viernes, 16 de octubre de 2015

El colibrí

Cuando los dioses mayas ya habían terminado de crear a todos los animales, minerales y vegetales de la tierra, advirtieron que algo les faltaba: quien pudiese transportar el pensamiento entre los hombres. Por ello tomaron una piedra de jade, dibujaron una flecha en ella, y al soplarla, el primer colibrí salió moviendo rápidamente sus alas y comenzó a poblar nuestro continente. En la cosmovisión andina se le asocia con la dulzura, la armonía, la buena suerte y el sacrificio. Su importancia fue tal que en la cima de la pirámide de la ciudad secreta de los Inkas (Paititi) se hallaba un colibrí de oro denominado Qoriq’ente. 
Retomando este gran símbolo americano, el poeta Pablo Neruda escribió un exquisito, y como siempre, preciso poema al respecto del cual compartimos un fragmento:

Al colibrí,
volante
chispa de agua,
incandescente gota
de fuego
americano,
resumen
encendido
de la selva,
arco iris
de precisión
celeste
Oh mínimo relámpago viviente,
cuando se sostiene en el aire tu estructura de polen,
pluma o brasa,
te pregunto,
qué cosa eres,
en dónde
te originas?
Semilla del sol
eres,
fuego
emplumado,
minúscula
bandera
voladora,
pétalo de los pueblos que callaron,
sílaba
de la sangre enterrada,
penacho
del antiguo
corazón
sumergido.


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