jueves, 30 de enero de 2014

Alejandro Jodorowsky

¿Qué es la realidad?

La realidad eres tú preguntando qué es la realidad.






Permite que interprete un antiguo haiku japonés:
No tienen palabras
el anfitrión, el invitado
y el crisantemo blanco.

El anfitrión, mudo, es tu Ser esencial, tu Conciencia, tu Verdad, tu Autenticidad, un espíritu desprendido de toda posesión, impersonal, que no se identifica con las palabras. Las palabras indican el camino pero no son el camino. La palabra luz no es la luz.
El invitado es tu ego artificial, aunque necesario, creado por la familia, la sociedad y la cultura. En este haiku se produce el encuentro entre tu ego y tu esencia. Frente a ella, tu individualidad efímera , (construida de palabras huecas, emociones incontroladas, deseos implantados, necesidades producidas por la propaganda comercial y el afan competitivo de imitar a los otros) se calla, cesa su sempiterna actividad mental, delirio egoísta que te aleja de la unidad. Y este ego y este Ser esencial, en perfecta paz, silencio, receptividad, maravillamiento, se dan cuenta que el crisantemo blanco, el Dios Interior, es su Maestro eterno. Tú traduces su presencia en palabras, pero esa gota divina que anida en el centro de tu alma, actúa sin palabras, es el silencio que sostiene a todos los astros, a todos los universos.
El haiku te dice: “La verdad está en ti. A partir de esa verdad, tú eres tú y también el otro. La infinita extensión de ti mismo que llamas el inconsciente”. Eres tanto lo que eres como lo que crees no ser.
¿Cuando no aparece el Otro en tu vida? Cuando tú no apareces en tu propia vida. Así te habla tu Ser esencial: “Yo soy el anfitrión y tú eres el invitado. Yo he preparado un lugar apropiado para nuestro encuentro, este lugar se llama “meditación”. Un momento de silencio que transcurre sin preocupaciones, desgracias emocionales, pasados dolorosos, al margen de tu nombre, de tus fracasos y éxitos, de tus ansias de poder, de tus angustias corporales, siendo la mayor de ellas el saberte mortal. Estamos cara a cara, tú y yo, con un inmenso placer, en un nivel de conciencia sin tensiones. Haz dejado tus prejuicios, has cesado de no creer en ti. Te entregas a tu belleza, no una belleza seductora, sino la la bella de la vida que transcurre por tu materia como un río que te lleva hacia la eternidad. Deja que se expanda el silencio de nuestro Dios interior. Es blanco, es puro, es único, es lo que es. ¿Es que yo soy lo que soy? ¿Acaso eres tú lo que eres? En este momento sagrado, guiados por el crisantemo blanco, comenzamos a abandonar el programa de destrucción que nos han implantado, toda la autocrítica, todas las falsas esperanzas y las supersticiones, todas las búsquedas neuróticas. Estamos aquí. Estás tú en mí y yo en el Dios Interior. Te sientes vivir tranquil@, relajad@, sumergid@ en un silencio que no es un silencio. Es la vida misma que está aquí. Es tu conciencia efímera que se disuelve en la Conciencia eterna e infinita…. Hemos comprendido la lección del crisantemo blanco, somos dos espejos frente a frente, tú, ego, no te disuelves sino que te haces transparente. Nos aceptamos. Nuestro cuerpo vive su propia vida. El tiempo transcurre sin que nada se escurra, estamos en una paz increíble… Esto quiere decir que tú eres el crisantemo blanco. Has vencido el rencor, la ansiedad, la angustia, la duda.”
Cuando permites que el Dios Interior invada con su amor todo tu ser, sientes lo sagrado en lo que te rodea: todo está conectado con todo, todo es posible, todo está vivo y puede responder, siempre encuentras una forma de hacer fluido lo estancado, el mundo recupera su sentido. Abandonando las esperanzas y las metas que te inculcaran en el pasado, dejas que el camino te lleve porque confías en la vida. Sabes que cada pensamiento atrae su equivalente en el mundo, que la realidad en cierta forma es un espejo, una resultante producida por lo que ella es y por lo que tú crees que es. Si deseas fracasar, el mundo convertido en enemigo te ayudará a fracasar. Si deseas tener éxito, el mundo se convertirá en tu aliado. También sabes que en la memoria, las experiencias reales y las del sueño se graban en forma semejante. Tratas entonces a la realidad como si fuera un sueño lúcido, introduciendo en ella actos que transforman positivamente lo que acontece, con la seguridad que al eliminar tus límites mentales pacificas tus emociones, purificas tus deseos, y te conviertes en alguien útil para los demás.

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