viernes, 13 de octubre de 2017

SANANDO LA PARTE FEMENINA DEL ÁRBOL GENEALÓGICO

“La salud de la mujer es el terreno sobre el que crece toda la humanidad. Mejorar la salud física, mental y emocional de una mujer fertiliza y aprovisiona el terreno para todos: hombres, mujeres, niños, animales, plantas y el propio planeta. 
El vínculo madre-hija, en toda su belleza, dolor y complejidad, forma el cimiento mismo del estado de salud de una mujer. 
Esta relación primordial deja su huella en todas y cada una de nuestras células para toda la vida.”
Las mujeres, como los hombres, nos creamos en el útero de nuestra madre. Bebemos sus emociones, sentimos todo aquello que acontece en su cuerpo, mente y espíritu. 
Es nuestro universo durante nueve meses y constituye nuestra esencial referencia de la vida humana. 
En el caso de las mujeres, nuestros úteros son creados en el útero de nuestra madre y en él se imprimirán sus emociones básicas acerca de la feminidad. 
Así, en su útero, que simbólicamente representa "la primera casa", se albergan también aquellas emociones de nuestra abuela y, si seguimos esta espiral, caeremos en la cuenta de que este útero de creación y recreación, está construido sobre los pilares de todas las mujeres de nuestro clan familiar.
La herencia de todas estas mujeres, hasta llegar a nosotras y a nuestras hijas, está impreso en nuestro cuerpo, en concreto en nuestros genitales, nuestros órganos sexuales, nuestros senos y nuestro abdomen. 
Tener conciencia de esto nos ayuda a entender el por qué de tantos dolores “inexplicables”, de tanta ira contenida, de tanta sexualidad prohibida o sucia y de tantas lágrimas sordas anudadas en nuestra garganta.
Las mujeres de nuestro clan, han sufrido toda clase de abusos, grandes o minúsculos, que pueden ir desde una idea de ser "pecadoras", si disfrutaban del sexo, haber sido tal vez humilladas, hasta haber sido condenadas a vivir encerradas en una cocina criando hijos.
Las mujeres de nuestros clanes, incluso arriba de nuestras tatarabuelas, también fueron niñas, fueron hermanas, fueron hijas y en un momento dado, fueron las madres que de una manera indirecta, provocaron que hoy estemos aquí, tan mujeres como ellas.
Ellas también jugaron, sonrieron, soñaron, se enamoraron, ilusionaron, trabajaron.
Y de igual manera, sufrieron, lloraron, callaron.
Al igual que nosotras hoy, también tuvieron inquietudes y la necesidad de "ser alguien" importante.
Platicaron de sus miedos con alguien que las escuchó, tal como nosotros lo hacemos con nuestras amigas o vecinas.
Leyendo el libro de Madres e Hijas de la Dra. Northrup pude poner palabras a lo que tantas veces había sentido hacía mi madre y hacia mi abuela. Esa necesidad de verlas como mujeres, sin el lazo específico de la sangre familiar sino con el lazo universal que nos une a las mujeres en manada. Llorando encontré que en el seno de mi madre residía una mujer llena de poder. Una mujer a la que podía admirar. El reflejo de la Diosa, que tantas veces ilustré con dibujos prestados, estaba ahí y era real. Todos estos años la buscaba y hasta que no bajé la espada del reproche y abracé nuestras sombras no pude ver el verdadero rostro de la mujer que me dio la vida, que me arropó y me crió.
Mi madre también es hija, como lo es mi abuela y todos mis ancestros femeninos. Todas tenemos en común nuestra Fuente de Origen y sólo cuando pude llegar hasta ella entendí los misterios más inciertos y oscuros de mi. Comprendí que muchos no eran míos, supe que tantos otros no eran de mi madre y así fui deshilando la manta de los recuerdos, hasta llegar a Ellas. Las mujeres del pasado se manifiestan en nosotras a través de los pálpitos de nuestro útero.
Esta Sagrada Vasija contiene las aguas de todas las emociones, suyas y nuestras.
Hemos de sentirla sin miedo para poder elegir qué es lo que queremos quedarnos y qué queremos desechar. Ellas nos acompañan desde la luz si así se lo pedimos. Simplemente hemos de nombrarlas con solemnidad, con el corazón y los brazos abiertos pidiendo su presencia y ayuda.
Reconociendo el linaje de sangre lunar, puedes invocarlas, a todas ellas, diciendo hoy por la noche en voz alta:
"En este caminar soy "tu nombre", hija de "nombre de tu mamá", hija de "nombre de tu abuela", hija de "nombre de tu bisabuela", hija de "nombre de tu tatarabuela", hija y nieta de las mujeres valientes que me precedieron. A ustedes, abuelas, las invoco desde el amor, buscando la sabiduría femenina que reside en su legado.
Con estas palabras reconozco su labor aún perenne en esta Tierra, pues todas ustedes viven en mi sangre. 
Hoy decido honrarlas, las nombro. Porque decido liberarme de aquello en sus vidas que no quiero (aquí mencionan todo aquello que no desean de ellas: sus enfermedades, sufrimientos, etc).
Ustedes son la fuerza que impulsa cada una de mis acciones. Ustedes son la savia de mi cuerpo, que hoy limpio para siempre.
De todas y cada una, una sonrisa y cientos de lágrimas recorriendo mi cara. De todas y cada una, el regazo acogedor. De todas y cada una de las mujeres de mi casa llevo la luz y devuelvo la sombra. 
A ustedes, muestro mi veneración, porque del linaje de mis mujeres viene a este cuerpo, a esta familia en concreto. Como hija y nieta de tantas, decido caminar hacia las profundidades de sus úteros para encontrar el origen de la angustia y ponerle fin".
Y es que, no estamos completas hasta el día en que tomamos aire y nos aventuramos a bucear en las profundidades de nuestro linaje femenino. El momento en el que nos reconocemos únicas y reconocemos aquello de lo que formamos parte. 
Sólo cuando puedo sentirme cómoda y reconfortada en los brazos de mi madre, pude dar el paso hacia mi propio universo. Hasta entonces puedo ser una niña perdida, buscando la aprobación de una mujer o mujeres que no sé si amar u odiar. Sea como sea, algo nos dice que debemos amarlas, pero si hay dolor es necesario reconciliarse en espíritu, comprender, perdonar, aceptar.
Mi universo fue esa mujer y como nuestra Madre Tierra, por mucho que trates de ignorarla ella siempre te sostiene. Quizás no es como esperas, pero Ella es el mundo que necesitas para aprender lo que has de aprender. Cuando comienzas a amar tus tormentas, cuando entiendes tus torbellinos, llegas a encontrarla hermosa. La miras y te reconoces en ella. Entonces sabes que eres Una, tal y como desde siempre.
Hemos de aventurarnos a recorrer este laberinto mágico que nos conduce a la Fuente. Nuestro primer pasadizo es nuestro cuerpo y de ahí se abren las puertas hacia las mujeres de nuestra casa. Pasamos a través de nuestro útero al útero materno y de allí al útero de nuestros ancestros femeninos. De una a otra tomamos conciencia de quiénes somos en realidad. Cada una descubrimos nuestros misterios y os aseguro, hermanas, que todos son bellos, sea cual sea su forma.
Para avanzar, no sólo hemos de comprender, sino también honrar nuestro origen. Gracias a Ellas palpitamos. Sólo Nosotras podemos elegir cómo.


Akasha Sanación Integral.
Elizabeth Romero Sánchez.
Edgar Romero Franco.



No hay comentarios: