jueves, 21 de mayo de 2015


Muchas personas, cuando piensan en un maestro, se imaginan un ser de Luz, vestido con túnicas flamantes, una sonrisa beatífica, un aura de espiritualidad, una expresión de armonía. En mi vida, mis grandes maestros han estado lejos de esa ensoñación luminosa. Mis grandes transformadores de vida han sido el mal humor, las iras, los tropezones con sus lógicas magulladuras, las parálisis, las crisis, los rechazos, la soledad, las carencias, los vacíos existenciales. Esosmaestros que nadie quiere ni nombrar, han forjado y forjan mi personalidad, desde su lugar de la Sombra, no quiero dejar de nombrar a mi gran maestra la exigencia, la autocrítica, la voz de mi juez interno , implacable, presionando para seguir. También la mente, con sus filos y agudezas, con sus pinches y opresiones. 
Hoy, quiero agradecer, reconocer y sacar de las penumbras a estos maestros de la vida, que hacen que seamos más conscientes, más evolucionados, más despiertos. Estos maestros no necesitan disfrazarse de seres perfectos y de amor y paz, no necesitan las túnicas ni ponerse nombres hindúes. Solo están, para todos, disponibles siempre. Y podemos elegir dos caminos con ellos: integrarlos, aprender la lección, acreditar su presencia,o negarlos, taparlos, ponerlos bajo la alfombra y de esa forma, alimentarlos más y más y promoviendo su reaparición a nuestras vidas. ¡Esa elección es personal! Gracias miedos por hacerme más fuerte, gracias crisis por hacerme salir de mis zonas de confort y animarme. Gracias críticas que me enseñaron a pulirme y forjarme, gracias iras porque me enseñaron a ver un ego lastimado y a ver mis deseos.





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