jueves, 29 de agosto de 2013

Fundamentos milenarios:
Uno se agota. Pero su energía no se agota. Circula. Desde el instante de la concepción hasta la muerte. Recorre su trayecto natural a través del laberinto hermético del cuerpo hasta que encuentra un obstáculo. Entonces tropieza. No continua su camino, sino que se desvía y se disipa. Uno dice entonces que se siente agotado, que no tiene energía. Pues si que se tiene energía, ahí esta. Solo que le impedimos servirnos de la manera mas apropiada a nuestro bienestar.

Es, pues, la energía la que proporciona al cuerpo su unidad animando cada órgano, todos ellos asimismo en movimiento. Hemos visto ya como la toma de conciencia del cuerpo como una totalidad en la que cada elemento depende del otro resulta necesaria para el equilibrio y la salud del individuo.

Es momento de acordarnos de una realidad que las preocupaciones de nuestra civilización nos impide recordar con frecuencia. Es momento de tomar conciencia de la relación entre el Todo que es el cuerpo y el Todo que es el universo, entre el movimiento continuo de los órganos del cuerpo y el movimiento de la tierra y el sol.

Observemos que el ritmo cósmico que regula los ciclos del sol y la luna, el día y la noche, las estaciones, es el mismo al que obedece la energía vital. Observemos que nuestro cuerpo, sin esperar el consentimiento de la “inteligencia” reconoce las leyes cósmicas y se somete a ellas. Y cuando hayamos comprendido como nuestro cuerpo vive su vida, nos mostraremos quizá dispuestos a ayudarle a funcionar lo mejor posible, cuidándolo y asistiendolo por métodos que toman en cuenta su relación con la naturaleza.

El cuerpo tiene sus razones

Theresse Bertherat.







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