miércoles, 29 de enero de 2014

La Mujer Esqueleto: El enfrentamiento con la naturaleza de la Vida/Muerte/Vida del amor


A los lobos se les dan muy bien las relaciones. Cualquiera que haya observado el comportamiento de los lobos se habrá dado cuenta de la profundidad de sus vínculos. Las parejas suelen ser de por vida. Aunque se registren conflictos y desacuerdos entre los miembros de la pareja, sus fuertes vínculos les permiten superarlos y conocer juntos duros inviernos, numerosas primaveras, largos paseos, nuevas camadas, viejos depredadores, danzas tribales y cantos corales. Las necesidades de relación de los seres humanos no difieren demasiado de las suyas.
Mientras que la vida instintiva de los lobos se caracteriza por la lealtad y unos vínculos duraderos de confianza y afecto, los seres humanos tropiezan a veces con dificultades en estas cuestiones. Si descubriéramos los fuertes vínculos que se registran entre los lobos en términos arquetípicos, diríamos que la integridad de sus relaciones deriva de su sincronización con la antigua pauta de toda naturaleza... lo que yo llamo el ciclo de la Vida/Muerte/Vida.
La naturaleza de la Vida/Muerte/Vida es un ciclo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte, seguido siempre de un renacimiento. Este ciclo influye en toda la vida física y en todas las facetas de la vida psicológica. Todo, desde el sol, las novas y la luna y también los asuntos de los seres humanos y de todas las más minúsculas criaturas, de las células, moléculas y los átomos por igual, presenta esta palpitación, seguida de un titubeo y otra palpitación.

"La danza es ritmo y el ritmo impregna el universo. A fin de cuentas, la esencia del cosmos es energía animada de ritmo y de conciencia: el día y la noche, los movimientos de los astros, lo atestiguan, pero el ritmo se oculta también en la intimidad del átomo.

En el hinduismo, el Señor Shiva (literalmente: el auspicioso) es la tercera persona de la Trimurti, formada por Brahma, el dios creado; Vishnú, el conservador del universo, y Shiva, el destructor o transformador de toda la creación.
La Danza de Shiva simboliza no sólo los ciclos cósmicos de creación y destrucción, sino también el ritmo diario de nacimiento y muerte, considerado en el misticismo hindú como la base de toda existencia. Al mismo tiempo, Shiva nos recuerda que las múltiples formas del mundo son maya – no fundamentales, sino ilusorias y siempre cambiantes – mientras continúa creándolas y disolviéndolas en el incesante flujo de su danza.

La danza de Shiva está compuesta por la combinación siempre fluyente de sus cinco actividades.
El poder de la creación está representado por la mano derecha en alto y el tambor, sobre el cual toca y produce las vibraciones de las que emanan los ritmos y ciclos de la creación.
El poder de mantener está representado por la mano derecha de abajo en un gesto de bendecir o indicación de no temer.
El poder de destrucción se muestra a través del fuego que sostiene en su mano izquierda elevada en una pose de media luna. Esa luna creciente se puede observar también en su cabello.
El poder de ocultar es aquel que esconde la verdad, permitiendo así el crecimiento y eventual cumplimiento del destino, representado por el pie derecho parado sobre el demonio postrado.
El poder de revelar brinda conocimiento y libera el espíritu. Este está representado por el pie izquierdo levantado y la mano izquierda hacia abajo como una trompa de elefante.

El arco de fuego dentro del cual baila Shiva es el vestíbulo de la conciencia. Conocido también como el corazón lleno de luz del hombre, esta es la cámara central del universo físico. Nataraja danza el universo dentro y de entre la existencia, revelando la extrema realidad.
Puede llevar en su cabello una sirena, una calavera, una cobra y/o una luna creciente. La guirnalda de cráneos que lleva lo identifica como el tiempo y asegura la muerte de todos los seres. Un solo cráneo en su pecho es el creador. La cobra o serpiente es el poder cósmico esperando que vive en todo. La enorme forma devoradora que se impone desde lo alto es el Gran Tiempo. Los tres ojos simbolizan el sol, la luna y el fuego o los tres poderes; crear, preservar y destruir. Dos ojos representan el mundo de dualidad mientras que el ojo del medio muestra la visión de no-dualidad. Su sonrisa indica una transcendencia imperturbable.
Shiva también simboliza la quietud y el movimiento forjados juntos. La quietud habla de la paz y el equilibrio en el interior de todo, en el centro. El movimiento intenso, en ocasiones representado por su cabello ondeando en todas las direcciones, muestra la furia y vigor que llenan el universo. La implicación es que "La Gran Alma Cósmica" (Dios/a) permite ambas cosas. El baile y el bailarín son uno solo.
"La Gran Alma Cósmica" es el bailarín cósmico. Shiva es el alma primordial, poder energía y vida de todo lo que existe. En su aspecto como Nataraya (Nata: teatro, danza; Raja: realeza) "El Rey de la Danza Teatral" o más comúnmente llamado "El Señor de la Danza Cósmica", representa lo divino, porque en la danza el ser creado es inseparable de su creador. De manera similar, universo y alma no pueden ser separados de "La Gran Alma Cósmica".

Para el hombre arcaico o, en nuestros días, para los "salvajes", la danza es la actividad tribal espontánea más significativa. Todo invita al hombre tribal a danzar: las bodas, los nacimientos, los duelos. Baila para hacer llover, baila antes de la caza o antes del combate… Infatigable, danza durante noches enteras. La danza es así el medio privilegiado para despertar el psiquismo colectivo de la tribu. Por la danza, accede eventualmente al éxtasis: por ella el psiquismo de la tribu sigue el ritmo de lo cósmico y concuerda con las potencias misteriosas del cosmos."

A diferencia de los seres humanos, los lobos no piensan que los altibajos de la vida, la energía, la fuerza, el alimento o las oportunidades sean sorprendentes o constituyan un castigo. Las cumbres y los valles están simplemente ahí y los lobos los recorren con la mayor eficacia y naturalidad posible. La naturaleza instintiva posee la prodigiosa capacidad de vivir todas las circunstancias positivas y todas las consecuencias negativas sin interrumpir la relación con el yo y con los demás.
El lobo afronta los ciclos de la naturaleza y el destino con buena voluntad e ingenio y con la paciencia necesaria para permanecer unido a la propia pareja y vivir lo mejor que pueda durante el mayor tiempo posible. Sin embargo, para que los seres humanos puedan vivir y entregar su lealtad de esta manera tan acertada y tan sabia, tan protectora y tan sensible, es necesario que éstos se enfrenten con aquello que más temen. Y no hay manera de evitarlo, tal como veremos más adelante. Hay que acostarse con Doña Muerte.
En los cuentos más sabios el amor raras veces es un encuentro entre dos enamorados. Por ejemplo, algunos cuentos de las regiones circumpolares describen el amor como la unión entre dos seres cuya fuerza conjunta permite a uno de ellos o a los dos establecer comunicación con el mundo espiritual y participar en el destino como si éste fuera una danza con la vida y la muerte.
El cuento que voy a relatar es una historia de caza acerca del amor. La acción transcurre en el gélido norte. Para comprender el relato, hay que tener en cuenta que allí, en uno de los ambientes más inhóspitos y una de las más duras culturas cazadoras del mundo, el amor no significa un coqueteo o una búsqueda con el simple propósito de complacer el ego, sino un vínculo visible formado por el tendón psíquico de la resistencia, una unión que perdura en la prosperidad y en la austeridad, a lo largo de los días y noches más complicados y más sencillos. La unión de dos seres se ve en sí misma como una magia angakok, como una relación a través de la cual ambos individuos pueden conocer "quién es el que manda".

Pero esta clase de unión plantea ciertas exigencias. Para poder crear este amor duradero, se invita a un tercer participante. Es el que yo llamo la Mujer Esqueleto. También se le podría llamar Doña Muerte y, como tal, sería otra figura de la Vida/Muerte/Vida en uno de sus múltiples disfraces. Bajo esta forma, Doña Muerte no es una enfermedad sino una divinidad. 
En una relación, desempeña el papel del oráculo que sabe cuándo es el momento de que los ciclos empiecen y terminen. (Eso no significa que la relación termina sino que ciertos aspectos de la relación se desprenden de la piel, pierden el caparazón, desaparecen sin dejar rastro, no indican su paradero y, de repente, reaparecen con otra forma, otro color y otra textura.) Como tal, es el aspecto más salvaje de la relación, el que más temen los hombres y a veces incluso las mujeres, pues, cuando se ha perdido la confianza en la transformación, también se pierden los ciclos naturales del desarrollo y el desgaste.
Para crear un amor duradero, ambos amantes tienen que abrazar a la Mujer Esqueleto y aceptar su presencia en la relación.

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