miércoles, 6 de noviembre de 2013

INEXORABLE

Esa noche, me hubiera gustado enseñarle a jugar ajedrez sobre el mantel de tela de donde fuimos a cenar, en el barrio de Boedo, un tablero perfecto, vacío de contrincantes, deseoso de ser ocupado por rivales de circunstancia, mientras ella me miraba con sus grandes ojos color caramelo y su largo cabello rizado, sonriendo apenas como un ángel recién nacido. Tomamos vino, le regalé una rosa y le expliqué la estrategia. Mientas tanto nos reímos, fumamos, nos miramos y nos besamos. Chocamos sin querer nuestras manos y en esa piel rozada intuí apenas el origen del sentido.
Como en el amor, el poder se juega en cada movimiento, el sacrificio espera recompensa, las posiciones adquieren la importancia del ensueño, uno pierde porque el otro se alimenta pero cuando ambos se abrazan en la indisoluble pasión del deseo, no hay vencedor ni vencido, que aquí se llama tablas, como en un escenario a la espera de los aplausos.
Casi al final le dije, sin quitarle la mirada de sus ojos y sus labios, supongamos que ésto es una película y nosotros los protagonistas, los peones son los primeros planos, las torres los travellings, los alfiles los planos generales, los caballos la edición, la reina y el rey, el espacio y el tiempo. Es su caída o el inexorable jaque.


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