sábado, 14 de junio de 2014

Esto

Al final, como al principio, no hay nada más espiritual que beber una taza de té. 

Podemos hablar de la absoluta presencia del testigo, de la subjetiva objetividad de la subjetiva presencia consciente, del éxtasis de los estados trascendentales, del camino sin-camino hacia gloriosos futuros iluminados, de los reinos espirituales con todas sus atractivas promesas de perfección. 

Pero pronto nos cansamos de las palabras, sin importar su belleza, y anhelamos la simplicidad, el carácter de lo real, una verdad que no pueda romperse. Anhelamos el momento, por muy paradójico que suene. Anhelamos nuestro suelo, nuestro hogar. La conexión. Salirnos de nuestras cabezas para entrar en el Corazón. 

Y así, sentado con un amigo en un café, en una mañana de verano, niños gritando en todas direcciones, el reflejo de la luz del sol sobre la cuchara manchada de té, y ESTO... ESTO es la vida. No la vida abstraída por el pensamiento, no la vida descrita por filósofos o gurús bien intencionados, sino la vida vivida de primera mano, la vida como nada más que la inmediatez y la presencia y el asombro, la vida como una bolsita de té, la vida como un perro dormido, la vida como vidrios rompiéndose, como niños salvajes jugando, ajena a la seriedad que se aproxima con el tiempo. 

Alguna vez tuve un concepto acerca de lo 'espiritual'. Alguna vez busqué estados iluminados. Alguna vez tuve la idea de que yo, o cualquier otro, era una autoridad. Alguna vez me sentí superior a los perros dormidos y a los vidrios rotos. 

En este momento soy una bolsita de té. 

- Jeff Foster






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