miércoles, 26 de febrero de 2014

Intramuros

Hoy estuve mirando detenidamente las manchas de la pared.
Es una costumbre que viene de mi infancia. Primero imaginaba rostros, animales, objetos, a partir de esas manchas; luego, fabricaba miedos y hasta pánico en relación con ellas.
De modo que ahora es bueno convertirlas en cosas o caras y no sentir temor. Pero también me provoca un poco de nostalgia aquella edad lejana en que el máximo miedo era provocado por manchas fantasmales que uno mismo creaba.

Los motivos adultos, o quizás las excusas adultas de los miedos que vienen después, no son fantasmales, sino insoportablemente reales.

Sin embargo, a veces les agregamos fantasmas de nuestra cosecha ¿no te parece? A propósito ¿cómo andan tus fantasmas? Dales proteínas, no sea que se debilite. No es buena una vida sin fantasmas, una vida cuyas presencias sean todas de carne y hueso […]

Primavera con una esquina rota

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