sábado, 4 de mayo de 2013

De Néstor Augusto Esquivel

Ella sonrió y su sonrisa iluminó
mi mundo, 
era tan resplandeciente
que sentí que estaba soñando despierto,
quedé hipnotizado, 
me quedé mirándola fijamente
como se mira algo divino, 
me perdí en su mirada
y su mirada se perdió en mí, 
eramos uno solo,
nos convertimos 
en un bello poema encantado.



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