Uno de los asuntos más difíciles de ser un humano es TENER QUE DECIDIR. Pero decidir en serio; aquello que es vital, y que definirá, transitoriamente o no, nada menos que esto: “Yo soy hoy ESTA persona” .Y el umbral a atravesar es el de sentirse partido al medio, ESCINDIDO, dividido: una parte de sí tiende hacia una dirección, y otra parte de sí hacia una alternativa diferente. (O a veces son MUCHAS partes!). Por eso se llama así: DECISIÓN es DES-ESCISIÓN; cuando decidimos, lo dividido se unifica en una determinada dirección. Y muchas veces esa des-escisión es como el alivio de la lluvia que hace ceder la tormenta previa...
Algo niño que tenemos dentro esperaría que las cosas se resuelvan solas (lo cual a veces sucede) o bien que ALGUIEN venga y mágicamente decida por nosotros. Si lo segundo acontece, con frecuencia es que nos hemos metido en problemas. Ni bien uno se va haciendo individuo se va volviendo responsable de des-escindirse. Lo incómodo es que hay menos culpas para descargar en los demás; lo maravilloso es asumir la potestad de pronunciar las cuatro palabras sagradas que hacen al propio destino: “Sobre mí decido yo”.
Asumo la potestad de pronunciarlas, y me doy ese derecho que a veces cuesta tanto adjudicarse: el derecho al error. Nada es “siempre”, pero al menos CASI siempre resulta más fructífero errar por decisiones propias que acertar por decisiones ajenas...
© Virginia Gawel
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