lunes, 5 de marzo de 2018

La culpa no es de nadie

Tendemos a pensar que lo que nos sucede viene de fuera, que son los factores externos los que nos hacen sentir de una manera determinada y cuando lo que sentimos no nos gusta señalamos a algo o a alguien como responsable de nuestra sensación.

Al culpar al otro nos liberamos de nuestra responsabilidad. Sin embargo, olvidamos que al renunciar a la propia responsabilidad otorgamos el poder a los demás y nos convertimos en víctimas. “Culpar tiene un coste: la pérdida de nuestra libertad. Además, el papel de víctima trae consigo una auto-percepción de debilidad, vulnerabilidad e indefensión, que son los componentes principales de la apatía y la depresión”.

David R. Hawkins (1927-2012) fue doctor en medicina y filosofía, psiquiatra, escritor e investigador sobre la consciencia. Durante su vida obtuvo numerosos reconocimientos, entre otros, recibió el Premio Huxley por su “inestimable contribución al alivio del sufrimiento humano” y se convirtió en caballero de la Orden Soberana de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén (fundada en 1077) en reconocimiento a sus contribuciones a la humanidad. En su libro Dejar ir. El camino de la entrega, nos habla del apego y de todo lo que hacemos por mantenerlo y nos dice que “el miedo a la vida es en realidad el miedo a las emociones”.

Para Hawkins “los apegos crean una dependencia, y la dependencia, debido a su naturaleza, intrínsecamente lleva al miedo a la pérdida”. Y el miedo nos paraliza, “la mayoría de los "No puedo" son en realidad "No quiero". Tras los "No puedo" o los "No quiero" con frecuencia hay un miedo”.

Y donde hay miedo hay culpa. La culpa es “una auto-condena y auto-invalidación de nuestra valoración y valor como ser humano”. La cuestión es que siempre valoramos lo que nos sucede como bueno o malo, es automático, lo hacemos sin pensar: “¿Por qué debe algo ser siempre "fallo" de alguien? ¿Por qué debe ser introducido todo el concepto de "malo" en la situación en el primer lugar? ¿Por qué debe uno de nosotros estar equivocado, ser malo o culpable?”.

No nos damos cuenta de que encontramos una gran recompensa al culpar a otro de nuestra desgracia: “Conseguimos ser inocentes; podemos disfrutar de la autocompasión; conseguimos ser mártires y víctimas, y conseguimos ser los destinatarios de la simpatía”. No es un deseo consciente sin embargo “es el propósito inconsciente de la culpa”. Lo importante es el deseo de obtener “el castigo de otra persona, y combinarlo con el autocastigo”.

Hay culpa en cada juicio crítico. “La culpa en sí misma engendra sentimientos negativos y los sentimientos negativos en y por sí mismos también engendran culpa”. Y hemos vivido durante tanto tiempo en este ciclo que ni siquiera lo reconocemos. “La culpa es tan omnipresente que sin importar lo que hagamos sentiremos de algún modo en nuestra mente que "deberíamos" estar haciendo otra cosa”. De alguna manera u otra proyectamos culpa sobre el mundo que nos rodea “es por eso que la mayoría de las personas necesitan de un “enemigo”.

Hawkins nos recuerda que “no hay ganador en el juego de la culpabilidad”. Y nos invita a observarnos a nosotros mismos cuando nos dice “el primer paso para dejar de culpa es ver que estamos eligiendo culpar”. Solo al dejar de culpar podemos experimentar el perdón y, como consecuencia sentimos “el resurgir de la energía de la vida, el bienestar y la salud física”.

Perdonar no es reconocer una equivocación, es soltar. Es entregar nuestra percepción completamente, abandonando todo juicio y “dado que todo juicio es realmente a uno mismo, nos hemos liberado en el proceso”.

En Bioneuroemoción® sugerimos que nos relacionamos con nosotros mismos a través de los demás y que podemos convertir toda relación en una oportunidad para conocernos a nosotros mismos. Los otros son espejos en los que tenemos la ocasión de vernos y reconocernos, en los que podemos ver nuestra alma para saber lo que tenemos que trascender, lo que tenemos que sanar. Cuando aprendemos a observarnos liberamos al otro de llenar nuestras necesidades.

Como nos dice Enric Corbera en el prólogo de la edición en castellano de este libro: “Dejar ir enseña que hay que dejar de proyectar la culpa en los demás. Tomamos conciencia de que todas nuestras proyecciones al final se vuelven contra nosotros y, si las liberamos, nos liberamos. Este es el gran secreto para hallar la felicidad aquí en la Tierra”.

Fuente:

Hawkins, D.R., Dejar ir. El camino de la entrega. Editorial El Grano de Mostaza, 2014.



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