viernes, 24 de noviembre de 2017

¡Dios mio!

Muchos de quienes se definen como ateos cada tanto, en un momento de distracción, sorpresa o aflicción,000 emiten esta expresión tan universal: "Dios mío!". (Y a veces esto implica que quizás algunas personas se autodefinen como ateas porque abdican de las creencias instituidas, pero en verdad... son más rectos y espirituales que ciertos supuestos "religiosos"!). Tal vez ese decir implique algo más que una expresión posesiva del ego, volviendo "mío" lo más universal que existe. Quizás en nuestro fondo sabemos que, quien -hasta sin saberlo- busca una vida con Sentido, finalmente vaya consagrándose a lo Transcendente (con cualquier nombre que sea), de una manera muy íntima, muy suya, muy personal. No importa lo que diga: de alguna manera, ACTÚA desde algo que tiene el perfume de lo Imperecedero.
Así, la expresión "Dios mío!" podría implicar... Primero: El reconocimiento intuitivo de que cada ser viviente encarna una porción del Todo, de manera que al decirlo es como si invocaras a tu interioridad más profunda. El psiquiatra Carl Jung decía de ese Sí Mismo (núcleo del Inconsciente), "Podría llamársele 'Dios en mí'".

Segundo: Que cuando se ha decidido vivir la espiritualidad de un modo que no sea "de memoria", como algo repetido y externo, tal vez uno vaya construyendo su propia manera de re-ligarse . En este caso, en vez de "religiones monoteístas", podríamos hablar de "religiones monopracticantes": con SÓLO UN DEVOTO, que es aquél que le ha dado forma desde SU interioridad, sin otra guía más que la de su propio Ser, teniendo como base O NO cualquier religión instituida. Los re-ligamientos individuales estarían hermanados en su esencia, pues la Porción que encarna a cada individuo proviene de una misma Fuente...

Ese "Dios mío" sería "mío" porque es como EN MI INTIMIDAD lo experimento: una irrefutable relación con lo Sagrado, marcada por una ética no aprendida, una solidaridad laica y abundante, una bohonomía no nacida de la culpa, sino del contacto con la Fuente interna. Legitimar esa manera de re-ligiosidad implicará que ya no se adormezca con ningún dogma externo que insufle miedo o indique por dónde es el Camino. Podrá orársele a "Eso" con las propias palabras, podrá llamarse de cualquier modo. O no llamarlo: VIVIRLO.

Quiero hoy convidar un poema de la India, donde se le nombra tan bellamente a "Eso" misterioso, insondable, cuyas leyes los humanitos no llegamos más que a atisbar: "Señor de los Colores"...

“Alguna vez, posiblemente, tuve
mi corazón
hundido en el pantano
de los días contados.
No recuerdo.

Tú eres el destructor de los castillos
de arena que se yerguen
en la playa.
Me pierdo por mirarte.

La espuma de tu boca me susurra
los ocultos sentidos de las huellas
que la orilla renueva.

¿Dónde habré
de hallar un nuevo cuento
que adormezca mis sentidos,
Señor de los Colores?

Libre me has hecho, libre permanezco.
Ye estoy perdido en tu fulgor de rayo."



Ramesh Nivekar
(Traducción: Mirta Rosenberg)



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