Seguramente a lo largo de tu vida, te has encontrado en diversas circunstancias con personas que parecen vivir enojadas.
Cada que las ves o convives con ellas, pareciera que van a estallar en mil pedazos porque algo les pasó, algo no resultó como querían, alguien los ofendió, algo perdieron, algo no les pareció correcto, algo los hizo enojar.
Y tan incómodas son esas convivencias, que incluso te sientes limitado al hablar o actuar, porque no sabes hasta qué punto, tú mismo puedes provocar que se enoje más dicha persona, pero, ¿por qué esa persona es así? ¿nació enojada?
O lo que sería peor, ¿acaso tú eres esa persona que vive enojada las 24 hrs?
Primeramente deberemos comprender, que siempre, absolutamente siempre, existirá una frustración detrás de cada enojo. Y que dicha frustración, es la consecuencia de haber planteado ciertas expectativas, que obviamente, no se cumplieron.
Vaya! Qué poético y sublime, pero para el día a día, ¿cómo debo entonces actuar o pensar para no vivir enojado?
Pues bien, lo que debemos tener claro, es que todos los seres humanos, somos libres de molestarnos alguna vez y demostrarlo libremente, caiga quien caiga. Eso es sano.
Aquí no se trata de apagar nuestro enojo perpetuamente sino de analizar a esas personas que viven enojadas todo el tiempo, porque las hay y son muchas.
Personas intolerantes a la frustración, personas que jamás tienen una palabra amable para ofrecer, personas que todo lo ven negro y malo.
Lo primero que deberás reconocer para modificar éste comportamiento, es que no estás enojado con la vida o con las personas, estás enojado contigo mismo.
Hay algo de ti que no soportas y jamás has sido capaz de aceptarlo.
Las personas a tu alrededor, han intentado averiguar qué es lo que sucede, han intentado por todos los medios que cambies, pero tú te ocultas en lo más profundo de tu cueva oscura y desde allí, ves a un mundo amenazante que te reta todo el tiempo.
¿Y cuándo o por qué comenzaste a enojarte?
¿Qué es lo que te hace enojar?
¿Cómo reaccionaban las personas a tu alrededor cuando te enojabas muy al principio?
¿A qué edad comenzaste a asumirte como enojón o persona con mal carácter?
Juro que tus recuerdos se irán bastante lejos, seguramente hasta tu infancia y es ahí, en esa etapa, donde descubrirás que tus enojos comenzaron sus prácticas profesionales con tu madre, tu padre, tus hermanos, tus primos, tus abuelos, tu escuela o el perro.
¿Qué pasaba cuando tu mamá te insistía en que dejaras de jugar y te sentaras a comer?
¿Qué pasaba cuando tu hermano tomaba un juguete tuyo para divertirse?
¿Qué pasaba cuando tu papá entraba al baño de prisa y no respetaba que tú estabas allí?
¿Qué pasaba cuando tu tía llegaba y te apretaba las mejillas como saludo?
¿Qué pasaba cuando te obligaban a comer una sopa que no te gustaba?
¿Qué pasaba cuando en tu escuela, tus compañeros escondían tu cuaderno?
Te voy a resumir la respuesta en una sola palabra: INSEGURIDAD
Poco a poco, te fueron entrenando para que comprendieras que tú no eras capaz de decidir, que tú no merecías respeto, que tus gustos no eran importantes para nadie, que tus cosas no eran tuyas, que respetar tu espacio era cosa de locos.
Sin darte cuenta y poco a poco, fuiste mal entendiendo que hicieras lo que hicieras, dijeras lo que dijeras, pensaras lo que pensaras, tú debías aceptar todo pasivamente porque así funcionaba el mundo.
Y justo aquí, en éste preciso momento, es que tú decides inconscientemente, buscar ahora todo lo contrario: QUE TODO SEA COMO YO QUIERO, CUANDO YO QUIERO Y DEL COLOR Y SABOR QUE ME GUSTA.
Nunca te dieron el trato equilibrado y por lo tanto, jamás aprendiste a buscarlo o a ofrecerlo.
Es por eso, que hoy, todo lo ves mal, porque para que aceptes algo, debe ser lo que tú deseas en el momento preciso.
Entonces, todo lo que diga el Gobierno, está mal, porque no coincides con nada.
Entonces, el tono de voz de la chica de la farmacia te hace salir huyendo, porque para ti es muy “chillón”.
Entonces lo que haya cocinado tu esposa es horrible, porque ese día eso no se te antojaba.
Entonces, el conductor del coche de adelante, es un estúpido, porque no adivinó que debía ir más rápido.
Entonces, tú estás enojada, porque nadie te ayuda en los quehaceres como desearías.
Y como el mundo, no funciona en base a tus deseos, tú concluyes que el mundo está en contra tuya y vives enojado.
Ante todos los sucesos de un simple día, tu mente se encarga de reaccionar con enojo porque creas expectativas determinantes y con que una sola falle, ya echó a perder tu día.
Vas a salir al cine hoy por la tarde, has quedado con tu mejor amiga.
Para una persona normal, si la amiga llega unos minutos tarde, no hay problema.
Si la película es una tontería, ambas se ríen del hecho y se prometen no volver a verla.
Si llueve a la salida, corren para no mojarse y se van quejando de haber olvidado el paraguas.
Si hay algo de tráfico, lo disfrutan platicando y riendo.
Llegan a tu casa, te bajas y te despides con una gran sonrisa planeando una nueva salida próximamente.
Conclusión? Pasaron una tarde diferente, divertida, llena de contratiempos y están felices porque aceptaron lo que iba sucediendo y lo tomaron ligero.
Si el ejemplo es contigo, que vives enojado, lo primero que me sorprendería es que aceptes ir al cine con un amigo si éste llega unos minutos tarde, porque ya para entonces, estarás furioso por tener que esperar (no estás dispuesto a esperar ni habías planeado esperar, en tu mente, tu amigo llegaba puntual y le sonreías al recibirlo en tu puerta).
Si la película es una tontería, comenzarás a quejarte de haber pagado con tu valioso dinero esa pérdida de tiempo, y comenzarás a quejarte una y otra vez, incluso desde antes que termine la película, siendo hasta posible, que te levantes, salgas de la sala con tu cara furiosa y vayas a quejarte con el chico del mostrador (porque en tu mente, habías imaginado una película fabulosa que te hiciera reír o llorar con intensidad, y para nada fue así).
Salen tu amigo y tú del cine y ya en el auto, tú continúas quejándote de la película mientras tu amigo, sin saber qué decir, guarda silencio. Eres capaz de reclamarle a él que no haya sabido el tipo de película que verían.
De pronto descubres que ha comenzado a llover y eso te molesta por supuesto, maldita lluvia que no me avisó que llegaría. No estás preparado, no traes paraguas y odias mojar tu cabello, tu ropa y tus zapatos.
Entonces, y aunque tu amigo te propone correr para subir al auto, te niegas rotundamente y le dejas claro que todavía que la película fue un asco, no espere que ahora corras cuando no te gusta correr. Comienzas a quejarte de que no haya un lugar en el cine “para personas que esperan que pase una lluvia y quieren estar sentados” (porque en tu mente, así deberían ser los cines).
Minutos después, en silencio porque tu amigo ha decidido mejor ni hablar, pasa la lluvia y pueden subir al auto. Mientras caminas, vas quejándote de que dejaron el auto muy lejos, que el cine debería tener un estacionamiento cubierto y que los malditos dueños de los cines no están preocupados por el bienestar de los clientes.
Encuentran tráfico y comienzas a maldecir a los conductores, a los semáforos, a los policías de vialidad, al gobierno, a las empresas que venden autos, a las empresas que dan clases de manejo, a las personas que tienen coche y hasta a los que no tienen coche y deben esperar de pie en los paraderos del transporte público, provocando que los camiones se detengan. Estás a punto de explotar de ira (porque en tu mente, habías imaginado que en 5 minutos regresarías a tu casa, que no habría más coche en las calles que el tuyo, que no habría nadie en la calle más que tú, y que estarías feliz por haber visto una gran película, y de haber visto a tu gran amigo), y nada de eso, sucedió.
Tu amigo ya trae una cara de velorio, tiene miedo hasta de respirar a tu lado. Él tampoco planeó que la tarde fuera así, pero además de aceptarlo, tiene que cargar tu pésimo carácter, por lo menos, hasta dejarte en tu casa.
Por fin llegas a tu casa, emites con tu boca un corto y seco: gracias, y sales del auto dando un portazo.
Entras a tu casa maldiciendo la tarde y maldiciéndote a ti mismo por haber aceptado esa estúpida invitación a salir.
¿Exageré? No
Esas personas existen y es imposible convivir con ellas.
Porque no se trata de ver la vida rosa y con música de violines como fondo, sino de aceptar lo que nos presenta la vida a cada instante.
Disfrutar de estar vivos y de buscar comprender que nada externo a mí, depende de cómo yo lo he imaginado.
Sentirnos enojados porque el tono de voz de la chica de la farmacia es chillón es una reverenda tontería, porque esa chica no puede cambiarlo para que sea de nuestro agrado. Ni aunque pagara millones de euros a un extraordinario cirujano.
Enojarnos porque entendimos mal que debíamos hacer lo que los demás querían o hacer todo lo contrario es sólo error nuestro.
Nadie a nuestro alrededor es adivino, ni lo será jamás, por lo tanto, debemos aprender a dejar de lado esas expectativas que creamos minuto a minuto en nuestra mente.
Porque justo son dichas expectativas, las causantes de la frustración, que detona nuestro mal humor.
Y comienza con pequeños cambios, no pienses que será fácil dejar atrás tantos años de práctica de “enojo”.
Inicia tus días diciéndote que disfrutarás de todo aquello que debas vivir. Y cada detalle, que ocurra y te tome por sorpresa, agradécelo, ríete y sigue adelante.
Evita rumiar el mismo conflicto todo el día.
Lo que pasó en la mañana, se quedó en la mañana, vamos a lo que sigue.
Verás cómo poco a poco, te conviertes en una persona equilibrada y en paz.
Akasha Sanación Integral
Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco.
Cada que las ves o convives con ellas, pareciera que van a estallar en mil pedazos porque algo les pasó, algo no resultó como querían, alguien los ofendió, algo perdieron, algo no les pareció correcto, algo los hizo enojar.
Y tan incómodas son esas convivencias, que incluso te sientes limitado al hablar o actuar, porque no sabes hasta qué punto, tú mismo puedes provocar que se enoje más dicha persona, pero, ¿por qué esa persona es así? ¿nació enojada?
O lo que sería peor, ¿acaso tú eres esa persona que vive enojada las 24 hrs?
Primeramente deberemos comprender, que siempre, absolutamente siempre, existirá una frustración detrás de cada enojo. Y que dicha frustración, es la consecuencia de haber planteado ciertas expectativas, que obviamente, no se cumplieron.
Vaya! Qué poético y sublime, pero para el día a día, ¿cómo debo entonces actuar o pensar para no vivir enojado?
Pues bien, lo que debemos tener claro, es que todos los seres humanos, somos libres de molestarnos alguna vez y demostrarlo libremente, caiga quien caiga. Eso es sano.
Aquí no se trata de apagar nuestro enojo perpetuamente sino de analizar a esas personas que viven enojadas todo el tiempo, porque las hay y son muchas.
Personas intolerantes a la frustración, personas que jamás tienen una palabra amable para ofrecer, personas que todo lo ven negro y malo.
Lo primero que deberás reconocer para modificar éste comportamiento, es que no estás enojado con la vida o con las personas, estás enojado contigo mismo.
Hay algo de ti que no soportas y jamás has sido capaz de aceptarlo.
Las personas a tu alrededor, han intentado averiguar qué es lo que sucede, han intentado por todos los medios que cambies, pero tú te ocultas en lo más profundo de tu cueva oscura y desde allí, ves a un mundo amenazante que te reta todo el tiempo.
¿Y cuándo o por qué comenzaste a enojarte?
¿Qué es lo que te hace enojar?
¿Cómo reaccionaban las personas a tu alrededor cuando te enojabas muy al principio?
¿A qué edad comenzaste a asumirte como enojón o persona con mal carácter?
Juro que tus recuerdos se irán bastante lejos, seguramente hasta tu infancia y es ahí, en esa etapa, donde descubrirás que tus enojos comenzaron sus prácticas profesionales con tu madre, tu padre, tus hermanos, tus primos, tus abuelos, tu escuela o el perro.
¿Qué pasaba cuando tu mamá te insistía en que dejaras de jugar y te sentaras a comer?
¿Qué pasaba cuando tu hermano tomaba un juguete tuyo para divertirse?
¿Qué pasaba cuando tu papá entraba al baño de prisa y no respetaba que tú estabas allí?
¿Qué pasaba cuando tu tía llegaba y te apretaba las mejillas como saludo?
¿Qué pasaba cuando te obligaban a comer una sopa que no te gustaba?
¿Qué pasaba cuando en tu escuela, tus compañeros escondían tu cuaderno?
Te voy a resumir la respuesta en una sola palabra: INSEGURIDAD
Poco a poco, te fueron entrenando para que comprendieras que tú no eras capaz de decidir, que tú no merecías respeto, que tus gustos no eran importantes para nadie, que tus cosas no eran tuyas, que respetar tu espacio era cosa de locos.
Sin darte cuenta y poco a poco, fuiste mal entendiendo que hicieras lo que hicieras, dijeras lo que dijeras, pensaras lo que pensaras, tú debías aceptar todo pasivamente porque así funcionaba el mundo.
Y justo aquí, en éste preciso momento, es que tú decides inconscientemente, buscar ahora todo lo contrario: QUE TODO SEA COMO YO QUIERO, CUANDO YO QUIERO Y DEL COLOR Y SABOR QUE ME GUSTA.
Nunca te dieron el trato equilibrado y por lo tanto, jamás aprendiste a buscarlo o a ofrecerlo.
Es por eso, que hoy, todo lo ves mal, porque para que aceptes algo, debe ser lo que tú deseas en el momento preciso.
Entonces, todo lo que diga el Gobierno, está mal, porque no coincides con nada.
Entonces, el tono de voz de la chica de la farmacia te hace salir huyendo, porque para ti es muy “chillón”.
Entonces lo que haya cocinado tu esposa es horrible, porque ese día eso no se te antojaba.
Entonces, el conductor del coche de adelante, es un estúpido, porque no adivinó que debía ir más rápido.
Entonces, tú estás enojada, porque nadie te ayuda en los quehaceres como desearías.
Y como el mundo, no funciona en base a tus deseos, tú concluyes que el mundo está en contra tuya y vives enojado.
Ante todos los sucesos de un simple día, tu mente se encarga de reaccionar con enojo porque creas expectativas determinantes y con que una sola falle, ya echó a perder tu día.
Vas a salir al cine hoy por la tarde, has quedado con tu mejor amiga.
Para una persona normal, si la amiga llega unos minutos tarde, no hay problema.
Si la película es una tontería, ambas se ríen del hecho y se prometen no volver a verla.
Si llueve a la salida, corren para no mojarse y se van quejando de haber olvidado el paraguas.
Si hay algo de tráfico, lo disfrutan platicando y riendo.
Llegan a tu casa, te bajas y te despides con una gran sonrisa planeando una nueva salida próximamente.
Conclusión? Pasaron una tarde diferente, divertida, llena de contratiempos y están felices porque aceptaron lo que iba sucediendo y lo tomaron ligero.
Si el ejemplo es contigo, que vives enojado, lo primero que me sorprendería es que aceptes ir al cine con un amigo si éste llega unos minutos tarde, porque ya para entonces, estarás furioso por tener que esperar (no estás dispuesto a esperar ni habías planeado esperar, en tu mente, tu amigo llegaba puntual y le sonreías al recibirlo en tu puerta).
Si la película es una tontería, comenzarás a quejarte de haber pagado con tu valioso dinero esa pérdida de tiempo, y comenzarás a quejarte una y otra vez, incluso desde antes que termine la película, siendo hasta posible, que te levantes, salgas de la sala con tu cara furiosa y vayas a quejarte con el chico del mostrador (porque en tu mente, habías imaginado una película fabulosa que te hiciera reír o llorar con intensidad, y para nada fue así).
Salen tu amigo y tú del cine y ya en el auto, tú continúas quejándote de la película mientras tu amigo, sin saber qué decir, guarda silencio. Eres capaz de reclamarle a él que no haya sabido el tipo de película que verían.
De pronto descubres que ha comenzado a llover y eso te molesta por supuesto, maldita lluvia que no me avisó que llegaría. No estás preparado, no traes paraguas y odias mojar tu cabello, tu ropa y tus zapatos.
Entonces, y aunque tu amigo te propone correr para subir al auto, te niegas rotundamente y le dejas claro que todavía que la película fue un asco, no espere que ahora corras cuando no te gusta correr. Comienzas a quejarte de que no haya un lugar en el cine “para personas que esperan que pase una lluvia y quieren estar sentados” (porque en tu mente, así deberían ser los cines).
Minutos después, en silencio porque tu amigo ha decidido mejor ni hablar, pasa la lluvia y pueden subir al auto. Mientras caminas, vas quejándote de que dejaron el auto muy lejos, que el cine debería tener un estacionamiento cubierto y que los malditos dueños de los cines no están preocupados por el bienestar de los clientes.
Encuentran tráfico y comienzas a maldecir a los conductores, a los semáforos, a los policías de vialidad, al gobierno, a las empresas que venden autos, a las empresas que dan clases de manejo, a las personas que tienen coche y hasta a los que no tienen coche y deben esperar de pie en los paraderos del transporte público, provocando que los camiones se detengan. Estás a punto de explotar de ira (porque en tu mente, habías imaginado que en 5 minutos regresarías a tu casa, que no habría más coche en las calles que el tuyo, que no habría nadie en la calle más que tú, y que estarías feliz por haber visto una gran película, y de haber visto a tu gran amigo), y nada de eso, sucedió.
Tu amigo ya trae una cara de velorio, tiene miedo hasta de respirar a tu lado. Él tampoco planeó que la tarde fuera así, pero además de aceptarlo, tiene que cargar tu pésimo carácter, por lo menos, hasta dejarte en tu casa.
Por fin llegas a tu casa, emites con tu boca un corto y seco: gracias, y sales del auto dando un portazo.
Entras a tu casa maldiciendo la tarde y maldiciéndote a ti mismo por haber aceptado esa estúpida invitación a salir.
¿Exageré? No
Esas personas existen y es imposible convivir con ellas.
Porque no se trata de ver la vida rosa y con música de violines como fondo, sino de aceptar lo que nos presenta la vida a cada instante.
Disfrutar de estar vivos y de buscar comprender que nada externo a mí, depende de cómo yo lo he imaginado.
Sentirnos enojados porque el tono de voz de la chica de la farmacia es chillón es una reverenda tontería, porque esa chica no puede cambiarlo para que sea de nuestro agrado. Ni aunque pagara millones de euros a un extraordinario cirujano.
Enojarnos porque entendimos mal que debíamos hacer lo que los demás querían o hacer todo lo contrario es sólo error nuestro.
Nadie a nuestro alrededor es adivino, ni lo será jamás, por lo tanto, debemos aprender a dejar de lado esas expectativas que creamos minuto a minuto en nuestra mente.
Porque justo son dichas expectativas, las causantes de la frustración, que detona nuestro mal humor.
Y comienza con pequeños cambios, no pienses que será fácil dejar atrás tantos años de práctica de “enojo”.
Inicia tus días diciéndote que disfrutarás de todo aquello que debas vivir. Y cada detalle, que ocurra y te tome por sorpresa, agradécelo, ríete y sigue adelante.
Evita rumiar el mismo conflicto todo el día.
Lo que pasó en la mañana, se quedó en la mañana, vamos a lo que sigue.
Verás cómo poco a poco, te conviertes en una persona equilibrada y en paz.
Akasha Sanación Integral
Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco.
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