lunes, 29 de septiembre de 2014

"Nunca desperdiciaré mis sueños por quedarme dormido. Nunca más."
Eugene Ionesco



Qué curioso que se le llame "sueño" a aquello que puede volver nuestra vida más real! Hay una palabra que puede reemplazarla bien, y que en muchos textos antiguos se utiliza acertadamente: "ANHELO". El anhelo es el deseo del espíritu (el deseo es algo más básico).
"Anhelo" es como "inhalo": tan hondo es, que si no le doy cabida en mi vida siento que me ahoga, que no puedo respirar en paz. Quizás sea porque el espíritu vino a esta vida a desplegarse; y que si no lo hacemos sentimos la profunda añoranza de la completud. En cambio, cuando sí los vamos desplegando, esos sueños ya no son nada oníricos, sino que nos enraízan en la vida concreta, volviéndola más plena para nosotros mismos y para los demás. Lo contrario lo dice una canción del folklore argentino, la "Zamba de mi esperanza": "Sueño, sueño del alma, que a veces muere sin florecer". No estoy dispuesta a que los sueños de mi alma mueran sin florecer! Ni mi alma tampoco.



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