El olor a carbón en el fuego, el ruido de platos, las charlas y risas en la cocina, un tango sonando de fondo y el diario sobre la mesa. Las hojas de lechuga bañándose debajo de la canilla de agua fría y los tomates de quinta, listos para ser preparados, todo, sobre el mantel a cuadros rojos.
Al ser parte de la cotidianidad, casi no se nota los cambios, cuando sagradamente todos los domingos se realiza lo mismo. Sin embargo, sí parece sentirse, cuando esas imágenes se vislumbran en un pasado lejano, reapareciendo en el aire entre la brisa, como fotografías blancas y negras. Cómo olvidar ... que aquella adolescente algo alborotada, fui yo, la mujer que hoy mira con cierta emoción, apreciar sus raíces.
Fulce - Octubre, 2010.
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