Nuestras victorias no son casualidad, ni obra del azar. Son producto de nuestro trabajo interno, de nuestra perseverancia, de nuestro tesón, y el Universo sabe recompensarlas y reconocerlas. Si nosotros también nos reconocemos y nos permitimos recompensarnos, salimos de la eterna carencia y de la negación a ser quien somos, y de la culpa paralizante que nos da ser seres abundantes y que merecen lo mejor, en una cultura que nos dicta que todo es con sudor y lágrimas. Coronáte en tus victorias, y no des por vencido esos sueños que están pulsando por ser reales, y salir de tu mente. ¡A accionar!
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