Cada que veo tu nombre en alguna parte, me sucede algo aquí, en el lugar por donde uno tiene la costumbre de pasar la comida, y al que algunos, casi todos, llaman gorgüello. El otro día lo vi, por la noche, en un edificio de apartamentos. Se prendía y se apagaba y era de una luz blanca muy fuerte. Clara -pum, se apagaba- Clara -pam, se prendía-. Seguramente el ”Santa” está descompuesto, pues el letrero completo debía decir ”Santa Clara”, pero sólo relumbraba el Clara… Clara… Cada vez igual a la respiración de uno. Estando allí, me llené de recuerdos tuyos y me senté un rato sobre un pradito para mirar a gusto aquel nombre tan querido de esa criatura tan aborrecida y fea.
Juan Rulfo, Aire de las colinas.
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