martes, 7 de abril de 2015

Muchas veces, a raíz de voces escuchadas por tantas generaciones,tenemos miedo, sentimos culpa y tememos castigos por nuestro obrar. Se nos enseño que debemos confesar nuestros pecados, sentir culpa, y esperar siempre la Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente). Entonces, si hice sufrir a alguien, "merezco" que alguien me haga sufrir, y si me porté mal, entonces seré castigado. Hago cosas por culpa, dejando de ser auténtico y obrando más por miedo que por otra cosa. 
La realidad es que podemos corregir acciones, y modificar y evolucionar comportamientos, porque la idea es conectar con el amor, no con la culpa y el castigo. Muchos dicen que Adolf Hitler reencarnará como un médico que cure el cáncer definitivamente, haciendo el bien a millones de personas, y otros piensan que debe reencarnar para sufrir. Trayendo más sufrimiento, más violencia y más desamor, no contribuímos a la ascención o evolución, sino que nos quedamos en el mismo espiral, sin crecer. Deseando el mal a aquel que me lastimó es entendible, humano pero ¿por qué no probar intentar enviar luz? Sé que cuesta y a veces no podemos, pero la envidia, la bronca, la violencia, el odio, siempre se pueden alquimizar y elevar. No dejarán de existir, y si están es por algo, pero podemos contribuir a estar mejor. A veces es con cosas cotidianas, como no saludar a alguien que no te saluda, o mirar mal a aquel que siempre te mira mal. A veces, nos sorprendemos dándonos cuenta que nada es personal, aquel que no saluda o mira mal, la está pasando mal. Podemos ser transformadores de energía en donde vayamos poniendo una sonrisa allí donde sólo hay caras largas. Dejemos de tener tanto miedo, no somos perfectos, ningún martillo caerá arriba de nuestras cabezas. Perdonémosnos un poco más y perdonemos a los demás, ya que todos hacemos lo que podemos, no siempre lo que queremos. Es más fácil ver el mal obrar en el otro que en mí, y culpar al exterior por mi infelicidad. ¿Y si intentamos dejar de usar la culpa, sentimiento inútil si los hay? dejemos de repetir: ¡por mi culpa, por mi gran culpa! y gocemos un poco más de nuestra vida, que no encarnamos para pasar un calvario, sino para estar lo mejor que podamos y nos permitamos. 



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