jueves, 2 de enero de 2014

LA CULPA POR PONER LÍMITES:

 Una de las bellas cosas de mi vida ha sido conocer a una cantidad enorme de BUENA GENTE. Aún sigo rodeada de personas en las que puedo confiar, pues sé qué valores sustentan sus vidas. Y algo que he visto entre ellas a repetición es esto: con mucha frecuencia la persona que se afirma en lo mejor de sí tiene como tarea el APRENDER A SUPERAR LA CULPA QUE PRODUCE EL PONER LÍMITES. Poner límites, de por sí, ya puede resultarle una proeza (a veces inclumplible!), pero luego SOSTENERLOS es una instancia en la que deberá debatirse con ese sentir: LA CULPA. Hay una laaaarga lista de cosas que la persona se dice a sí misma al respecto: “Me parece que fui exagerado.” “Soy demasiado rígido / exigente / poco tolerante / incomprensivo...” (complétese con los adjetivos que se quiera). Y hay una laaaarga lista que empieza, refiriéndose a aquella persona hacia quien se le puso el límite, y que comienza más o menos con esta expresión: “Pobre! Lo que pasa es que él/ella...” (complétese con las de justificaciones de por qué a él o ella NO debía habérsele puesto semejante límite). Les resuena? Un 10% de las veces, y en determinados temperamentos, algunas de estas dos instancias ha de ser cierta, sí. Pero de lo que estoy hablando es de cuando NO. Cuando NOS QUITAMOS A NOSOTROS MISMOS EL DERECHO A DISCERNIR QUE... “YA BASTA”. Si, por otro lado, la persona a quien se le haya puesto el límite conoce este punto flaco de quien le cuesta ponerlo, y usa ese conocimiento MANIPULÁNDOLO para que la culpa crezca como la levadura en el pan... ESTAMOS EN PROBLEMAS! Conocer este mecanismo implica la posibilidad de empezar a salvarse de él. SOSTENER esa culpa neurótica (es decir, una culpa que NO CONDICE CON LA REALIDAD) es el primer paso para disolverla. PONERSE LÍMITE A SÍ MISMO respecto de esa benevolencia mal aplicada. Si “bene-volencia” es “voluntad de bien”, el bien es también SABER DECIR QUE NO A QUIEN HAY QUE DECÍRSELO. Y sostener esa culpa innecesaria, abrazarla con paciencia, tal como lo hace una madre que, un buen día, le dice a su bebé ya crecido que NO le dará más el chupete aunque llore, pues le deformará los dientes. Y SOSTIENE ese NO. (Triste es ver a mamás con niños grandes y aún con el chupete en la boca!). La mayoría de los adultos que demandan más allá del límite (o sea, que NO SE PONEN LÍMITES A SÍ MISMOS PARA DEMANDAR) están siendo niños de cinco años que piden chupete. ¿Qué BIEN haremos (hacia el otro y hacia nosotros mismos) si le decimos que SÍ? Algo más para trabajar, día a día, si hace falta... © Virginia Gawel




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