No somos persuasores.
Somos los hijos de lo desconocido.
Somos los ministros del silencio necesario para curar a todas las víctimas del absurdo que yacen agonizando de alegría artificial. Reconozcamos entonces quiénes somos:
derviches locos con secreto amor terapéutico,
amor que no puede comprarse ni venderse,
y que los políticos temen más que la revolución violenta, pues la violencia no cambia nada, y el amor lo cambia todo.
Thomas Merton.
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