Por lo menos lo intentamos, dijo él.
Y luego me marché sin querer hacerlo, sin voltearme, pero sabiendo que se quedaría mirando mi partida. Ya no podía quedarme, aunque quisiera, las borrosas sombras de lo que sucedió esa tarde serían como fantasmas disfrazados de impunidad, de hipócrita actuación como frente a una sala vacía, donde los actores han renunciado a sus personajes y el telón ya no se levantaría porque los aplausos han quedado mudos.
Fuimos dos corazones con piedad, dijo ella.
Y luego me marché sin querer hacerlo, sin voltearme, pero sabiendo que se quedaría mirando mi partida. Ya no podía quedarme, aunque quisiera, las borrosas sombras de lo que sucedió esa tarde serían como fantasmas disfrazados de impunidad, de hipócrita actuación como frente a una sala vacía, donde los actores han renunciado a sus personajes y el telón ya no se levantaría porque los aplausos han quedado mudos.
Fuimos dos corazones con piedad, dijo ella.
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