jueves, 11 de junio de 2015

Roberto Arlt



"–Tendrá que venir un hombre, un ángel, yo qué sé. Se arrodillará en medio de la Avenida de Mayo. Los automóviles se detendrán, los gerentes de los bancos y los ricos de los hoteles se asomarán a los balcones y moviendo los brazos indignados le dirán:
«¿Qué quieres, tú, cara de sapo? No nos seas molesto –pero él se levantará– y cuando vean su carita triste y sus ojos encendidos de fiebre, a todos se les caerán los brazos, y él se dirigirá a los cogotudos, les hablará, les preguntará por qué hicieron mal, por qué se olvidaron del huérfano y machacaron al hombre y han hecho un infierno de la vida que era tan linda. Y ellos no sabrán qué contestar, y la voz del ángel postrero resonará de tal forma que se les pondrá la piel de gallina, y hasta los más rufianes llorarán».
–Sí, es necesario que venga Cristo otra vez. Los hombres más perros, los cínicos más letrinosos sufren todavía. Y si él no viene, ¿quién nos va a salvar?"


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