viernes, 7 de octubre de 2016

Recorrí esas callejuelas que jamás caminé contigo.
Porque conmigo ya las he caminado bastante.
Volví a ese hueco que mi memoria me regaló un instante.
Y pensé que el amor más que premio era castigo.
Me busqué una vida y soñé tu cuerpo como estatua.
Regresé a mi arresto en el que te habías hecho perpetua.
Supuse que nada en ti había permanecido intacto.
Deduje que los años dejarían las noches con el silencio adecuado.
Fui tu asesino perfecto y tú mi carnaval desgraciado.
Una a una fuimos arrancando nuestras máscaras venecianas.
Hubo horas de extrañeza, de duras batallas perdidas.
Como soles apagados a plena luz del día.
Confesamos mentiras que inventamos y verdades que no creímos.
Fuiste mi incesto prohibido y yo tu ilusión equivocada.
Permitimos amarnos sin tocarnos, sufrir dolores y gozar con los desgarros.
Dejamos el pasado furtivo como si no nos hubiéramos cruzado.
Poco y nada nos hubo sucedido, la memoria la enterramos en el olvido.
Era tiempo de amarnos y creer que alguna vez pudo ser posible.


Juan Marin 



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