Y hoy me pareció una buena idea platicar un poco de los celos, los famosos celos.
Existen aquellos celos que sentimos por una pareja, los celos que sentimos ante la preferencia de nuestros padres por alguno de nuestros hermanos, los celos profesionales, pero sin duda una gran mayoría de las personas puede afortunadamente aceptar que los celos no son para nada buenos.
Hay personas enfermas de celos, sí, las hay. Personas ya con un grado patológico de imaginación y sufrimiento. Ah! Porque justamente ahí se encuentra la razón por la que escribo este artículo, y es que como el inconsciente no entiende bromas, imaginaciones o mentiras, el cuerpo y todo nuestro organismo claro que se ve directamente afectado si a causa de duchos celos yo vivo angustiado, yo dejo de dormir, yo me enojo, etc.
Pero, ¿cómo es que comenzamos a ser celosos?, ¿en qué momento de nuestra vida nos convertimos en celosos?, ¿es realmente posible controlarlos o eliminarlos?
Las personas que sufren celos patológicos, también conocido como “El Síndrome de Otelo”, no manifiestan los mismos síntomas que quienes sienten celos "normales" (por decirlo de alguna manera). El Síndrome de Otelo, sólo es asignado cuando existe una creencia irracional y totalmente injustificada de que el otro, la pareja, es infiel.
Sabemos bien que todos nosotros podemos sentir celos en la vida, dudar si alguien no nos responde esa llamada, dudar si notamos titubeos en la otra persona, sentir el estómago enrollado cuando el jefe prefiere a nuestro compañero, sentir un poco de enojo cuando nuestro padre elige a nuestro hermano o hermana para alguna situación. Eso es lo “normal”. Y vayamos aclarando que para nada es algo normal, simplemente se trata de una BAJA AUTOESTIMA. Pero dejemos esto para más adelante.
Volvamos a los celos patológicos, aquellos en los que de verdad, comprobado, honesta y sinceramente, la “otra” persona para nada nos ha engañado ni mentido. Esos celos en los que imaginamos lo que la otra persona hace, dice, planea con el único fin de “engañarnos”.
Es decir, el problema del enfermo celópata no es lo que ve, sino lo que imagina; aunque no exista ninguna señal de infidelidad en el mundo real, él o ella, siempre encuentra supuestas "pistas" en
Los delirios de celos pueden formar parte de un trastorno delirante, crónico, de paranoia, pero incluso, también precede en muchos casos a problemas demenciales.
No existen pruebas físicas o médicas que puedan determinar contundentemente, que el padecer celos o celos patológicos se deba a un problema físico o en el tejido cerebral. Sin embargo, una gran mayoría de psiquiatras y psicólogos, están de acuerdo en que el problema de los celos tiene su origen en un pobre desarrollo emocional.
Carencias afectivas en la infancia, desvalorizaciones constantes, una baja autoestima, un carácter débil, una actitud ya bien enraizada de víctima, creencias equivocadas, etc.
Ya sabemos que todo ser humano en 21 días hace un hábito, ahora imaginemos que por más de 21 días yo dudo de mi pareja. Es más, ya llevo 3 años con mi pareja y sigo dudando. Me he convertido ya en una persona “celosa profesional” ¿no?
Ya soy una persona celosa por “hábito”.
Es más, ya me considero celosa, me presento como celosa, digo a los cuatro vientos que soy celosa y casi casi, me siento orgulloso de ser una persona celosa.
Hasta mis amigos y conocidos, cuando hablan de mí, dicen que soy celoso o celosa, porque “me conocen”.
Los celos, son ese tipo de problemas que comienzan sin darnos apenas cuenta, son pequeños “monstruos” que si no son identificados y eliminados a tiempo, pueden crecer como enormes dragones que tarde o temprano nos comerán completos.
Y vamos días con día comenzando a dudar más, a sentir que la otra persona lo hace intencionalmente, que lo hacen para lastimarnos, para vernos la cara, para burlarse de nosotros y mil tonterías más.
¿Cuántos hermanos viven peleados con hermanos por celos? Porque papá o mamá lo quería o lo quiere más que a mí, porque a él o a ella le dejaron la casa o le heredaron diez lingotes de oro y a mí sólo dos. Y todavía al día de hoy, vemos a familias que porque es el cumpleaños del niño chiquito, hay que comprarle regalo también al hijo grande “para que no sienta celos”. Sin darnos cuenta de que con esa acción, estamos fomentando los celos precisamente. Es una manera “velada” de indicarle al hijo grande, que efectivamente, es válido sentir celos y que para evitarlo lo premiarán gratis.
Por cierto, en estos casos específicos, es necesario sentarnos con el niño grande (o los niños mayores que sean), desde antes de que “nazca” siquiera el hermanito y platicar. Hacerle (s) ver que al hermanito lo estamos esperando todos, que todos seremos un gran equipo y que por el más chiquito, todos ayudarán. Es decir, integrar al hermano mayor como parte importante y vital para que el hermanito chico “se logre” y “llegue bien” y “viva feliz” también. Y también podemos aclarar qué es un cumpleaños y cómo se festeja cada día especial a cada uno incluidos los papás.
E incluso hay infancias llenas de carencias emocionales y económicas. De manera que crecemos sintiendo equivocadamente, que cuando tengamos “algo nuestro” nadie nos lo podrá quitar. Deformamos el sentimiento de “pertenencia” por “obsesión de poseer”.
Y todo se reduce a la infancia, a sentirnos menos merecedores que los demás. Ya sea porque así nos criaron, o porque así decidimos vivirlo nosotros mismos.
Y entonces salimos al mundo a querer poseer con cadenas todo aquello que nos gusta, que consideramos nuestro, y añadimos la expectativa de “y de nadie más”.
No pues no, así no es.
Queremos estar en paz con nuestra pareja pero pelamos unos ojos tamaño alienígena si él o ella voltean unos segundos a ver a otra persona, sólo queremos que nos vea a nosotros, es más, que no vea a nadie, que no hable con nadie, que no llame a nadie y que nadie lo o la llamen…..mmmm. Para empezar, es una falta total de “conciencia”. Es una falta total de confianza y sobre todo, una falta total de amor por uno mismo.
Intentar sentarnos y hablar con ese hermano o hermana por el cual sentimos celos, expresarle lo que nos duele o lo que nos angustia, intentar borrar malentendidos para vivir en paz.
Hablar con los padres de manera directa intentando hacerlos ver lo que tal vez “sin querer” han provocado en nosotros. Y también sabiendo que nos pueden responder un: “estás loco o loca”, “estás inventando”.
Dejar de sentirnos menos que nuestros compañeros de escuela o de trabajo. Dejar de minimizarnos porque no escribimos igual, no dibujamos igual, no pensamos igual.
Dejar de decir constantemente que somos poca cosa, que no merecemos más, que no merecemos tanto mientras por dentro sabemos que merecemos el Sol, la Luna y las Estrellas.
Saber identificar que con los celos lo único que demostramos es nuestra poca valía, nuestra poca confianza en nosotros mismos y en el Universo mismo.
Cada día, identifica frases que sólo demuestran tus celos, anótalas y revisa si ya las habías oído en tu casa, de boca de tu madre o tu abuela.
Identifica cuando sientes celos, cuál es tu mayor miedo; que te abandonen, que te mueras de hambre, que te despidan, que pierdas dinero. Y una vez identificado, averigua si sólo son celos por la pareja, por el cariño de tus padres, por las preferencias de tu jefe, etc.
Identifica el elemento, la palabra o la acción que detona tu pólvora (tus celos), porque en la medida en que identifiques las causas o la causa, podrás ahora sí hacer consciente tus respuestas y reacciones y sobre ello trabajar.
Recuerda que sentir celos provoca daños orgánicos en tu cuerpo, porque son emociones mal gestionadas y finalmente, tu salud y tu vida son primero.
Revisa tu vida, reencuentra tu verdadero camino, tu esencia de vida, las verdaderas prioridades, porque para poder dejar de “poseer” o “querer poseer”, es primordial que reconozcas lo que eres realmente y tu papel en el mundo.
Existen aquellos celos que sentimos por una pareja, los celos que sentimos ante la preferencia de nuestros padres por alguno de nuestros hermanos, los celos profesionales, pero sin duda una gran mayoría de las personas puede afortunadamente aceptar que los celos no son para nada buenos.
Hay personas enfermas de celos, sí, las hay. Personas ya con un grado patológico de imaginación y sufrimiento. Ah! Porque justamente ahí se encuentra la razón por la que escribo este artículo, y es que como el inconsciente no entiende bromas, imaginaciones o mentiras, el cuerpo y todo nuestro organismo claro que se ve directamente afectado si a causa de duchos celos yo vivo angustiado, yo dejo de dormir, yo me enojo, etc.
Pero, ¿cómo es que comenzamos a ser celosos?, ¿en qué momento de nuestra vida nos convertimos en celosos?, ¿es realmente posible controlarlos o eliminarlos?
Las personas que sufren celos patológicos, también conocido como “El Síndrome de Otelo”, no manifiestan los mismos síntomas que quienes sienten celos "normales" (por decirlo de alguna manera). El Síndrome de Otelo, sólo es asignado cuando existe una creencia irracional y totalmente injustificada de que el otro, la pareja, es infiel.
Sabemos bien que todos nosotros podemos sentir celos en la vida, dudar si alguien no nos responde esa llamada, dudar si notamos titubeos en la otra persona, sentir el estómago enrollado cuando el jefe prefiere a nuestro compañero, sentir un poco de enojo cuando nuestro padre elige a nuestro hermano o hermana para alguna situación. Eso es lo “normal”. Y vayamos aclarando que para nada es algo normal, simplemente se trata de una BAJA AUTOESTIMA. Pero dejemos esto para más adelante.
Volvamos a los celos patológicos, aquellos en los que de verdad, comprobado, honesta y sinceramente, la “otra” persona para nada nos ha engañado ni mentido. Esos celos en los que imaginamos lo que la otra persona hace, dice, planea con el único fin de “engañarnos”.
Es decir, el problema del enfermo celópata no es lo que ve, sino lo que imagina; aunque no exista ninguna señal de infidelidad en el mundo real, él o ella, siempre encuentra supuestas "pistas" en
Los delirios de celos pueden formar parte de un trastorno delirante, crónico, de paranoia, pero incluso, también precede en muchos casos a problemas demenciales.
No existen pruebas físicas o médicas que puedan determinar contundentemente, que el padecer celos o celos patológicos se deba a un problema físico o en el tejido cerebral. Sin embargo, una gran mayoría de psiquiatras y psicólogos, están de acuerdo en que el problema de los celos tiene su origen en un pobre desarrollo emocional.
Carencias afectivas en la infancia, desvalorizaciones constantes, una baja autoestima, un carácter débil, una actitud ya bien enraizada de víctima, creencias equivocadas, etc.
Ya sabemos que todo ser humano en 21 días hace un hábito, ahora imaginemos que por más de 21 días yo dudo de mi pareja. Es más, ya llevo 3 años con mi pareja y sigo dudando. Me he convertido ya en una persona “celosa profesional” ¿no?
Ya soy una persona celosa por “hábito”.
Es más, ya me considero celosa, me presento como celosa, digo a los cuatro vientos que soy celosa y casi casi, me siento orgulloso de ser una persona celosa.
Hasta mis amigos y conocidos, cuando hablan de mí, dicen que soy celoso o celosa, porque “me conocen”.
Los celos, son ese tipo de problemas que comienzan sin darnos apenas cuenta, son pequeños “monstruos” que si no son identificados y eliminados a tiempo, pueden crecer como enormes dragones que tarde o temprano nos comerán completos.
Y vamos días con día comenzando a dudar más, a sentir que la otra persona lo hace intencionalmente, que lo hacen para lastimarnos, para vernos la cara, para burlarse de nosotros y mil tonterías más.
¿Cuántos hermanos viven peleados con hermanos por celos? Porque papá o mamá lo quería o lo quiere más que a mí, porque a él o a ella le dejaron la casa o le heredaron diez lingotes de oro y a mí sólo dos. Y todavía al día de hoy, vemos a familias que porque es el cumpleaños del niño chiquito, hay que comprarle regalo también al hijo grande “para que no sienta celos”. Sin darnos cuenta de que con esa acción, estamos fomentando los celos precisamente. Es una manera “velada” de indicarle al hijo grande, que efectivamente, es válido sentir celos y que para evitarlo lo premiarán gratis.
Por cierto, en estos casos específicos, es necesario sentarnos con el niño grande (o los niños mayores que sean), desde antes de que “nazca” siquiera el hermanito y platicar. Hacerle (s) ver que al hermanito lo estamos esperando todos, que todos seremos un gran equipo y que por el más chiquito, todos ayudarán. Es decir, integrar al hermano mayor como parte importante y vital para que el hermanito chico “se logre” y “llegue bien” y “viva feliz” también. Y también podemos aclarar qué es un cumpleaños y cómo se festeja cada día especial a cada uno incluidos los papás.
E incluso hay infancias llenas de carencias emocionales y económicas. De manera que crecemos sintiendo equivocadamente, que cuando tengamos “algo nuestro” nadie nos lo podrá quitar. Deformamos el sentimiento de “pertenencia” por “obsesión de poseer”.
Y todo se reduce a la infancia, a sentirnos menos merecedores que los demás. Ya sea porque así nos criaron, o porque así decidimos vivirlo nosotros mismos.
Y entonces salimos al mundo a querer poseer con cadenas todo aquello que nos gusta, que consideramos nuestro, y añadimos la expectativa de “y de nadie más”.
No pues no, así no es.
Queremos estar en paz con nuestra pareja pero pelamos unos ojos tamaño alienígena si él o ella voltean unos segundos a ver a otra persona, sólo queremos que nos vea a nosotros, es más, que no vea a nadie, que no hable con nadie, que no llame a nadie y que nadie lo o la llamen…..mmmm. Para empezar, es una falta total de “conciencia”. Es una falta total de confianza y sobre todo, una falta total de amor por uno mismo.
Intentar sentarnos y hablar con ese hermano o hermana por el cual sentimos celos, expresarle lo que nos duele o lo que nos angustia, intentar borrar malentendidos para vivir en paz.
Hablar con los padres de manera directa intentando hacerlos ver lo que tal vez “sin querer” han provocado en nosotros. Y también sabiendo que nos pueden responder un: “estás loco o loca”, “estás inventando”.
Dejar de sentirnos menos que nuestros compañeros de escuela o de trabajo. Dejar de minimizarnos porque no escribimos igual, no dibujamos igual, no pensamos igual.
Dejar de decir constantemente que somos poca cosa, que no merecemos más, que no merecemos tanto mientras por dentro sabemos que merecemos el Sol, la Luna y las Estrellas.
Saber identificar que con los celos lo único que demostramos es nuestra poca valía, nuestra poca confianza en nosotros mismos y en el Universo mismo.
Cada día, identifica frases que sólo demuestran tus celos, anótalas y revisa si ya las habías oído en tu casa, de boca de tu madre o tu abuela.
Identifica cuando sientes celos, cuál es tu mayor miedo; que te abandonen, que te mueras de hambre, que te despidan, que pierdas dinero. Y una vez identificado, averigua si sólo son celos por la pareja, por el cariño de tus padres, por las preferencias de tu jefe, etc.
Identifica el elemento, la palabra o la acción que detona tu pólvora (tus celos), porque en la medida en que identifiques las causas o la causa, podrás ahora sí hacer consciente tus respuestas y reacciones y sobre ello trabajar.
Recuerda que sentir celos provoca daños orgánicos en tu cuerpo, porque son emociones mal gestionadas y finalmente, tu salud y tu vida son primero.
Revisa tu vida, reencuentra tu verdadero camino, tu esencia de vida, las verdaderas prioridades, porque para poder dejar de “poseer” o “querer poseer”, es primordial que reconozcas lo que eres realmente y tu papel en el mundo.
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