Entre hoy y mañana, dependiendo de la franja horaria en la que nos encontremos, Marte recupera su marcha directa en el grado 23 de Escorpio. Marte hace su cambio de trayectoria en ángulo con Eris en el grado 23 de Aries. Marte es el regente de Aries.
La narrativa de Eris, activada por la primera de tres conjunciones con Urano, sigue evolucionando en nuestro cielo, en nuestra psiquis y en nuestro entorno. Eris es la guerrera femenina, su táctica es la de exponer y revelar. Marte es el guerrero masculino, su táctica en imponer su voluntad. Eris se ha despertado y Marte vuelve de su retiro del fondo de las aguas oscuras de Escorpio. El 16 de Abril comenzó su retrogradación en el grado 9 de Sagitario y ahora vuelve a recorrer cada uno de los grados que ha caminado desde entonces. Cuando vuelva al grado 9 de Sagitario, en Agosto, hará una conjunción con Saturno. El proceso y las lecciones de este tránsito no han terminado. Solo entramos en otra fase. Será en Agosto, cuando Marte salga de la zona de retrogradación y haga la conjunción con Saturno que nos daremos cuenta de la dimensión de nuestra tarea y de las lecciones integradas. En Agosto cerramos este largo ciclo.
El tránsito de Marte nos habla de la transformación de nuestra parte masculina, nos pide una entrega, una rendición, de nuestras antiguas armas y armaduras. Esas viejas defensas, esos mecanismos de sobrevivencia, que ya han dado su tiempo. El despertar de Eris, nuestra parte femenina exiliada, nos convoca a una valentía feroz e irreverente, motivada por la claridad de querer separarnos de un juego tóxico que nos oprime para levantar el deseo de nuestra alma pura. Nos pide un basta que ya no es negociable, que ya no se puede disfrazar, que convoca a nuestra integridad encarnada.
Esta danza entre la guerrera femenina y el guerrero masculino nos habla de la alquimia de nuestro deseo. Nos habla de un potencial creativo dinámico e irrepetible, una fuerza que nos ofrece la oportunidad de traspasar el núcleo del trauma y el dolor oculto detrás de nuestras defensas, máscaras y disfraces. Nos habla de un deseo, lo suficientemente poderoso y visceral, capaz de desprogramar antiguas creencias y condicionamientos. Especialmente si están vinculados a memorias de humillación, sentimientos de vergüenza, dinámicas de abuso energético, luchas por la integridad de nuestra alma, e invasión, depredación y violencia sexual.
Realidad dolorosa heredada tras siglos de silencio e ignorancia. Realidad que habita nuestros genes, nuestros huesos. Realidad escondida. Realidad olvidada y oculta. Realidad del momento humanitario que atestiguamos. Somos convocados a mirar, aceptar, sanar y responder en participación activa a este cambio liberador. Esta acción, esta participación, solo puede moverse desde la integridad de nuestro deseo, desde la voluntad comprometida de vivir auténticamente con pasión y con compasión. Este es un tiempo para preguntarnos profundamente y sinceramente qué queremos de verdad, qué nos motiva, qué enciende el fuego de nuestra pasión, qué nos inspira, qué deseamos sin duda, sin miedo, sin vergüenza, sin culpa.
También hay una quietud que nos sigue llamando a la retirada consciente de nuestra energía. La Cruz mutable es como una montaña rusa. Las subidas y las bajadas son dramáticas : un día nos sentimos de una manera, al otro de otra; el cambio cambia, la rueda gira rápido, no tenemos tiempo de aferrarnos, de creérnoslo, que ya pasa a otra cosa.
Podemos sentir esta polaridad en tensión como una marioneta de nuestras emociones : por un lado la confianza y la apertura deseante de vivir el mandato de nuestro corazón y por otro la duda, el agotamiento y la desidia. Contraste que nos permite ver con mucha más claridad esos programas, ideas y creencias que no son nuestros, que vienen de otras personas, o de una persona que fuimos y que ya no somos. Esos ideales que le dieron forma a nuestra realidad, nuestro medioambiente, alianzas internas que han llegado a su fin.
La lección de Escorpio está vinculada a la manera en que intercambiamos energía, por lo tanto nos habla de las narrativas ocultas detrás de nuestra relación con el dinero, con el poder y nuestra energía sexual. Estos temas median en nuestros vínculos, de ahí que estos pasados meses hayan traído revelaciones y cambios sorprendentes en nuestras relaciones, en nuestros intercambios. Hemos podido ver cómo media el poder, el dominio, el abuso y la sumisión, sutil o explícita, en nuestros vínculos. Puede ser un tiempo en que nos hemos sentido humillados, avergonzados, culpables; o en el que nos hemos aferrado a nuestro enfado y nuestro control sin flexibilizar nuestra posición.
Detrás de cualquiera de esta dinámicas emocionales y conductuales, independientemente del rol tras el cual elegimos refugiarnos, lo que todos experimentamos es nuestra discapacidad de sostener nuestra propia humanidad. Lo que se expresa entre cada uno de nosotros es nuestra interdependencia. Es la manera en que nos influenciamos y afectamos los unos y los otros a través de nuestra ignorancia y nuestro dolor no integrado.
La vulnerabilidad compartida no es una debilidad, por el contrario pide un profundo respeto al tiempo y proceso propio y ajeno. ¿cómo podemos abrazar la verdad de los que somos si no aceptamos que huimos de nuestra humanidad? ¿cuánto podemos abrirnos al gozo de estar vivos si nos negamos a cruzar los umbrales de nuestra herida y de nuestros traumas, si nos avergonzamos de lo que somos? Todo aquello que no hemos querido mirar se presenta ante nuestra puerta y lo seguimos negamos, seguimos escapando en escusas y fantasías, justificaciones que repetimos, sin escuchar el clamor interno, o el clamor de otros fuera de nosotros, que nos desafía a mirarnos.
Comprender que detrás de esta negación de la realidad late nuestra infancia, el dolor de nuestra madre o nuestro padre, la violencia vivida por nuestros abuelos y ancestros. Con nuestra negación damos la espalda al amor que no floreció en nuestro pasado. Negamos nuestra inocencia, nuestra pureza, nuestra fuerza, nuestro brillo. Queremos un atajo, queremos volver a casa sin pasar por la puerta, memoria de que lo que nos exilió o nos colonizó. Detrás de las máscaras de los roles aprendidos nos conformamos con la repetición y mimetizamos las narrativas de las heridas trans generacionales y transpersonales que se entrelazan en nuestro hoy. Intentar protegernos y bloquear el flujo de estas energías es ponernos a merced de programas de condicionamiento en los que el perfeccionismo, la exigencia, la rigidez, el control dan voz a un modelo que realmente encubre vergüenza y humillación.
El vínculo es el escenario del cambio en el que nos fecundamos mutuamente gracias al amor y el deseo compartido de estar bien juntos. Eso implica un cambio profundo de paradigma con relación a la energía, la permeabilidad, los límites y el respeto entre nosotros. Solo podemos sanarnos mutuamente a través del intercambio equilibrado y consciente.
El arte de comunicar hacia lo profundo es la magia que nos permite unirnos en el mas sublime de los espacios : el del alma.
La polaridad del momento nos habla de dos tipos de relaciones : las que nos dan y las que nos quitan, las que nos queman y las que nos elevan. Las que nos queman son relaciones que tal vez sostenemos por costumbre y con las cuales no resonamos, no hay las mismas afinidades y son espacios en los que no podemos comunicarnos abiertamente. No nos sentimos escuchados ni entendidos, sentimos desconexión. No son espacios seguros. Estas relaciones complican nuestra vida y, ya sea consciente o inconscientemente, ponen obstáculos en nuestro camino de bienestar en vez de ayudarnos.
Estar en contacto con nuestro paisaje emocional toma tiempo y dedicación. Puede ser una tarea difícil, sobretodo si nuestra historia es la negación silenciosa de lo que sentimos. Capas de anestesia protectora se desmontan para dar paso a la ira contenida. Traspasar estas emociones, entrar en esta recámara oculta nos mostrará que detrás de esta ira hay un caudal de dolor reprimido. Este descenso al fondo de nuestras aguas primordiales, nuestro inframundo nos pide la activación de un centinela observador atento que nos recuerda, en medio del paisaje desgarrador, de mirar el núcleo del trauma. Lo que más añora nuestra alma es que abramos esta puerta. Lo que más añora nuestra alma es ser escuchados, mirados, valorados, reconocidos desde este lugar sin juicio. Lo que más añora nuestra alma es conectar con esta parte de nosotros y compartirnos abiertamente, sin miedo, con otros.
La aridez espiritual del guerrero impecable que nos convoca al brillo del fuego del corazón tiene su trampa. Sostenernos desde la rigidez y la firmeza nada tiene que ver con la verdadera valentía y coraje de abrir el corazón de par en par y honrar, con absoluta lealtad hacia nuestra alma esencial, lo que se expresa a través nuestro. Es la tenacidad de traspasar con conciencia amorosa los pasajes incómodos del proceso de sanación colectiva cuyo fractal somos y sostenemos lo que nos une y lo que nos libera. El coraje de ablandarnos. La valentía de humedecernos. Esa es el agua que Marte nos ofrece. El agua oculta que nos habita y que riega la sequedad del camino recorrido, alimenta el alma y nos une en abrazo compartido en el deseo de reconocernos y amarnos tal como somos, humanos.
paloma todd
La narrativa de Eris, activada por la primera de tres conjunciones con Urano, sigue evolucionando en nuestro cielo, en nuestra psiquis y en nuestro entorno. Eris es la guerrera femenina, su táctica es la de exponer y revelar. Marte es el guerrero masculino, su táctica en imponer su voluntad. Eris se ha despertado y Marte vuelve de su retiro del fondo de las aguas oscuras de Escorpio. El 16 de Abril comenzó su retrogradación en el grado 9 de Sagitario y ahora vuelve a recorrer cada uno de los grados que ha caminado desde entonces. Cuando vuelva al grado 9 de Sagitario, en Agosto, hará una conjunción con Saturno. El proceso y las lecciones de este tránsito no han terminado. Solo entramos en otra fase. Será en Agosto, cuando Marte salga de la zona de retrogradación y haga la conjunción con Saturno que nos daremos cuenta de la dimensión de nuestra tarea y de las lecciones integradas. En Agosto cerramos este largo ciclo.
El tránsito de Marte nos habla de la transformación de nuestra parte masculina, nos pide una entrega, una rendición, de nuestras antiguas armas y armaduras. Esas viejas defensas, esos mecanismos de sobrevivencia, que ya han dado su tiempo. El despertar de Eris, nuestra parte femenina exiliada, nos convoca a una valentía feroz e irreverente, motivada por la claridad de querer separarnos de un juego tóxico que nos oprime para levantar el deseo de nuestra alma pura. Nos pide un basta que ya no es negociable, que ya no se puede disfrazar, que convoca a nuestra integridad encarnada.
Esta danza entre la guerrera femenina y el guerrero masculino nos habla de la alquimia de nuestro deseo. Nos habla de un potencial creativo dinámico e irrepetible, una fuerza que nos ofrece la oportunidad de traspasar el núcleo del trauma y el dolor oculto detrás de nuestras defensas, máscaras y disfraces. Nos habla de un deseo, lo suficientemente poderoso y visceral, capaz de desprogramar antiguas creencias y condicionamientos. Especialmente si están vinculados a memorias de humillación, sentimientos de vergüenza, dinámicas de abuso energético, luchas por la integridad de nuestra alma, e invasión, depredación y violencia sexual.
Realidad dolorosa heredada tras siglos de silencio e ignorancia. Realidad que habita nuestros genes, nuestros huesos. Realidad escondida. Realidad olvidada y oculta. Realidad del momento humanitario que atestiguamos. Somos convocados a mirar, aceptar, sanar y responder en participación activa a este cambio liberador. Esta acción, esta participación, solo puede moverse desde la integridad de nuestro deseo, desde la voluntad comprometida de vivir auténticamente con pasión y con compasión. Este es un tiempo para preguntarnos profundamente y sinceramente qué queremos de verdad, qué nos motiva, qué enciende el fuego de nuestra pasión, qué nos inspira, qué deseamos sin duda, sin miedo, sin vergüenza, sin culpa.
También hay una quietud que nos sigue llamando a la retirada consciente de nuestra energía. La Cruz mutable es como una montaña rusa. Las subidas y las bajadas son dramáticas : un día nos sentimos de una manera, al otro de otra; el cambio cambia, la rueda gira rápido, no tenemos tiempo de aferrarnos, de creérnoslo, que ya pasa a otra cosa.
Podemos sentir esta polaridad en tensión como una marioneta de nuestras emociones : por un lado la confianza y la apertura deseante de vivir el mandato de nuestro corazón y por otro la duda, el agotamiento y la desidia. Contraste que nos permite ver con mucha más claridad esos programas, ideas y creencias que no son nuestros, que vienen de otras personas, o de una persona que fuimos y que ya no somos. Esos ideales que le dieron forma a nuestra realidad, nuestro medioambiente, alianzas internas que han llegado a su fin.
La lección de Escorpio está vinculada a la manera en que intercambiamos energía, por lo tanto nos habla de las narrativas ocultas detrás de nuestra relación con el dinero, con el poder y nuestra energía sexual. Estos temas median en nuestros vínculos, de ahí que estos pasados meses hayan traído revelaciones y cambios sorprendentes en nuestras relaciones, en nuestros intercambios. Hemos podido ver cómo media el poder, el dominio, el abuso y la sumisión, sutil o explícita, en nuestros vínculos. Puede ser un tiempo en que nos hemos sentido humillados, avergonzados, culpables; o en el que nos hemos aferrado a nuestro enfado y nuestro control sin flexibilizar nuestra posición.
Detrás de cualquiera de esta dinámicas emocionales y conductuales, independientemente del rol tras el cual elegimos refugiarnos, lo que todos experimentamos es nuestra discapacidad de sostener nuestra propia humanidad. Lo que se expresa entre cada uno de nosotros es nuestra interdependencia. Es la manera en que nos influenciamos y afectamos los unos y los otros a través de nuestra ignorancia y nuestro dolor no integrado.
La vulnerabilidad compartida no es una debilidad, por el contrario pide un profundo respeto al tiempo y proceso propio y ajeno. ¿cómo podemos abrazar la verdad de los que somos si no aceptamos que huimos de nuestra humanidad? ¿cuánto podemos abrirnos al gozo de estar vivos si nos negamos a cruzar los umbrales de nuestra herida y de nuestros traumas, si nos avergonzamos de lo que somos? Todo aquello que no hemos querido mirar se presenta ante nuestra puerta y lo seguimos negamos, seguimos escapando en escusas y fantasías, justificaciones que repetimos, sin escuchar el clamor interno, o el clamor de otros fuera de nosotros, que nos desafía a mirarnos.
Comprender que detrás de esta negación de la realidad late nuestra infancia, el dolor de nuestra madre o nuestro padre, la violencia vivida por nuestros abuelos y ancestros. Con nuestra negación damos la espalda al amor que no floreció en nuestro pasado. Negamos nuestra inocencia, nuestra pureza, nuestra fuerza, nuestro brillo. Queremos un atajo, queremos volver a casa sin pasar por la puerta, memoria de que lo que nos exilió o nos colonizó. Detrás de las máscaras de los roles aprendidos nos conformamos con la repetición y mimetizamos las narrativas de las heridas trans generacionales y transpersonales que se entrelazan en nuestro hoy. Intentar protegernos y bloquear el flujo de estas energías es ponernos a merced de programas de condicionamiento en los que el perfeccionismo, la exigencia, la rigidez, el control dan voz a un modelo que realmente encubre vergüenza y humillación.
El vínculo es el escenario del cambio en el que nos fecundamos mutuamente gracias al amor y el deseo compartido de estar bien juntos. Eso implica un cambio profundo de paradigma con relación a la energía, la permeabilidad, los límites y el respeto entre nosotros. Solo podemos sanarnos mutuamente a través del intercambio equilibrado y consciente.
El arte de comunicar hacia lo profundo es la magia que nos permite unirnos en el mas sublime de los espacios : el del alma.
La polaridad del momento nos habla de dos tipos de relaciones : las que nos dan y las que nos quitan, las que nos queman y las que nos elevan. Las que nos queman son relaciones que tal vez sostenemos por costumbre y con las cuales no resonamos, no hay las mismas afinidades y son espacios en los que no podemos comunicarnos abiertamente. No nos sentimos escuchados ni entendidos, sentimos desconexión. No son espacios seguros. Estas relaciones complican nuestra vida y, ya sea consciente o inconscientemente, ponen obstáculos en nuestro camino de bienestar en vez de ayudarnos.
Estar en contacto con nuestro paisaje emocional toma tiempo y dedicación. Puede ser una tarea difícil, sobretodo si nuestra historia es la negación silenciosa de lo que sentimos. Capas de anestesia protectora se desmontan para dar paso a la ira contenida. Traspasar estas emociones, entrar en esta recámara oculta nos mostrará que detrás de esta ira hay un caudal de dolor reprimido. Este descenso al fondo de nuestras aguas primordiales, nuestro inframundo nos pide la activación de un centinela observador atento que nos recuerda, en medio del paisaje desgarrador, de mirar el núcleo del trauma. Lo que más añora nuestra alma es que abramos esta puerta. Lo que más añora nuestra alma es ser escuchados, mirados, valorados, reconocidos desde este lugar sin juicio. Lo que más añora nuestra alma es conectar con esta parte de nosotros y compartirnos abiertamente, sin miedo, con otros.
La aridez espiritual del guerrero impecable que nos convoca al brillo del fuego del corazón tiene su trampa. Sostenernos desde la rigidez y la firmeza nada tiene que ver con la verdadera valentía y coraje de abrir el corazón de par en par y honrar, con absoluta lealtad hacia nuestra alma esencial, lo que se expresa a través nuestro. Es la tenacidad de traspasar con conciencia amorosa los pasajes incómodos del proceso de sanación colectiva cuyo fractal somos y sostenemos lo que nos une y lo que nos libera. El coraje de ablandarnos. La valentía de humedecernos. Esa es el agua que Marte nos ofrece. El agua oculta que nos habita y que riega la sequedad del camino recorrido, alimenta el alma y nos une en abrazo compartido en el deseo de reconocernos y amarnos tal como somos, humanos.
paloma todd
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