Sóplame suavemente, quítame el polvo de la infelicidad. Hojéame antes de poseerme. Huele mi perfume a desventuras y a amores desencontrados. No me maltrates y cuídame, pero consume mi vida, mis fantasías, mis ilusiones. No me olvides, que la indiferencia es el peor de los castigos. Recórreme con tu aliento, sujétame entre tus manos, presióname con tus brazos, háblame en voz alta y con el silencio de tu mente. Sonríeme y enfádate, que tu insomnio sea el mío y el despertar en tu cama.
Sí, trátame como a la página de un libro, dijo ella. Subráyame con sorpresa y desencanto, dóblame en el vértice, señálame ante una pausa. Anota tus pesares, esos que no están escritos, hojéame nuevamente y sin buscar nada en concreto, resalta aquello que te asombra y levanta la vista frente al desacuerdo. Agótame con tu mirada y ciérrame cuando ya te hartes.
Juan Marin
Sí, trátame como a la página de un libro, dijo ella. Subráyame con sorpresa y desencanto, dóblame en el vértice, señálame ante una pausa. Anota tus pesares, esos que no están escritos, hojéame nuevamente y sin buscar nada en concreto, resalta aquello que te asombra y levanta la vista frente al desacuerdo. Agótame con tu mirada y ciérrame cuando ya te hartes.
Juan Marin
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