viernes, 31 de julio de 2015

Charles Bukowski

Yo era sentimental respecto a muchas cosas: unos zapatos de mujer bajo la cama; unas horquillas olvidadas; la manera como decían «Voy a hacer pipí»...; cintas de pelo; pasear por el bulevar con ellas a la una y media de la tarde, sólo dos personas caminando juntas; las largas noches bebiendo y fumando, hablando; las discusiones; los pensamientos de suicidio; comer juntos y sentirse bien; las bromas, la risa saliendo de ninguna parte; sentir milagros en el aire; estar juntos en un coche aparcado; comparar pasados amores a las tres de la madrugada; que te dijeran que roncabas, oírlas roncar; madres, hijas, hijos, gatos, perros; algunas veces la muerte y otras el divorcio, pero siempre yendo adelante, siguiendo a través; leyendo a solas un periódico y comiendo un triste sándwich sintiendo náuseas porque ella ahora estuviese casada con un dentista tartamudo; hipódromos, parques, picnics; incluso cárceles; sus estúpidos amigos, tus estúpidos amigos; tu bebida, sus bailes; tus flirteos, sus flirteos; sus píldoras, tus polvos con otras personas y ella haciendo lo mismo; dormir juntos...
No había juicios que hacer, aunque por necesidad uno tuviera que seleccionar. Más allá del bien y del mal era una cosa buena en teoría, pero para ir viviendo uno tenía que elegir: algunas eran más agradables que otras, otras simplemente estaban más interesadas en ti, y en ocasiones el exterior hermoso y el interior frío eran necesarios para polvos sangrientos y sin clemencia, como en una sangrienta y mierdosa película. 
Las simpáticas jodían mejor, la verdad, y después de pasar un tiempo con ellas parecían más hermosas, porque lo eran. Pensé en Sara, tenía algo extra...


 "Mujeres", Fragmento.

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