jueves, 5 de septiembre de 2013

Lidiar con ese lado que no vemos o que nos resulta contrario a nuestra auto imagen, y hacerlo parte, es mucho más liviano que ocultarlo. Se hace pesado cuando descargamos esa ira reprimida en lugares o personas que no merecen esa furia.

Y ese lado oscuro no necesariamente deberá ser un instinto asesino, sino quizá el mostrarse sensible, el decir la verdad, el reconocer algo en uno mismo que no está aceptado como moral por la sociedad y el entorno, entre otros.

La oscuridad está en las proyecciones, en lo que supuestamente me molesta del otro y en realidad es mi yo reflejado, lo que no quiero reconocer en mí. La sombra está en la creencia de valores y mandatos impartidos por las familias, sociedades, religiones y medios que no hacen más que reprimir al yo verdadero.

El integrar lo negativo puede convertirnos en humanos, el reprimirlo nos lleva a mentirnos y andar por la vida con el disfraz de santos sin saber quiénes somos.

Animarse a ser “malos”, mejor que disfrazado de “buenos” puede cambiar la historia.


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