viernes, 15 de agosto de 2014

Eramos niños perdidos en la noche, jugábamos a escondernos; ese era el juego, estar cerca y alejarse, pero la noche nos traicionó. Amanecí bajo este disfraz, las paredes eran señoras, y los edificios almas en pena. Pero fue bueno despedirse en el primer beso. Eramos niños y no teníamos amores ni candados, no éramos prisioneros de las sillas y los roperos, nadie usaba nuestras miradas para engendrar ojos.
S.


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