La primera vez que leí El Principito fue en quinto grado. En casa habían conseguido una versión antigua. Tenia tapas blandas. Y el tamaño era como el de una carpeta número tres. Los dibujos estaban hechos con trazos finos y colores primarios. Sin embargo, para mi esas imágenes parecían tener vida. Él parecía estar vivo.
Faltaba una o dos hojas para terminarlo. Y María Cristina, la maestra, dictó una consigna:
"Escribí el final que te guste"
Deseo con el alma recuperar ese cuaderno a rayas.
Carol
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