corazones despedazados tras la lejanía acelerada de dulces instantes y la tristeza de saber que nada será como antes...
Fulce C. 22-10-1998.-
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