jueves, 16 de abril de 2015

PROMESAS DE OTOÑO

Me prometí no pensar más en ello, sino en lo que realmente amaba. Me juré dudar de mi intolerancia, de mis conjeturas tortuosas de madrugada, de ese camino que todas los amaneceres recorría mi gato con lamentos de víctima y sospechas de espanto, del sol frío que me despertaba por la mañana, de ese café hervido que quemaba mis tripas y de la puta internet que me anoticiaba.
Me prometí ser feliz con lo que deseaba y no suplicar restos en el pasado. Puse las manos en el fuego para certificar lo vivo que estaba, que la puerta se abriría cuando ella hubiera llegado, que la vergüenza de creer lo inconcebible me agarraba siendo ya un hombre grande, que la paz me tomaba con arrugas en el alma y con errores que jamás hubiera cometido, que el tiempo no era tan sádico como para jugarme esta broma macabra, que la distancia no era distancia sino estaba dentro mío.
Me prometí confesarme ante el demonio de la vida, los suspiros de admiración y los silencios tajantes. Me prometí ser mejor hombre para mis enemigos cautivos, para mis negaciones flagrantes, para mis cerradas opiniones o mis soberbias verdades. Lo prometí para mí y para los que amaba tanto.

De Juan Marin


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